La estigmatización de los mendigos en el siglo de oro, I, Ana Inés Rodríguez

Por Jossorio

Instituto de Historia Antigua y Medieval

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de Buenos Aires

LA ESTIGMATIZACIÓN DE LOS MENDIGOS EN EL SIGLO DE ORO. ANÁLISIS DE GUZMÁN DE ALFARACHE (1599)

Universidad Nacional de La Plata - CONICET

Los mendigos fueron estigmatizados durante la temprana modernidad, convirtiéndose en sujetos sospechosos sobre los cuales recaían múltiples acusaciones. En el presente trabajo veremos cómo El Guzmán de Alfarache reproduce este discurso, en el cual encontramos varias similitudes con la marginación de otros grupos sociales en este mismo período de consolidación monárquica. A partir de esto, manejamos la hipótesis de que este texto es parte de la configuración de un enemigo interno que debía ser perseguido y respecto del cual era necesario generar, a través de la aversión y el temor generalizados, el rechazo de la población .


Durante la Baja Edad Media y la temprana Modernidad, España atravesó un aumento significativo del vagabundeo y la presencia de mendigos en las ciudades y caminos como consecuencia de la crisis del sistema feudal. Muchos campesinos desclasados se vieron obligados a emigrar a los centros urbanos, donde el anonimato les permitía vincular la limosna con diversas actividades delictivas que combinaban con trabajos temporales no especializados. Esto condujo a la estigmatización de los vagabundos, que fueron víctimas de una marginación progresiva. La figura de dichos hombres funcionaba como el reverso de lo que era esperable socialmente porque, mientras provenían de un sector obligado a trabajar, no lo hacían.

La mendicidad y el vagabundeo fueron regulados en diversas regiones de la Península Ibérica desde el siglo XIV, aumentando la intensidad de los reclamos por su condena y de las penas impuestas a quienes la desarrollaran . Los procuradores pidieron en las Cortes que los hombres baldíos fueran sometidos al trabajo, pero la reiteración del problema en las actas y el aumento de la severidad en las penas sugieren que las peticiones elevadas por los procuradores en este organismo y sancionadas jurídicamente no fueron cumplidas; consecuentemente, desde el siglo XVI las demandas versaron en torno a la regulación de la caridad y la coerción sobre los mendigos . También observamos su persecución mediante la condena de diversas actividades en las que se insertaban, así como la presunción de su culpabilidad .

En el siglo XVI este conflicto dio lugar a una multiplicidad de textos que nos informan sobre la preocupación de la elite intelectual española por el problema. La escolástica discutió acerca de la alteración que la circulación de mendigos producía dentro de la estructura social. Por su parte, la novela picaresca colocó en el centro de la escena literaria a estos marginales.

En este trabajo examinaremos la estigmatización de los mendigos expresada en el discurso de Mateo Alemán. Con este fin examinaremos algunos pasajes de la primera parte de El Guzmán de Alfarache (a partir de aquí El Guzmán I) . Observaremos las suposiciones que, según la óptica del autor, recaían sobre estos hombres a través del análisis de las maneras que se presumía que utilizaban para generar una imagen falsa sobre sí mismos. Esta idea está en relación con lo que se conjeturaba sobre ellos: se sospechaba que

Por ejemplo, en las cortes de Valladolid de 1523 se demanda que "no anden pobres por el rreyno, vezinos e naturales de otras partes, syno que cada vno pida en su naturaleza, porque de lo contrario viene mucho daño y se da causa que aya muchos vagamundos e holgazanes."

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (RAH), Cortes de los Antiguos Reinos de León y de Castilla. Madrid, 1863-1882, T IV, 384.

