Vamos a introducirnos en lo que significa sintonizar con nuestra matriz espiritual y desde ese ámbito como entender las crisis, para poder trascenderlas, ya sean estas personales, comunitarias o de civilización como sucede en este momento histórico.
El grado espiritual no significa estar más allá, significa estar más adentro, con uno mismo, con los otros, con la naturaleza y con una energía superior, cualquiera sea la concepción que tengamos sobre ella.
Sentirse espiritual consiste en tener una relación de presencia con la vida, no de superficialidad. La espiritualidad no tiene que ver con las creencias, sino que es una experiencia vital de encuentro, de gustar todo lo que existe, es una experiencia interior. Lo que nos distingue a todos los seres humanos es el modo en que estamos plantados en la vida, esto significa la consistencia que vamos a tener en las crisis de la existencia y dependerá de los valores por los cuales nos orientamos cada uno.
Para observar los valores que rigen nuestras vidas y si es necesario cambiarlos, debemos encontrarnos primero con nosotros mismos, vencer las barreras de la dispersión y la consigna es conocer nuestro interior para transformar el exterior. Sino seremos como hojas al viento dejándonos llevar por los vaivenes de las circunstancias.
Cuando estamos bien anclados, las respuestas llegan desde la profundidad.
El primer paso hacia el encuentro espiritual es con uno mismo y consiste en tener espacios de soledad, que es diferente a ser solitario (sin los otros); soledad significa poner sol a la edad, iluminar la vida, es un retorno al ser y ello se logra en el silencio, aunque sea por breves espacios de tiempo, cuando se logra, sobreviene la serenidad, cerrar los ojos, estar presentes en el instante y dejar que se alejen los pensamientos como pájaros que buscan emigrar. Desde el interior surge la claridad para llegar a ser auténticos, el sentir, pensar y hacer en una misma línea de coherencia, no es fácil, pero desde lo profundo comienza el camino.
El segundo paso del encuentro espiritual es con los otros. En las relaciones con los demás es importante sostener la transparencia, es una actitud de apertura mental, lo contrario son relaciones de apariencia; además requieren de ternura, o sea desde el corazón, lo contrario son relaciones de frialdad; y por último necesitan de tiempo, pues lo contrario es el apuro, es decir sin pureza. Convivimos con los otros, ya establezcamos vínculos profundos o vivencias fugaces, aunque sea en un saludo podemos imprimir profundidad. La diferencia de como nos comunicamos marca las relaciones de comunión o de superficialidad. El compartir vivencias nos enriquecen, en las relaciones de comunión se establece un intercambio de energías sutiles, desde la mirada o el tono de la voz o simplemente con la sonrisa.
Del contacto espiritual con la naturaleza, nace la humildad ante su grandeza, (humildad de humus, tierra), es un profundo sentimiento de comunión con el cosmos, es sentirnos parte de algo mayor, lo contrario es que aún estando en lugares frente a la inmensidad natural, sigamos encerrados en los pensamientos y perdamos la vivencia del asombro, no salimos de las sombras.
La comunión con la fuente superior, no importa cual sea nuestra concepción de ella, no tiene que ver con los sentidos externos, son otros los sentidos por los que llegamos al encuentro de lo sublime, es sentir en todo el universo, en la naturaleza y en todos los seres la presencia de un orden superior.
Podemos decir que nos hacemos sabios cuando aprendemos a saborear la vida y el mundo de intereses en el que vivimos se irá suplantando por un mundo de presencia.
Ahora bien, nos plantamos en la vida de un modo más débil o más fuerte, desde allí es como afrontamos las crisis que nos llegan, cualquiera sea su índole, la fortaleza no tiene que ver con voluntarismo o intolerancia, sino con una confianza en el despliegue de la vida y esta confianza es de orden espiritual.
Crisis no es sinónimo de drama o ruptura, es sinónimo de oportunidad y transformación. Las clasificadoras actuales bajan el pulgar a un presidente, a un país entero, Grecia, donde el sol es radiante, tan nublada por la crisis sistémica actual, la cuna de la democracia, y la gran paradoja, Grecia está sufriendo (como muchos otros países) ¿Dónde está el gobierno del pueblo y para el pueblo?.
Aceptar la crisis actual, no es resignarse, aceptar es ver la realidad, de la aceptación deviene la fuerza interior, como en cualquier hecho que trae aparejado dolor, buscamos un sentido al mismo, y desde allí se emprenden los cambios.
Una actitud con la vida nutrida de espiritualidad conduce a ver la realidad y a su transformación. Una política alternativa quizás está en nuestras manos.
Cada instante es único, cada circunstancia también y los actores involucrados que somos todos, actuaremos según el grado de compromiso que tengamos con la vida. Ese grado depende de la apertura de cada uno, por eso es fundamental abrirnos a nuestro ser espiritual que tiende hacia la unicidad con todo, de este modo entraremos en sintonía con la intuición, ella es la guía de la existencia.
Existen dos ejes fundamentales para poder percibir la intuición, ellos son, en primer lugar, la atención al presente, así se sale del pensamiento lineal pasado-futuro y nos vinculamos profundamente con la vida, y en segundo lugar, en cada escena de la vida, mirar por el bien común, ello nos lleva a salir de la intención del yo hacia el nosotros.
Cuando escuchemos, cambiaremos, cuando cambiemos, el mundo entero cambiará.
Una enseñanza sufí nos dice: Dios duerme en la roca,
sueña en la planta,
se agita en el animal
y despierta en el hombre.
Que todos despertemos a la matriz que nos habita.
Ángeles Román es coautora del libro Espiritualidad y Política
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