La escuelita

Por Akashaqv


Ufff había tenido abandonadito este blog, pero es que no hay tiempo que alcance.Nos quedamos en que el año escolar había terminado, por lo que hablando en tiempos escolares mexicanos, el momento es julio de 1987, no recuerdo a dónde fuimos de vacaciones, tal vez porque lo que pasó después fue mucho más emocionante.Siempre fui una niña de modas, compraba la ropa de Flans en Suburbia, me gustaban los bubble Gummers, y escuchaba las bandas pop populares en aquella época. Y siempre fui ideática también, quizá por eso, al entrar a la primaria, como niña grande que era, escogí una mochila de esas tipo portafolio, de piel, que debo decir, era espantosa, pesaba horrible y olía peor. Pero con mi mochila de niña grande, y un poco de miedo por ser la nueva otra vez, llegué a mi nueva escuela. Me llevé toda una sorpresa. Resultó que no era uno de esos colegios a los que van las niñas de la tele, no había uniformes, no existían los grupos de 50 niños, no había filas para "toma de distancia" ni nada de eso. Era un lugar pequeño, con un grupo para cada grado y 15 o 20 alumnos por salón, pero esa no era la cualidad más importante del lugar. Era un sistema "activo"  nunca he entendido por completo quién fue el creador de esta gran idea, pero por ahí están involucrados Ferriere, Piaget, Montessori, etc.Y quien haya sido tiene mi gratitud. En este caso, la escuela había surgido de una mamá que jamás encontró una escuela que cumpliera con los requisitos que quería para sus hijos, así que decidió hacerla. Eso sucedió unos cuantos años antes de que yo entrara, así que para entonces, la matrícula era de unos 200 alumnos. Pues bueno, no tardé mucho en notar que era un lugar diferente. A la maestra le decíamos Hippi, y era lo más encantadora, y aunque llevábamos las mismas materias que todos los niños, teníamos también danza, teatro, dibujo, inglés y algo llamado horticultura, que era como botánica pero más divertido. En la escuela había perros, gatos, y cada salon tenía algo llamado rincon vivo, que consistía en tener plantitas o algun bichito pequeño que pudieramos cuidar. Una ludoteca y una  pequeña biblioteca. Cada lunes hacíamos honores a la bandera, pero también hablábamos de algún tema interesante. Los viernes había una pequeña asamblea en el salón, a la cual asistía la directora, una mujer maravillosa con una inteligencia asombrosa, sabía los nombres de todos sus alumnos, y sospecho que bastante más. En esa bibiloteca, hablábamos de los problemas del salón y contábamos las críticas y felicitaciones, pequeños papélitos en los cuales podías felicitar o acusar anónimamente a los compañeros del salón según fuera necesario. Al final quien tenía más de 5 críticas, era suspendido un día. Por si estas cosas no fueran suficientes, la maestra de deportes era una "Akela" de los boyscouts, el maestro de matemáticas nos enseñaba a sumar y restar decenas y millares con papelitos de colores que representaban valores, y al final del año presentábamos una obra de teatro con los conocimientos de historia aprendidos, en el primer año fue algo sencillito, un poema de Nezahualcoyotl, y la leyenda del conejo de la luna. 
Durante ese año, a pesar de mi gran felicidad, ocurrió la primer gran tragedia de mi vida, en una de las muchas idas a la casa de mi amiga en Cuernavaca, su mamá decidió que peinarme era siempre un problema, y que la mejor solución para ese problema, era cortarme el cabello. Yo que admiraba el cabello largo hasta la cintura de Daniela Romo (y lacio, dado que yo lo tenía más chino que nada), me encontré con el cabello de un niño frente al espejo, para colmo, la tendencia de mi madre a no padecer vergüenzas por mis constantes infulas de gimnasta (y un poco de chango)  que por lo tanto me hacía vestir de pants (muchas veces parchados en las rodillas), me transformaron de la noche a la mañana en un niño. Y yo podía actuar como tal, pero nunca quise ser uno. Tal vez pasaba horas jugando futbol o colgada de un árbol, pero tenía una colección gigante de barbies con grandes melenas, muñecos de Rainbow Brite, y durante años, soñaba tener un Nenuco, también jugaba con otras niñas al "Extraño retorno de Diana Salazar" y siempre quise ser una de esas mujeres super atractivas cuando creciera. Así que lloré mi cabellera durante mucho tiempo, pues para cuando ocurrió la tragedia ya me llegaba a media espalda. Por suerte, y como era de esperarse, el cabello volvió a crecer, y el drama terminó. Fuera de este incidente, la escuela era genial, tenía muchos nuevos amigos, era sorprendentemente aplicada, y desarrollé muy rápido un amor importante por la lectura. LA realidad es que aprendí a leer muy pequeña, mi mamá corregía libros, y es devoradora de ellos, y en cuanto tuve libros para niños a mi alcance, descubrí un mundo maravilloso, y esa pasión la conservo hasta ahora. Una vez más, el año escolar terminó demasiado rápido, 1987 había dado paso a 1988 un año importante para México, pues daría inicio al último sexenio de 75 años de un gobierno priísta. La entrada se ha alargado demasiado, así que los dejo con algunas imágenes y sonidos que llenaban los sentidos de aquellos que nos tocó vivir en ese momento.