Aquí refiero algunos ejemplos. Se menciona su vida licenciosa en Cortes de Valladolid de 1523, pet 66, en Ibidem, T IV, p 384; es penado el juego, por ejemplo, en las Cortes de Burgos de 1515, pet. 35, en Ibidem, T IV, p 259, en las de Toledo de 1525, pet. 116, en Ibidem, T IV, p 502; se trata sobre los mozos de servicio en Cortes de Valladolid de 1523, pet. 86, en Ibidem, T IV, p 393; sobre sus simulaciones en Cortes de Madrid de 1528, pet. 153, en Ibidem, T IV, p 518; y sobre las mujeres públicas en Cortes de Madrid de 1534, pet. 97, en Ibidem, T IV, p 617.

conformaban una contracultura dentro del espacio que compartían con el resto de la comunidad, en la cual manejarían sus propios códigos para esconder prácticas particulares que, cuando los pícaros se mezclaran en la sociedad, quedarían diluidas en el anonimato de la urbe. Esta imagen es refractada en la obra, otorgándole una función didáctica y de formación de ideología, a través de la exhibición del reverso de la conducta social que era previsible en un pobre.

Guzmán ejerce diversas ocupaciones no especializadas que alterna con varias actividades ilícitas y otras éticamente cuestionables: una mendicidad condenada, estafas, juegos de azar, robos, etc. La novela ilustra el prototipo del hombre joven y sano que recurre al fingimiento de deficiencias físicas para limosnear. El juego de ocultamientos encuentra dos explicaciones: por un lado, la apariencia de debilidad genera piedad en los posibles benefactores; en segundo término, la mendicidad de los sanos era ilícita en tanto que podían trabajar, lo que convertía esa simulación en una estrategia ineludible. Esta representación presume el carácter delictivo de aquellos minusválidos que mendigaban en las calles.

En este contexto, las "Ordenanzas mendicativas", que manejan los limosneros romanos y le son enseñadas a Guzmán cuando entra en el "gremio", conforman un discurso formalmente similar al de las Cortes, pero cuyo contenido radica principalmente en la regulación del arte de la simulación, para garantizar la efectividad de todos los miembros del grupo.

Según se hace evidente a través de la lectura de esta obra, así como de otras contemporáneas y los tratados de los escolásticos, esta práctica constituía uno de los principales motivos de la sospecha que recaía sobre los mendigos. El falso pobre se convertiría, por el hecho de ser sano y no merecer asistencia cuando podría subsistir a través de un trabajo, en un estafador. Quien otorga limosna supone entregarla a un hombre incapacitado para trabajar y, mediante esta buena acción, comprar el perdón divino, en el marco de una cosmovisión dominada por la religión católica, que plantea la salvación eterna como una relación de don y contradon: la limosna que se entrega al pobre se retribuye ultraterrenalmente con la promesa de la salvación eterna. Guzmán plantea esto en términos de una "economía de la salvación", que presenta a Dios como garante del pobre:

Rico amigo, ¿no estás harto, cansado y ensordecido de oír las voces que te han dicho que lo que hicieres por cualquier pobre, que te lo pide por Dios, lo haces por el mismo Dios y Él mismo te queda obligado a la paga, haciendo deuda ajena suya propria?

Si quien recibe la limosna no es . Mediante este mecanismo se cuestiona el ocultamiento del pícaro como un acto mucho más grave que quitar el pan al en realidad un verdaderamente necesitado -físicamente incapacitado, ya que con su accionar también está robando a su benefactor la posibilidad de recibir el perdón divino. El pícaro arrepentido reflexiona sobre el robo de la limosna que corresponde al verdadero pobre: verdadero pobre incapacitado para el trabajo, el benefactor está cooperando con la propagación del vagabundaje. En este sentido, los escolásticos plantearon que la buena voluntad de quien se desprende de sus riquezas -aunque inocentemente errado- no resulta suficiente para acercarlo al paraíso

...considerando que todas mis trazas y modos de engañar era engañarme a mí mesmo, robando al verdaderamente necesitado y pobre, lisiado, impedido del trabajo, a quien aquella limosna pertenecía, y que el pobre

En este pasaje se identifican pobreza, incapacidad física e inocencia, en contradicción con el hombre saludable pero malintencionado y vicioso. El narrador plantea que el robo no se realiza contra su benefactor, sino contra otra persona que podría haber hecho buen uso del don apropiado, pero problematiza la imposibilidad que encuentra quien da la limosna para seleccionar correctamente quién será favorecido. Este tipo de problemas surgió a partir de la propagación de la pobreza urbana que provocó el aumento de la mendicidad callejera y anónima a fines de la Edad Media.

