El proceso histórico emancipativo, que especialmente Horkheimer y Adorno habían pensado e interpretado a partir del siglo XVII, estaba proyectado, preordenado y regido por la Razón. El término “razón” significa tanto como “Ilustración”. Pues bien, la Ilustración significa la aniquilación del animismo y del mito y, ayudada por la nacientes ciencias de la naturaleza, se propone la desmitologización del mundo, el dominio de la naturaleza y la realización de la libertad. Es decir, el ejercicio crítico y negativo de la razón (“razón crítica”) tiene un carácter “progresivo”. Y, sin embargo, es un hecho incontrovertible que en la sociedad industrializada, resultado de aquel proceso progresivo ilustrado cunde y reina un generalizado irracionalismo destructivo, en el que el hombre, exterminador de los “espíritus”, de los “mitos” y de los “dioses”, se ve sometido t esclavo, a punto de ser exterminado por el desarrollo científico-técnico. Con la gravedad de que aquella “razón práctica” que establecía fines últimos y objetivos (razón objetiva la llamó Horkheimer) ha devenido una “Razón técnico-instrumental”, una razón positiva que se limita a afirmar y mantener lo dado, a pesar de su irracionalidad (razón unidimensional la llamaba Marcuse); una razón, en fin, que no sabe, puede o quiere encontrar en la sociedad actual nada “negativo” que rechazar (razón identificable la llamaba Adorno, es decir, una razón que no ve diferencias, desajustes o aspectos negativos en la realidad social).
De este modo, la Razón (la Ilustración) ha devenido lo contrario de lo que creyó ser y se propuso realizar; una función liberadora y progresiva. La Razón ha devenido represiva, totalitaria y reificante. “Dialéctica de la Ilustración” significa, así, el devenir represivo de la naturaleza progresiva de la razón. La Razón, y su forma modélica y prepotente, a saber, la razón técnica o tecnológica, deviene así la Ideología por antonomasia, ya que no sólo en su reducción y en último término negación de la Razón objetiva desvirtúa el concepto genérico de Razón, sino que además, en su exclusividad y prepotencia, propicia y mantiene las restantes desfiguraciones ideológicas de la realidad social. Como escribió Horkheimer, “cuanto más pierde su fuerza el concepto de razón, tanto más fácilmente queda a merced de manejos ideológicos” (Crítica de la razón instrumental, Sur).
Frente a esta realización técnica de la Razón, que en cuanto tal aparece como Ideología y como el nuevo Mito, la Escuela de Franlfurt ha pugnado por alumbrar nuevamente, en una nueva configuración, un concepto positivo de Ilustración. Y su gran aportación ha consistido en haber ejercido la función críticonegativa de la sociedad industrializada y en haber apuntado claramente la necesidad de la imaginación y de la utopía en la tarea de la transformación social. “La esperanza -escribió Adorno en Mínima Moralia- es la única categoría en la que se manifiesta la verdad. Sin la esperanza, la idea de verdad sería difícilmente concebible, y es falsedad capital ofrecer como verdad la existencia reconocida”.