La espera ha terminado…

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Cada vez que te comparas con otra persona, te reduces, te encasillas, te etiquetas, te limitas, te recortas... Compararse es no amarse, no reconocerse, no permitirse volar ni imaginar todo lo que puede llegar a pasar cuando te sueltas y decides confiar en ti. Compararse es seguir arrastrándose cuando te puedes poner en pie y caminar... Y escoger tu camino y decidir por ti.

Nos comparamos con otros porque nos hemos creído una versión de nosotros adaptada a un mundo que no sabe a dónde va. Porque tenemos miedo a no llegar al listón que nosotros mismos nos hemos puesto y que en realidad nadie mira ni comprueba si llegamos nunca a tocar, sólo nosotros. Nos comparamos con otros porque nos asusta decepcionar y ser rechazados... Porque queremos ser aceptados en un club que va a esterilizar nuestra creatividad a cambio de una falsa sensación de seguridad, que nos estallará en la cara justo en el momento en que descubramos que vendimos lo que somos por algo que jamás llegaremos a ser y ni siquiera lo deseamos.

Asumimos cortarnos las alas y quedarnos bajo la capa de invisibilidad para no molestar, al mismo tiempo que hacemos lo indecible para destacar en algo aunque ni siquiera nos guste y poder así gustar a otros. Asumimos cierto grado de mediocridad para no parecer distintos, para no levantar sospechas, para no despertar envidias dormidas y evitar ser señalados con el dedo.

Nos comparamos cada noche para controlar que seguimos siendo una versión poco brillante de nosotros mismos y dormir tranquilos pensando que mañana nadie se enfadará con nosotros por dar la nota... Aunque al mismo tiempo, soñamos con volar, con saltar, con salir de esa nebulosa, con ser los que sentimos, con ser lo que ya somos en realidad... Con dejar de compararnos y soltar de una vez por todas a ese personaje que representamos y que cada día nos queda más pequeño y nos asfixia más...

Nos comparamos con otros porque en realidad nos asusta nuestra grandeza. Nos da miedo lo mucho que hay en nosotros por descubrir y por mostrar, lo inmenso que es aquello que en nosotros marca la diferencia, lo que podemos llegar a hacer cuando dejamos de esperar a que el mundo bendiga nuestros actos y pensamientos...

Nos da pánico descubrir quienes somos porque sabemos que tendremos que actuar en consecuencia. Nos da mucho miedo soñar porque sabemos que eso nos llevará a seguir nuestra brújula interior y a olvidar el camino que otros nos marcan. Tememos dejar nuestro escondite porque sabemos que si salimos a respirar aire puro y dejarnos tocar por el sol, ya nunca podremos volver a ocultarnos.

Nos asusta darnos cuenta de que en realidad somos el mar y hemos estado creyendo durante años que sólo éramos una gota minúscula de agua.

Nos comparamos para comprobar que seguimos pareciendo parte del rebaño cuando en realidad ya hace tiempo que soñamos con pastar solos... Nos comparamos con otros para ver si nos han descubierto, porque nos asusta que se note que ya no nos importa el miedo y estamos a punto de saltar.

Porque ya hace tiempo que dejamos de mirar al mundo y esperar que nos salve o nos sujete... Ahora miramos en nuestro interior y somos conscientes de que ya somos lo que soñamos y sólo necesitamos compartirlo... Porque en el fondo, aunque no queremos reconocerlo, sabemos que es inevitable que empecemos a brillar... La espera ha terminado. Sal de la encerrona que tú mismo te has puesto... Arriésgate y apuesta por ti... Deja de mirar a los lados esperando a que sea otro que te motive o te desanime, deja de buscar más excusas para no ocupar el lugar que te corresponde...

Sé humilde y reconoce tu grandeza...

Fuente https://mercerou.wordpress.com/2020/03/03/la-espera-ha-terminado/