La Estación del Norte de Valencia, el tren en pleno centro de la ciudad

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci

Pocas ciudades tienen el tren en el centro de la ciudad. La Estación del Norte de Valencia es la puerta de entrada a su centro histórico para quien decida viajar.Un edificio modernista que desde sus andenes nos puede recibir si llegamos en tren entre un ambiente nostálgico y lleno de movimiento. Si por el contrario paseamos por el exterior nos daremos cuenta de que está tan fusionado con la vida diaria de sus habitantes que posiblemente se nos pase por alto contemplar uno de los edificios ferroviarios más bellos de España.

Un edificio sobrio pero lleno de contrastes que nos anima a iniciar un pequeño recorrido para observarlo más detenidamente y ¿por qué no? Para viajar en tren.Frente al hermoso modernismo ondulante de Gaudí, Demetrio Ribes quiso aportar un estilo vienés donde la línea recta y las figuras geométricas crearan volúmenes y movimiento en una estructura de hormigón. Volúmenes que nos llamarán la atención con sus numerosas guirnaldas, flores, escudos y sobre todo, enormes naranjas. Figuras brillantes que crecen y dan mayor realismo gracias a la cerámica vidriada y esa la luz del Mediterráneo que se encarga de dar el toque final.


Pero si retrocedemos al pasado conoceremos que la estación del tren no siempre estuvo aquí. A principios del siglo XX la céntrica zona del convento de San Francisco (plaza del Ayuntamiento) fue objeto de una profunda reforma urbana. La primera estación que tuvo Valencia tardó diez años en ponerse en funcionamiento debido a problemas de financiación.Sin embargo fue tan alta la demanda de servicios que optaron por cambiarla de emplazamiento para adaptarla a las necesidades de aquella época que intentaba potenciar la agricultura y el comercio valenciano incluso hacia el resto de Europa.Un trabajo conjunto de artesanos, artistas, industriales y arquitecto; figuras y elementos arquitectónicos en bronce, hierro, cerámica, piedra artificial, madera y mármol hicieron que esta estación fuera declarada como Monumento Histórico Artístico Nacional en el año 1983. Si tuviéramos ocasión de mirarla desde el cielo veríamos que la Estación del Norte tiene forma de U y está orientada hacia el interior. Desde su exterior y paseando por su perímetro acotado por una bellísima rejería de hierro veremos muros forrados de trencadís (mosaicos hechos con trozos de cerámica) y románticos farolillos de hierro.El patio al aire libre que existe antes de su entrada fue el lugar donde antaño paraban los carruajes para que bajaran los viajeros y descargaran los equipajes.Es muy posible que su fachada nos resulte un poco sobria y nos recuerde a otras estaciones de España pero de alguna forma se dulcifica con todas esas decoraciones de guirnaldas, flores y cerámicas con colores brillantes. En el centro, llama la atención una gran bola de bronce sobre la que despliega sus alas un águila, símbolo de la velocidad y una estrella de cinco puntas emblema de la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Los dos laterales rematados por el escudo de la Corona de Aragón.Nos acercamos hacia la entrada y no podemos evitar fijarnos en un romántico farol en una de las esquinas y dos grandes mosaicos de azulejos representando a muchachas vestidas con el traje típico que no son campesinas sino que están realizando tareas ferroviarias. No nos conformamos con asomarnos simplemente. Su interior nos va a fascinar. No solo por la riqueza de mosaicos que nos recuerda a la arquitectura barcelonesa del trencadí, sino porque está llena de vida, cultura y movimiento. De idas y venidas. Aunque la verdad es que este vestíbulo provoca de todo menos deseos de irse. Sobre los pilares y entre varios motivos florales una palabra en mosaico y en diferentes idiomas nos va a desear ‘Buen viaje’.
Pero no nos vamos todavía. Entramos en la sala que se encuentra a la derecha y que fue antigua cantina. Merece la pena disfrutar de los zócalos de madera y los azulejos vidriados que nos enseñan momentos diferentes de la vida de un campesino de la huerta, de la Albufera y del Miguelete. Nos dirigimos hacia el tren. En el andén nos cobija un espacio muy amplio con una cubierta de metal de 196 metros de altura con arcos elípticos que nacen desde el suelo. Además del lucernario superior que servía de escape para el humo que despedían las antiguas locomotoras, hay unos amplios ventanales a los lados para dar la mayor ventilación posible.Y vemos los trenes partir atravesando paisajes que nos parecen como sacados de un cuento. Vagones llenos de pequeñas historias, de ilusiones y cansancios. Trenes que antaño eran escogidos por los escritores y poetas que preferían cambiar el sillón por un vagón y un montón de folios en blanco.

O viajamos en tren o regresamos al centro de Valencia para seguir con nuestro paseo por esta ciudad del Mediterráneo. 
¿Visitamos la ciudad de Valencia?