La novela describe minuciosamente la forma que utilizan estos marginales para demandar las limosnas. La impostura de la voz y la alusión a las imágenes cristianas, así como al daño físico que ostentan y hacen visibles, son las principales características de los falsos pobres, tal como vemos en el siguiente pasaje:

...que pedía la voz levantada, el tono extravagante y no de los ocho del canto llano, diciendo:

-¡Dame, noble cristiano, amigo de Jesucristo! ¡Ten misericordia deste pecador afligido y llagado, impedido de sus miembros! ¡Mira mis tristes años! ¡Amancíllate deste pecador!

El marginal fluctúa entre la mendicidad y el robo, pero de cualquier modo, ¿pedir limosnas siendo un hombre sano no constituye una forma de robo o estafa? La novela estigmatiza a los marginales como mendigos/ladrones, incitando la aversión hacia ellos por parte de los lectores. La provocación del temor hacia estos hombres radica en su ocultamiento, gracias al cual pueden ser victimarios de cualquier persona que ignora la situación real. Así, la causa del rechazo respecto a estos sujetos no radica en lo que se sabe de ellos a través de la percepción directa, sino exactamente en lo oculto. Leamos un pasaje del prólogo del autor "Al vulgo":

De las cosas que suelen causar más temor a los hombres, no sé cuál ser mayor o pueda compararse con una mala intención; y con mayores veras cuanto más estuviere arraigada en los de oscura sangre, nacimiento humilde y bajos pensamientos, porque suele ser en los tales más eficaz y menos corregida. Son cazadores los unos y los otros que, cubiertos de la enramada, están al acecho de nuestra perdición; y, aun después de la herida hecha, no se nos descubre de dónde salió el daño. Son basiliscos que, si los viésemos primero, parecería su ponzoña y no serían tan perjudiciales; más como nos ganan por la mano, adquiriendo un cierto dominio, nos ponen debajo de la suya. Son escándalo en la república,

fiscales de la inocencia y verdugos de la virtud, contra quien la prudencia no es poderosa.

En estos párrafos se alude literalmente al temor que causan las malas intenciones de los pobres que, por su condición estamental -imprimiéndose la noción de status a partir de la sangre heredada-, resulta más peligrosa. Inmediatamente se refiere su ocultamiento y el acecho que ciernen sobre los miembros de las clases poseedoras, así como la imposibilidad de éstos últimos de percibir el peligro, mostrándolos como seres más peligrosos que las fieras. En este pasaje, además, se observa que la prudencia no tiene poder frente a la maldad del vulgo, lo que aumenta su peligrosidad, pues resulta imposible defenderse de ellos a partir de la actuación moralmente correcta.

A lo largo de la obra, la observación del pícaro-narrador resulta una mediación para la exposición de las suposiciones del hombre integrado, el escritor. Así, la imitación de un mendigo por el otro resulta en una doble reflexión: 1) los mendigos son falsos; 2) su falsedad se imita y reproduce.

Los procuradores en Cortes ya se habían referido en la baja Edad Media a la expansión de los mendigos como consecuencia del "contagio" de sus conductas, adjudicándoles la responsabilidad de la carestía del reino:

En la novela vemos cómo los mendigos se enseñan las destrezas verbales para pedir, clave en la reproducción cultural del grupo, que contiene a su vez un aspecto decisivo de su reproducción social. La obra se detiene en un examen microsocial de este fenómeno. Como una enfermedad, estos hombres se propagan de manera invisible y, consecuentemente, peligrosa y temible:

Guiábame otro mozuelo de la tierra, diestro en ella, de quien comencé a tomar liciones. Este me enseñó a los principios cómo había de pedir a los unos y a los otros; que no a todos ha de ser con un tono ni con una

"...que mande que no anden pobres por el rreyno, vezinos e naturales de otras partes, syno que cada vno pida en su naturaleza, porque de lo contrario viene mucho daño y se da causa que aya muchos vagamundos e holgazanes." Cortes de Valladolid de 1523, pet, 66, en RAH,

