Si todo hijo de vecino pudiera hacerse "selfies" con reyes, presidentes y diputados; la seguridad de este país estaría por los suelos
Tras la entrevista de Ana Pastor a Pablo Iglesia, no me sorprende que el veterano de la Tuerka no quisiera acudir a la cita de Barneda
Así las cosas, ¿Por qué no acudió Pablo Iglesias a la cita de Barneda?, se preguntarán ustedes. Según la versión oficial de su partido; el líder del morado no acudió a la cita porque el formato del programa – Un tiempo nuevo – no cumplía con las condiciones exigidas. Al parecer – dicen las malas lenguas de Cenicienta – Iglesias no quiso acudir al encuentro sino era acompañado. Algo insólito, si tenemos en cuenta que el secretario general de Podemos ha concedido muchísimas entrevistas a multitud de medios sin la presencia de su equipo. No olvidemos que desde que TeleCinco emite este programa, todos los invitados – desde Montoro hasta el pequeño Nicolás – han acudido solos a la silla de Barneda. Es por ello que Pablo Iglesias conocía de antemano cuáles eran las reglas del juego antes de comprometerse y dar plantón, a posteri, al programa de TeleCinco. Lo cierto es que su plantón a Sandra Barneda se produjo la misma semana que la prensa destapó el "caso Errejón", o dicho más claro, los mil ochocientos y pico que cobra Ernesto por la Universidad de Málaga, a pesar – supuestamente – de no cumplir con el mismo y dedicar ese tiempo a los asuntos de Podemos.
Como dice la expresión popular: "no hay mal que por bien no venga". Gracias a que Pablo dio plantón a Telecinco, el "pequeño Nicolás" ocupó durante más de dos horas su silla y; habló largo y tendido, sobre sus contactos con las élites españolas. A pesar de su corta edad – 20 años – ¡quién los cumpliera!, se movió como pez en el agua en el plató de Barneda. Contestó a todas las preguntas con excelentes dotes oratorias, aunque, lo cierto y verdad, su discurso no se sostuvo por los mimbres de las pruebas. Discurso que ha sido desmentido – como ustedes saben – por la Vicepresidencia del Gobierno, la Casa Real, el CNI, el Ministerio de Economía y las Vegas Sands. Ahora bien, a pesar de que este niño supuestamente "miente más que habla", lo cierto y verdad es que existen pruebas gráficas – fotografías y videos – que demuestran su cercanía con los cetros del poder. Es, precisamente, este detalle, y no otro, el que no pasa desapercibido para los ojos de la crítica. No pasa, les decía, porque no es normal que un chaval de veinte años se mueva por los actos institucionales como Pedro por su casa. Si esto fuera así. Si todo hijo de vecino pudiera hacerse "selfies" con reyes, presidentes, diputados y consejeros; la seguridad de este país estaría por los suelos. Estaría por los suelos, les decía, porque tantas facilidades para codearse con los grandes supondría un alto riesgo de atentados, chantajes y corruptelas por el estilo.
Las imágenes difundidas del "pequeño Nicolás" con las élites políticas y sociales de este país; ponen de manifiesto que los "selfies" y artimañas semejantes sirven al desconocido para ser reconocido, o al menos, respetado ante los ojos de las élites. No olvidemos que en este país: el ochenta por ciento del empleo es cubierto por gente conocida. Quienes tienen padrinos, o alguien que les eche una mano, ostentan mayores oportunidades de conseguir un empleo que quienes solo cuentan con su curriculum para buscar trabajo. Son, precisamente, los contactos y el clientelismo político, los que mueven los hilos de los asensos sociales. Así las cosas, quienes no tienen un padrino que les bautice viven, de por vida, en el limbo de los anónimos; a pesar de haber sacado matricula en econometría y ser un ratón de biblioteca. Son, desgraciadamente, estas estrellas invisibles las que tienen que emigrar a otras orillas ante la falta de expectativas que le ofrece su país. Un país, les decía, en el que solo trepan por las cuerdas del poder los "primos de"; "cuñados de"; "maridos de" y todos los parentescos acompañados del "de". Si eres el hijo de un tal Juan que no conoce ni Dios, mal lo tienes para vender tu producto en el mercado de trabajo. "El pequeño Nicolás" no es más que la personificación de los mecanismos que mueven las turbinas de los cetros. Un país, cierto, donde cuatro selfies con el jefe son suficientes para ser alguien en las cloacas del poder.
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