La Liga se despertó y Messi seguía ahí. Esa es la mejor noticia del nuevo Barça de Luis Enrique, que esbozó novedades tácticas por perfilar, flecos por coser, piernas por endurecer y pulmones por ampliar, pero que tiene en la voracidad del argentino la mejor noticia posible. A la cola del cometa Messi se coloca un Munir que sorprende en cada acción. Un delantero burlanga, extraño a la cultura barcelonista, que solo comparece en el campo para tirar a matar. Un pistolero que ha llegado al sitio correcto (el Camp Nou), en el momento exacto (en el reinado de Luis Enrique) y con el socio adecuado (Rakitic). Aferrado a estos dos estandartes, el Barça solventó el encuentro con un inapelable 3-0 en inferioridad numérica debido a la expulsión de Mascherano en un partido que supone la mejor plataforma de lanzamiento del proyecto del técnico asturiano.
Según el evangelio de Luis Enrique, su proyecto debía de construirse en base a la ley del deseo, que se resume en el lema de la “competencia feroz”. Una meritocracia que suponía una ocasión irrepetible para gente como Munir, pero que podía sonar a rutina para una estrella como Messi. La gran noticia de la noche para el barcelonismo fue que Messi demostró que es el primero que se ha tomado esto de la competencia como algo personal. Teniendo en cuenta que Messi normalmente compite contra su sombra, el listón está muy alto. Ayer, el argentino lo elevó más. Su partido fue un escándalo en toda regla: asistió, corrió, recuperó, chutó y marcó. Jugó fuera del reglamento. Cuando Leo juega así no se puede perder. Ni con Busquets empanado.
Messi no falló a su cita del debut liguero, ese partido en el que se presentan credenciales. El argentino lleva marcando de forma consecutiva en el primer partido desde la temporada 2010-11. No es un secreto que a Leo le gusta hacer como los cowboys más legendarios. Nada le place más a La Pulga que dejar claro a la población y a los cazarrecompensas de los alrededores que ha llegado a la ciudad el pistolero más rápido. Y en este sentido, lo de ayer fue una declaración de principios en toda regla. Y encima, que lo sepan, el pistolero tiene un aprendiz que dará que hablar:Munir, recuerden su nombre.
Pero más allá de la excelencia de los dos delanteros, a la que se suma la gran solvencia de Rakitic y la solidez de Mathieu, al Barça le siguen apareciendo goteras en ciertos momentos. La expulsión de Mascherano en el minuto 43 de la primera parte es un ejemplo de ello. En un partido cerrado, en el que el Elche (que hizo lo que pudo) sabía muy bien a qué atenerse, al Barça le costó encontrar en la primera parte el camino para sumar los tres puntos. Munir disparó al palo en el 22’, Iniesta repitió suerte diez minutos después y finalmente Messi marcó el 1-0 en el 42’ un minuto antes de que el Elche, en su primera aproximación se cobrara la roja a Mascherano tras un grave error de Busquets.
Todas las dudas que pudiera haber dejado la última jugada de la primera parte se disiparon en la primera acción de la segunda cuando un pase fabuloso de Rakitic fue convertido en gol por Munir en base a la ley del mínimo esfuerzo. Un toquecito y para adentro. El partido, pese a la inferioridad numérica del Barcelona era un monólgo estilístico y futbolístico del Barçaque vivía de la voracidad de un Messi que, hambriento como un oso tras la hibernación, sigue ahí, con el hambre intacta.