La súplica debe ser selectiva en cuanto al potencial benefactor, que será una persona que, por una incitación emotiva y religiosa, compartirá su riqueza con el pobre. El motor de la caridad es la compasión hacia quien la demanda, inducida por la cosmovisión cristiana. Así, los mendigos combinan la apelación a este tipo de sentimientos en su discurso, que personalizan según a quién se dirijan. En este punto vemos que cada persona es movilizada por estímulos diferentes, asociados a las variaciones que cada tipo social imprime en su creencia, lo cual exhibe la heterogeneidad de la religiosidad popular, que no resulta en un catolicismo monolítico. En este contexto debemos encuadrar la acusación de que el mendigo miente con su actividad, que entra en la misma lógica religiosa, en la medida en que es un engaño a la práctica de la caridad cristiana.

En el segundo capítulo del libro tercero encontramos una agrupación de mendigos que normalizan el limosneo para una mayor efectividad de todos los miembros del grupo en su ejercicio. El aprendizaje dentro del ámbito marginal es un tópico en la picaresca, funcional a su objetivo didáctico vinculado con la estigmatización de estos hombres, a quienes se supone agrupados en un mundo paralelo y oculto que se imagina antagónico a las normas sociales, donde se enseñan las prácticas delictivas. En este contexto, la enseñanza de las diversas "artes" del gremio indica la propagación de este mal social, a partir de la oculta -y en tanto que oculta, incontrolable- socialización de los marginales. Veamos este tópico en la novela:

Este pasaje ilustra cómo el pícaro subvierte la caridad para usar una dádiva que debería ser para un verdadero pobre, en su propio provecho; asimismo, la enseñanza de las artes mendicativas dentro de su ámbito y la falta de control sobre la caridad que, por no ser institucionalizada sino particular, resulta fácilmente alterable en favor de los falsos mendigos.

La forma de nombrar la expansión de esta plaga puede compararse semánticamente con la noción de contagio de la enfermedad, en tanto es involuntario y silencioso. Según vemos en la Guía y avisos de forasteros que vienen a la Corte de A. Liñán y Verdugo , el contacto con el hampa puedeconllevar la degeneración moral de quien lo frecuente, lo cual puede ocurrir de una manera no intencionada, escapando a la voluntad de quien incurre en ello.

En el prólogo de Mateo Alemán a la obra esto se anticipa. Así, sostiene respecto al vulgo:

¿Cuál piedad amparan tus obras? ¿Cuáles defectos cubre tu capa? ¿Cuál atriaca miran tus ojos, que como basilisco no emponzoñes? ...

En este pasaje vemos la enumeración de acusaciones: el ocultamiento, la animalidad, la profanación, la maldad, concluyendo con la asimilación al diablo. Esto contribuye a la comparación con el problema de los demonólatras y herejes, como venimos sosteniendo.

Comentaremos brevemente el caso narrado en la novela y escarmiento catorce. Ésta refiere cómo una joven que vivía con su familia en una casa principal de Madrid se pierde como consecuencia de su enamoramiento de un "hombre de los ociosos y sobrados en Corte" ( Ibidem, p 250). Ella "convirtióse tan en otra mujer, que arrojó las disciplinas, dejó las contemplaciones y (...) se moría por mirar y ser vista" ( Ibidem, p 252). La idea de embrujamiento y de la curiosidad femenina vinculada a la transgresión de las normas se evidencia cuando la muchacha comenta a su criada -quien estimula a la muchacha en su elección amorosa-, "no sé qué me trajiste en este libro y en esta cinta, que muero por saber quién es ese hombre" ( Ibidem, 253). Este pícaro, entretanto, también había enamorado a otra mujer, que "falta de juicio y paciencia", se lamenta porque "una mujer tan rica, tan hermosa, tan principal y tan muchacha, ha puesto los ojos en un pícaro sin camisa, de la más vil gente del mundo, que si yo no le sustentara y vistiera, pidiera limosna" ( Ibidem, p 255). Ella decide delatar a la muchacha frente a su padre, a la cual la "descubrió el demonio un camino arrojadísimo" ( Ibidem, p 256). El hombre, al enterarse, sospecha que se trata de "alguna ilusión del demonio".

