“Es joven, tendrá unos treinta años y ha estudiado Económicas.
- Yo los voté – me dice.
- ¿A Amanecer Dorado?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Quería vengarme – me contesta tajantemente – . Quería vengarme porque estoy en el paro y dependo de mis padres, y a ellos, encima, les han recortados sus sueldos. Quería vengarme porque después de terminar mis estudios, me ganaba mi paga con trabajos ocasionales.
- ¿Y crees que Amanecer Dorado te conseguirá trabajo? – le pregunto.
- No, pero los otros tampoco”.
Quien pregunta es el novelista griego Petros Márkaris, creador del comisario Kostas Jaritos. Su conversación con el votante del partido neonazi griego es el arranque irresistible de ‘Un país demencial’, uno de los 12 capítulos que conforman ‘La espada de Damocles’, una colección de artículos escritos originalmente en alemán y, dato aún más clave, publicados en la prensa alemana entre 2009 y 2012, mientras la crisis griega hacía tambalear la Europa del euro.
Márkaris, traductor de ‘Fausto’ al griego, intenta reconstruir puentes: que los alemanes dejen de ver a los griegos como una panda de vagos y tramposos – “pues en Alemania se ha puesto de moda echar pestes de Grecia por cualquier motivo” – y que los griegos dejen de odiar a los alemanes por su egoísmo. Pero es duro, y mucho, con los políticos y una parte de la sociedad griega. Márkaris no tiene dudas: la debacle de su país es una crisis política y sus culpables tienen nombres y apellidos.
Entre 1974, fin de la Dictadura de los Coroneles, y 2011, dos grandes dinastías políticas se repartieron el poder en Grecia. A la derecha, los Karamanlís, tío y sobrino, que gobernaron de 1974 a 1980 y de 2004 a 2009; y a la izquierda, los Papandreu, padre e hijo, que gobernaron Grecia de 1981 a 1989, de 1993 a 1996 y de 2009 a 2011. Ambas familias convirtieron la administración pública en su cortijo particular y repartieron las ayudas europeas entre sus cargos y su clientela. Sólo faltaba la entrada del euro - con las cuentas falseadas por Goldman Sachs, algo que no cuenta Márkaris – y la llegada de miles de millones en créditos fáciles para crear una gran burbuja inmobiliaria y una sociedad que, como la de Españistán, gastaba su futuro.
He aquí los culpables, pero no todos. En ‘Las luces se apagan en Atenas’ – uno de los mejores artículos del libro -, Márkaris divide a la sociedad griega en cuatro grandes partidos no oficiales: 1) ‘El partido de los beneficiarios/defraudadores’, formado por los empresarios beneficiados por una u otra dinastía política y los agricultores; 2) ‘El partido de los honrados’ o ‘el de los mártires’, los autónomos y pequeños empresarios, los trabajadores que ya han perdido toda esperanza; 3) ‘El partido de los Moloch’, dividido entre los trabajadores públicos enchufados y los funcionarios por oposición; y 4) ‘El partido de los desesperanzados’, en el que Márkaris incluye a los jóvenes griegos, más del 50% de los cuales no tiene trabajo y sólo piensa en emigrar.
Una y otra vez, nuestros banqueros y políticos han repetido la consigna “España no es Grecia, España no es Grecia”. No es mentira, es sólo una media verdad. El futuro de los jóvenes griegos es el mismo que el de millones de jóvenes españoles. Y aunque el descrédito de nuestra clase política aún no ha llegado a ser tan grande como para permitir la aparición de partidos de extrema derecha – nos fijamos en Amanecer Dorado pero no están solos, los Griegos Independientes tienen aún más votantes y los dos partidos controlan un 18% del Parlamento -, el populista salvador está a la vuelta de la esquina. Como nos llevan dos años de ventaja, no me parece improbable que las palabras del joven griego las diga pronto un indignado español.
Dejemos que una de las diferencias entre Grecia y España – sí, para bien y para mal hay muchas – la diga el propio Márkaris. “Hace poco pasé un mes en España, un país que también vive tiempos muy difíciles. Pero soy optimista con respecto a España y por una razón muy simple. Madrid tiene unas ochenta bibliotecas públicas. Barcelona treinta y cinco (…) el número de bibliotecas públicas en Grecia no supera las 25 (…) Ahora, cuando necesitamos la poesía, la literatura en general, nos faltan las bibliotecas”. No sé si las cuentas de Márkaris son ciertas, pero publico esta entrada gracias a la red wifi de la magnífica biblioteca ‘Miguel Hernández’ de Collado Villalba, desde cuyo inmenso ventanal se pueda apreciar la cicatriz del túnel inútil con el que un alcalde nefasto endeudó a la ciudad por generaciones. Siempre está repleta de lectores.
‘La espada de Damocles’. Petros Márkaris. Editorial Tusquets. Barcelona, 2012. 140 páginas, 12 euros.