El otro día disfrute en televisión de la película Esencia de mujer (Martin Brest, 1992) y decidí incluir en esta sección del blog una de las escenas tan maravillosas que pueblan la película: aquella en que Frank Slade (Al Pacino) saca a bailar a una chica que se encuentra en el mismo restaurante que él y Charlie (Chris O´Donnell).
La secuencia comienza con Slade y Charlie pidiendo algo de beber. Y es que, la escena se complementa con esos geniales diálogos que el personaje de Al Pacino mantiene con los que le rodean o las perlas que suelta por la boca. El momento en que Charlie pide una cerveza (¿Eres humano Charlie?¡Cerveza!) o la contestación cuando el camarero les está atendiendo (No hay Blatz...pues improvise), conforman una personalidad algo brusca de Slade, lo que contrastará de manera perfecta con la escena que tendrá lugar a continuación. Frank Slade se transforma con las mujeres, llegando a ser todo un caballero, un galán. Así, cuando identifica por el olor a una mujer que está sentada unas mesas por detrás de ellos, decide acercarse a hacerle compañía. Pero la chica no estará sola por mucho tiempo. Aún así Charlie y Frank se sentarán con ella y charlarán, en otra genial conversación que nos regala el militar. Durante ésta, Frank descubrirá que a la chica le encantaría bailar tango alguna vez en su vida, así que se lanza a invitarla a un baile. Frank es ciego por lo que la chica no entiende muy bien, pero accede. Aquí llega el momentazo.
Al Pacino está excepcional en esta entrañable escena, que habla por su personaje y que nos pone la piel de gallina con unos pasos de baile que determinarán el destino de Frank Slade. Magnífica secuencia para mi pequeña historia del cine. (Ver escena)