La esclavitud

Publicado el 16 octubre 2016 por Alejandropumarino

Pillada in fraganti, con la mano en el sobaco primero y en la nariz después. Trató de ser un gesto discreto, una comprobación rápida del olor corporal. En el salón de plenos del parlamento catalán hace calor y la moda tribal de la CUP pasa por ponerse dos camisetas, una de manga larga y otra de manga corta, generalmente reivindicativa, por encima.

No critico a la Sra Gabriel, al menos no lo hago con relación a ese discreto gesto para verificar si aún funcionaba su desodorante o si, cansada de todos los aromas, había regresado a la salvaje fragancia de sus axilas, parafraseando aquel famoso “Fa” de hace tantos años (y los limones salvajes del Caribe). No, porque es una preocupación natural en un medio como aquel en el que se desnevuelve nuestra activista revolucionaria e independentista, y porque implica además, un respeto al resto de sus compañeros. Un respeto que desprecia con su indumentaria transgresora, con su peinado, con las leyendas reivindicativas de sus camisetas, pese a suponer una esclavitud a la moda -a la suya, por supuesto- mucho más severa que la de quienes usamos -clásicamente- traje y corbata el desempeño de nuestra actividad laboral. El Sr. Iglesias acudió en mangas de camisa, como suele mostrarse siempre en público, a varias recepciones dadas por el rey, lo que expresa un profundo desprecio por la institución que representa, más que por la persona que ocupa el cargo; vistió una suerte de smoking en los premios Goya, haciendo pública de esa manera, su forma de expresar las prioridades. La camisa del Sr. Iglesias me preocupa casi tanto como las camisetas y el flequillo de la Sra. Gabriel; sistemáticamente la misma imagen, perfectamente estudiada y sobre la que son aleccionados por expertos en el particular, han de suponer necesariamente, un gran esfuerzo personal, a la vez que una absoluta ausencia de libertad para elegir lo que gusta o lo que apetece a cada cual en cada momento. Lo paradójico es que se preconiza el desenfado desde el más rancio encorsetamiento, algo también muy propio del progresismo solidario y comprometido que prohíbe en nombre de la libertad y para evitar males mayores. Se mira frecuentemente con desprecio a quien viste clásicamente -traje y corbata- pero se requiere un curso completo con master universitario, para adoptar la imagen de la izquierda implicada en la prolemática social de los desfavorecidos, ejercida desde la atalaya de camisetas “made in” Asia y zapatillas deportivas Nike o similar, con actitudes tan grotescas como el trasnochado signo de la ceja. Son esclavos que arrastran sus atavismos al grito de ¡vivan las cadenas!.