Hace unos días, la España que agoniza se manifestó en Madrid, autodenominándose la "España vaciada". Los manifestantes representaban a la España que se despuebla y que convierte a sus pueblos rurales en casi cementerios, cuyos habitantes son abandonados por el inútil Estado y carecen de transportes, escuelas, médicos y otros muchos servicios básicos, pero, sin saberlo, protestaban también por el resto de la ciudadanía española, vaciada de esperanza, ilusiones, dignidad, derechos básicos y valores por una clase política que es, probablemente, la peor de Europa. No sabían los manifestantes de Madrid que España entera está vaciada de derechos básicos y que los abandonados por el poder político también habitan en las grandes urbes y son millones en el país. Entre ellos están los jóvenes sin trabajo, los que tienen que emigrar con su título universitario debajo del brazo para vender hamburguesas o repartir Pizzas en Londres o Berlín, los que tienen trabajos precarios, los que ni siquiera tienen recursos para formar una familia, los que carecen de información suficiente para tomar las decisiones correctas, los confundidos, los esclavos de la clase política y otros muchos, unidos todos por la escasez de democracia, valores y decencia que padece España. ---
Nuestros mayores no deberían esperar horas para coger un autobús que les lleve al centro médico más cercano, que está, por desgracia, a demasiados kilómetros, ni los niños deberían recorrer todos los días más de 50 kilómetros para ir al colegio, ni deberían existir esos cientos de miles de jóvenes a los que sus títulos universitarios sólo le sirven para ser camareros por toda Europa, repartir pizzas o servir cervezas y hamburguesas. La España rural se vacía de población, pero lo más grave es que todo el país se vacía de derechos, dignidad, justicia y futuro.
En el 53% del territorio español vive sólo el 5% de la población con una densidad menor de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado y la edad media supera los 50 años, lo que da cuenta de la gravedad de la situación. Soria, Cuenca y Teruel son, de hecho, las zonas más despobladas de Europa del Sur.
Pero la enfermedad del vacío y la agonía afecta a una España muchos más amplia y desgraciada, vaciada de verdad, de derechos vitales, de justicia, de dignidad, de buen gobierno, de alegría, de esperanza, de la información que necesita y de otras muchas cosas. Esa España que agoniza es, junto con la "despoblada", la verdadera "España vaciada", otra de las más repugnantes obras de nuestra miserable clase política, incapaz de arreglar los problemas y capaz, sobre todo, de enriquecerse y gozar de lujos y privilegios que en modo alguno merece.
Nuestros políticos hace mucho que perdieron el norte y la cordura, olvidando que su deber no es gobernar sino solucionar problemas. Ellos, en lugar de eso, los crean y los engordan. Tienen el deber de esparcir y distribuir la riqueza por todo el territorio, pero concentran las industrias y los servicios en zonas concretas porque ellos son permeables a las presiones de los lobbies. Su deber es hacer felices a la gente, pero se han convertido en fábricas de desgraciados y desamparados. Son peor que la peste.
Con una desfachatez insultante, decenas de políticos se pusieron al frente de la manifestación de la "España vaciada", en Madrid, a pesar de ser ellos los culpables de ese desastre. O son cínicos descarados o son psicópatas que ni siquiera saben que son letales para la ciudadanía, pero ellos acuden sin sentir pudor ni remordimiento a protestar por los desastres que ellos mismos han causado. Nuestros políticos, sobre todo en campaña electoral, cuando buscan los votos que les otorgan el premio del poder, lo único que les interesa en el mundo, además de los privilegios y el dinero, van a todas partes donde haya cámaras y periodistas, incluso al infierno si fuera necesario.
La España Vaciada no sólo reclama infraestructuras, transportes, escuelas, agua, luz, teléfono y servicios médicos próximos, sino también igualdad, equilibrio, justicia, trabajo, dignidad y valores que sostengan el edificio de la convivencia y la vida diaria.
Pero reclamar todo eso a los políticos es un sarcasmo que causa risa y desolación porque esos políticos son, precisamente, los causantes de tanta escasez e injusticia.
Francisco Rubiales