1. Cada año la estética de dicho espacio (aulas, talleres...) debe variar. Desde el primer día de clase, que los alumnos al entrar en ella perciban algún que otro cambio en relación a cómo la dejaron al finalizar el último curso. No es el mismo curso, los alumnos no son los mismos (han crecido, han madurado), tú tampoco (habrás continuado creciendo y madurando profesionalmente) así que...¡no podemos mantenerlo igual! El espacio madura con nosotros. Además, con los más mayores podemos organizar asambleas y debates con el fin de mejorar su organización y diseño, cómo afrontar el nuevo curso ''espacialmente'' hablando.
2. El espacio debe demostrar una estética agradable. No se trata de la belleza superficial de las cosas, sino de cómo están colocadas, cómo se disponen, cómo se organizan, si existe una ARMONÍA en los colores y en la ubicación agradable, no solo a la vista, sino también a la relación de la persona con los objetos y el entorno. Hemos de decir adiós a los batiburrillos desordenados de materiales, cuentos, libros, papeles, lápices, juguetes. Por favor, abstenerse de decoraciones recargadas y estereotipadas rebosantes de princesas, personajes Disney y de televisión, etc.
Un buen ejercicio sería pedir opinión a adultos cercanos, mediante fotos, preguntar qué le transmite ese espacio y si su estética y disposición le invita a aprender, a jugar, a explorar, a experimentar. ¿Y por qué no preguntarlo también a las familias? 3. Darnos un paseo por el espacio de rodillas, desde el punto de visión de un niño. Así quizá descubriremos cosas que se escapan desde nuestra alta perspectiva.
4. La entrada también educa, también dice cosas del espacio. Por eso, debe inspirar belleza, buena estética (y repito, no hablamos solo de lo superficial). Y por supuesto, hacer que el niño desee entrar, buscando transmitir calidez, afectividad y seguridad. Como un hogar. ¡La escuela, con sus características, también es un hogar! Cartel con el nombre de la clase, móviles colgantes para tocar al entrar, ... En Google y Pinterest encontrarás un montón de ideas para hacerlo. Eso sí, piensa que en un primer momento la entrada simplemente debe invitar a entrar, debe decir sin palabras: ''¡Bienvenidos, mis queridos niños!''
5. Involucrar a los niños en este proceso. Ellos van a ser sus principales usuarios, por lo tanto, no seremos solo los maestros quienes decidiremos qué elementos y materiales descartar/introducir y cómo organizar y disponer todo en el aula. Podremos realizar asambleas y debates con los alumnos para dialogar acerca de cómo es y está el espacio y qué podemos mejorar y cambiar, cambiar con ellos el aula, mover mobiliario, pintar paredes, ordenar estanterías, introducir los nuevos materiales. Favorece a crear un sentimiento de pertenencia al grupo y de identidad dentro de él: soy parte de esta clase porque he participado en su diseño.
6. Hacer un boceto o croquis del aula tal cual quedó al finalizar el curso y, basándonos en él y en las nuevas propuestas que has pensado a lo largo del verano, redibujar en dicho croquis. Así podremos comparar fácilmente la disposición y estética inicial de la que deseamos construir para esta nueva aventura.
7. ¡Que la naturaleza entre en el aula! Plantas pequeñas y grandes, botes con tierra, arena, piedras... Todos esos materiales que el entorno nos ofrece para experimentar y manipular. Si educamos a los pequeños a cuidar de ellos y tratarlos debidamente, olvidaremos las prohibiciones de no tocar la tierra, o no acercarse a las plantas. Todo está en crear una relación de respeto con la naturaleza y eso solo se consigue interactuando con ella, no alejándola de nuestras escuelas.
8. Por último y más importante... La estética del espacio no es fija, inamovible y estática, ¡todo lo contrario! A lo largo del curso irá cambiando en función de lo que vivan tus niños y tú en el aula, sus producciones, sus ideas, su manera de organizarse. Es un continuo proceso estético que se adapta continuamente a lo que acontece a diario.
¿Más ideas? En el fantástico portal educativo Edutopia comparten las siguientes, eso sí, algunas para poner en práctica con alumnos más mayores:
- Crear una inspiración visual. Pedir a los padres y alumnos revistas de decoración, viajes, espacios. Las imágenes pueden representar cualquier espacio en absoluto, no sólo las escuelas. El objetivo es incluir todos los lugares que se destacan los estudiantes y por qué.
- Para averiguar si hay algo con lo que no están satisfechos, utilizar una pizarra para dibujar un mapa del aula actual, e identificar visualmente las distintas secciones. Luego, los estudiantes usarán postips para escribir una o dos palabras que indica cómo se sienten en ella.
- Pide a algún profe o alumno en una hora que ellos tengan libre, en la que estés tú en clase, que acuda a tu aula y observe cómo tú y los alumnos se desplazan por ella. En un plano puede colorear dónde te mueves tú y dónde se mueven los alumnos, haciendo un seguimiento así y pudiendo descubrir qué zonas se utilizan más y cuáles menos.
- Muchos artículos en nuestras aulas y los hogares están sentados sin hacer nada cuando ellos podrían ser fácilmente reutilizados. ¿Tiene recipientes viejos de plástico de la tienda de comestibles, cajas de leche o libros de tapa dura de edad? Utilizarlos como contenedores de almacenamiento en su salón de clases. ¿A falta de inspiración? Una vez más, Pinterest.
- Ordenar los materiales en función de la frecuencia de su uso.