La esencia del periodismo es historia

Publicado el 12 enero 2011 por Jaimegarcia
Ramón Lobo, reportero del diario «El País», visitó hace unas semanas el Máster de ABC donde enfatizó la necesidad de buscar historias en un periodismo que ya no las cultiva. La reforma sanitaria que aprobaron las Cámaras de Estados Unidos ocupó páginas y páginas de información en periódicos de todo el mundo. Pero Ramón Lobo no vio un solo artículo que relatara la vida de un ciudadano sin acceso a la sanidad: «¿Cuántos reportajes de gente que vive sin sanidad hemos leído?».
El último gran logro que ha llevado al mundo del periodismo a autoerigirse por enésima vez en el garante de la democracia y la paz mundial, la filtración de cables diplomáticos de Estados Unidos por Wikileaks, se limita a un ejercicio de asimilación de ingentes cantidades de información y transcripción a un lenguaje periodístico. Falla la búsqueda de historias, el tiempo necesario para convertir una información más que valiosa en un documento que traspase la mediocridad del material que se publica hoy en los medios de comunicación.
Esta no es una característica propia de estos tiempos tan borrascosos. En 1945, tras la explosión de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki ocurrió algo similar. Pero como siempre hay excepciones, y «The New Yorker» es una, el editor William Shawn recurrió a John Hersey, entonces afincado en Sanghái como corresponsal conjunto de «The New Yorker» y «Time», para que paliara la ausencia de lo humano en la información referida a los brutales acontecimientos del 6 y 9 de agosto.
Casi un año después de la muerte de más de 200.000 personas, 140.000 en Hiroshima, Hersey llegó a Japón y durante tres semanas llevó a cabo una investigación que resultó en 150 páginas, 31.000 palabras, que ocuparon el número entero del «New Yorker» del 31 de agosto del 46. Una sola firma para todas las páginas de una revista que marcaba un hito en la historia del (buen) periodismo: «Hiroshima».
La crónica de Hersey, premio Pulitzer en 1945 por la novela «La campana de la libertad», cuenta la destrucción del arma atómica a través de la historia de seis supervivientes. Cuarenta años después, con su texto consagrado como una obra maestra, regresó para reconstruir la vida post-bombardeo de sus protagonistas. No todos vivían, pero el ejercicio que realizó fue el mismo.
Detallismo elevado a la máxima potencia, historias contadas a través de la acción constante y ausencia de entrecomillados son los atributos del texto. Juan Gabriel Vásquez, traductor al español del artículo, dice en un artículo publicado en «Letras Libres» que Hersey escribió con «un martillo anglosajón en la mano»: «Palabras duras, secas y cortas; frases cuadradas, declarativas, terminadas en ángulo recto, como un ladrillo». Ausencia de adjetivos calificativos y opinión completan las características de «Hiroshima».
¿Qué periódico/revista publicaría una crónica así estos días en España? ¿Qué medio apostaría por ir más allá de lo material? ¿Qué grupo de comunicación estaría dispuesto a pensar en un reportaje que exija meses de trabajo? ¿Se le ha pasado a alguien por la cabeza incluir «fact checkers» -verificadores de datos- en sus redacciones como tiene «The New Yorker»? El hecho de que 24 horas de Gran Hermano haya ocupado la franja de CCN+ induce a pensar que las posibles respuestas no invitarían al optimismo.
Una crónica tan larga no tendría lugar en ningún periódico español, donde domina la imagen sobre textos cada vez más cortos, ni en las montañas de publicidad en que se han convertido los suplementos de los domingos. Difícilmente una revista apostaría por iniciar una investigación. Entre otras cosas, porque en España hay revistas del corazón (muchas) pero no de periodismo narrativo, que apuestan por perfiles, crónicas o reportajes. Puede que alguna editorial se atreviera a publicarlo en formato libro, pero no se vendería. O sí, quién sabe. En cualquier caso, lo raro es que un material con esas características tuviera apoyo editorial.
Lo que domina en el panorama informativo español es el impacto. Las imágenes espectaculares han tomado los informativos, la superficialidad las páginas de los periódicos y la opinión interesada las radios. La crisis que sufren los conglomerados informativos tampoco ayuda a que haya honrosas excepciones dispuestas a luchar contra la mediocridad del material que se publica. La optimización de recursos ha llegado a todos los rincones. En periodismo, eso significa audiencia, lo que en español y cualquier idioma se traduce por publicidad, por unos recursos nimios.
¿Y la calidad? Se perdió por el camino y ya parece no importar. La entrada de internet en el panorama informativo ha acelerado este proceso. Con este nuevo medio de comunicación ocurre que se está comiendo a los tradicionales pero no da dinero para experimentar con contenidos de valor. Todo lo contrario, las listas de las noticias más leídas revelan dos cosas: primero, lo que interesa al lector invita a la desesperanza y, dos, la elección de los medios queda muy lejos de los criterios que alumbraron el «Hiroshima» de Hersey.
Desde la década de los setenta, en Estados Unidos se inició un proceso que se ha extendido al resto del mundo por el que los medios de comunicación pasaron a formar parte de conglomerados multimedia. El beneficio económico ha ido tomando fuerza en perjuicio del valor que añade el buen periodismo, el que practica Hersey en «Hiroshima».El drama es que ahora los máximos responsables de las empresas que controlan a los medios entienden que la información es una mercancía, lejos del bien público universal que la teoría se empeña en defender. El resultado es que se presta más atención a los aspectos particulares que al interés general.
De forma paralela a este proceso de desnaturalización de la profesión periodística, se han observado innovaciones tecnológicas que han potenciado la asimilación de nuevas funciones en el periodista. Hoy, Hersey iría a Hiroshima equipado con una cámara réflex, una videocámara MiniDV y un «smartphone» desde el que tuitear cada anécdota de su investigación.
¿Seguiría conservando su trabajo final la calidad del texto que presentó? Desde luego que no, pero esa es la dinámica de las redacciones en España. El redactor de una página web, por ejemplo, debe ser capaz de narrar minuto a minuto un partido de fútbol, escribir la crónica en menos de cuarto de hora y dejarla lista en la portada correspondiente porque tiene que pasar por la radio para grabar el videoblog de un tuitero de referencia y, al día siguiente, presentar un videoencuentro con las caras del deporte de la cadena.
El trabajo de reducción de lo ilusorio que practicó Hersey, su ejercicio de desmitificación y desenmascaramiento de la realidad requiere otra coyuntura. La táctica de la sospecha ha dejado de ser una propuesta. Simplemente, no pasa por la cabeza de quienes tienen que cuadrar las cuentas. Así las cosas, hoy «Hiroshima» no sería posible.