El sistema educativo actual es un freno al principal fin de toda auténtica educación: liberar los potenciales de la persona. La esencia de un verdadero maestro es “ser como la primavera para el cerezo”. No tenemos que decir al cerezo como debe ser, tan solo es necesario nutrirlo bien para que libere su belleza y sus frutos, está ahí no para dominarlo, sino para recordarnos la magia que habita en todo ser humano.
Cada alumno, cada hijo, tiene su música interior. Si queremos ayudarles, antes tenemos que aprender a escucharla. No podemos oír con nuestro corazón si primero no vaciamos nuestra mente de prejuicios y miedos. Estos son los responsables de que todas las reformas educativas fracasen una tras otra.
Los prejuicios, decía Einstein, son más difíciles de romper que el átomo. Se visten siempre de verdad, por eso se vuelven invisibles a la razón. No fue con la lógica como se logró la abolición de la esclavitud, sino con la mirada del corazón. En mis numerosas conversaciones con padres de hijos “conflictivos”, siempre ha habido un muro de cristal, sobre el que he pretendido echar pintura que lo volviese visible. He empleado todo tipo de colores, pero el más efectivo ha sido recordarles sus propias adolescencias y sus relaciones con sus padres . Estamos proyectando, si quererlo, todos nuestros conflictos no superados sobre nuestros hijos. Ellos los rechazan de una manera inconsciente, dándonos una oportunidad para superarlos.
El prejuicio nos empuja a dar consejos, incluso, a veces a obligar, a nuestros adolescentes, bajo la presunta autoridad de que lo hacemos por su bien. El decidir lo que es bueno para nuestros hijos o alumnos nos impide, muchas veces, imaginar hasta dónde podrían llegar. No hay formación auténtica si el educando no interviene activamente en ella.
Los mayores de hoy no hemos sido educados así, por eso debemos usar de la herramienta más poderosa del ser humano: nuestra imaginación. Sin ella en marcha, en el día a día, cualquier buen propósito de reformar el sistema educativo está abocado al fracaso. Un corazón abierto y una mente imaginativa son fundamentales para derribar todos los prejuicios, invisibles a nuestra razón.
El miedo a que nuestros hijos sufran o fracasen en la vida, nace de nuestros propios miedos no superados. Este temor hace que sobreprotejamos a nuestros adolescentes, sembrando en ellos una inseguridad que es la base de los principales conflictos actuales. Este hecho se ve agravado cuando va acompañado de frases y actitudes peyorativas, resquebrajando la poca seguridad que les quedaba. Este efecto se ve reforzado por actitudes similares de los profesores en clase.
Así, el principal problema es una actitud de los educadores, padres o profesores; por esta razón las reformas educativas no son suficientes en sí mismas, y todo intento de cambio choca contra una gran inercia. No creo que las escuelas cambien a corto o medio plazo- llevo veintitrés años en un colegio convencional-. Siento que la situación es muy parecida a la que existe entre la medicina oficial (alopática), que tiene todos los beneplácitos de la administración, y las llamadas medicinas alternativas. Hoy, no hay un espacio en los colegios para un cambio radical en la educación. Sin espacio no podemos construir. Por eso propongo abrir un espacio nuevo: LA ESCUELA ALTERNATIVA PARA ADOLESCENTES.
Imitando el camino de ciertas medicinas alternativas, propongo que al salir de clase los alumnos, una o dos veces por semana- no hay que recargar su horario- se dirijan a una escuela muy diferente a la habitual. Su asistencia en ningún momento sería obligatoria, los padres deberían participar del ideario de la misma.
En los últimos años he podido comprobar cómo la inseguridad de mis alumnos ha experimentado un crecimiento exponencial, traduciéndose en un aumento alarmante del llamado fracaso escolar. Parecería que su inteligencia disminuye; pero en realidad soy de la opinión de que está secuestrada. La sobreprotección y la falta de confianza en que ellos puedan resolver sus problemas han ido encarcelando su inteligencia. El primer paso, pues, es liberarla. Para ello, es imprescindible invitarles a asumir sus responsabilidades, a la vez, que hacerles notar que encierran unos grandes potenciales en su interior. Confiando en ellos, nutriremos su autoconfianza, autoestima e independencia.
Si queremos ayudarles a poder “bajar” sus potenciales las materias debería orbitar en torno al autoconocimiento, tema totalmente ausente en sus clases “normales”. Para poder explorar nuestro interior es imprescindible aprender alguna técnica de relajación, ésta sería, pues, una asignatura ineludible. En los exámenes los veo sufrir de forma innecesaria, por no conocer ninguna técnica que los relaje y les permita pensar de una forma eficiente. (Piénsese en los tan temidos exámenes de selectividad).
La inteligencia emocional sería una materia fundamental. Saber tratar a nuestras emociones y no temerlas, es el primer paso a la sabiduría
Otra asignatura importante sería sentir la Naturaleza, no digo estudiar. Hay mucho conocimiento que aprender de los llamados pueblos primitivos. Mirar un árbol sólo como un conjunto de células nos aleja de sentirlo. Una idea holística del mundo nos abre la mente a un conocimiento superior.
Las matemáticas no pertenecen al mudo físico, por eso es imposible dibujar un círculo- piénsenlo…-. Hay toda una llamada Geometría Sagrada en nuestro cuerpo y en toda la naturaleza, también en muchas construcciones, e incluso en nuestro carné de identidad o tarjetas de crédito. Las matemáticas son algo mágico y la forma de enfocarlas las ha despojado de su esencia. Están hechas para ser disfrutadas, no sufridas ni temidas. Su forma de enseñarlas han propiciado grandes inseguridades. Creo que bien empleadas podrían producir lo contrario: aumento de la seguridad y confianza en sí mismo; si soy capaz de superar algo, que me parecía imposible, mi autoestima aumentará . Las matemáticas pueden constituir una buena terapia.
Una materia de suma importancia consistiría en darles a las asignaturas de ciencia el enfoque del Nuevo Paradigma; permitiéndolos conocer la visión de la Física Cuántica y sus repercusiones en la idea de conciencia. Nuestros adolescentes pueden llegar a estar preparados en la Nueva Ciencia antes que la mayoría de nuestros científicos más conservadores.
El Nuevo Paradigma y conocimientos de medicinas naturales permitirían a los estudiantes comenzar a hacerse responsables de su propia salud. Evitándose muchas medicinas agresivas, a la vez, que logrando un mejor contacto con su cuerpo.
Se propiciaría una búsqueda espiritual, exenta de todo carácter religioso. El Ser un misterio a descubrir, de la manera que cada uno crea más conveniente.
Todas éstas, y otras materias, se darían a lo largo de todo el curso escolar para alumnos de edades entre catorce y dieciocho años. No habría notas , porque el objetivo no es la consecución de un título, sino el desarrollo de sus potenciales y su conexión con la sabiduría (el sabor de la vida) . Como efecto rebote tendríamos una mejora en las clases del colegio clásico.
Nuestros adolescentes necesitan sentir nuestra alegría y confianza en ellos, es la luz que esperan.