A partir de esto, la muchacha huye de su casa junto a su criada. Si bien en el final del relato la protagonista consigue un feliz casamiento, el narrador reflexiona: "Mirad lo que pasa en la vida de Corte, y cuán á peligro se crían de perderse los hijos é hijas en ella, y porque de camino, si no son demasiado buenas las inclinaciones, hay quien los distraiga" ( Ibidem, p 264). Esta breve historia da cuenta del peligro que suponen -según el autor- los marginales que, silenciosamente, pueden desviar hasta a las personas más honradas.

Ver la idea de un submundo que se imagina como el reverso de las normas sociales, en este caso respecto a las brujas, en TOIVO, R. M., "The Witch-craze as holocaust: the Rise of Persecuting Societies", en Jonathan Barry y Owen Davies (eds.), Padgrave Advances in Witchcraft Historiography, Palgrave Macmillan. Hampshire, 2007, p 91; también CLARK, S., Thinking with Demons: the idea of witchcraft in Early Modern Europe, Oxford University Press.Oxford, 1997, p 557.

En este trabajo analizamos la primera parte de El Guzmán de Alfarache como un ejemplo de la estigmatización de los mendigos. El supuesto que encontramos en la novela se basa en la idea de que estos hombres son aptos para el trabajo corporal. A partir de ahí se especula sobre diversas simulaciones que ellos pondrían en práctica para engañar a quienes pudieran darles limosnas. Estas estrategias se basan fundamentalmente en la imagen de los mendigos, retrato compuesto por su atuendo y las diversas deficiencias físicas que simulan. Los pícaros refuerzan esta apariencia a través de su expresión verbal, haciendo uso de la sintaxis evangélica con la cual piden por amor a Dios, la Virgen o los santos, así como aludiendo a su pasado como trabajadores y a su incapacidad para seguir viviendo como tales en el momento en que requieren dádivas. La manipulación del discurso religioso y la apelación malintencionada a la devoción ajena para torcer las voluntades en pos de vivir disolutamente convierte su simulacro especulativo en un crimen aun más grave, pues además de la estafa, encontramos la profanación de los valores cristianos para arribar a fines antagónicos a los que la institución eclesiástica profesa, causando así daño al reino y la cristiandad. Esto indica una asimilación de la ideología dominante para reutilizarla con fines distintos a los originarios; señalando el contacto del grupo con la cultura de su tiempo -vínculo alterado por provenir de los márgenes. De este modo, encontramos que la novela expone cómo estos hombres consiguen evadir todo tipo de control y cómo, finalmente, su supervivencia constituye una responsabilidad de las personas socialmente integradas, mientras se hace alusión a su peligrosidad, que radica en la imposibilidad de efectivizar el control sobre ellos.

El poder político intenta, tal como vimos en las Cortes, regular la vida y las conductas de estos hombres; pero esta voluntad resulta contrariada ya que su existencia encarna una lógica diferente de aquella a partir de la cual se maduran las normas y se pretende la efectivización del control, por medio de la

fijación espacial . La lógica del poder se basa en la suposición de una sociedad sedentaria y corporativa, pero estos postulados son contrariados por la vida errante de los marginales que aquí nos ocupan. De ahí que, ante la imposibilidad de su subsunción al trabajo, se pretenda instalarlos en las comunidades, intención que tampoco resulta efectiva. En este sentido, A. Serrano González propone la existencia de un paralelismo entre el soberano y los marginales, ya que ninguno de ellos puede ser sometido a las reglas de la sociedad, el primero por tener la suma del poder público y los últimos por ubicarse fuera de las estructuras de poder .

El autor pretende demostrar, tal como vemos en el prólogo, así como a partir de las reflexiones del pícaro arrepentido, la segregación de los marginales, pero a lo largo de la obra se trasluce la posibilidad de supervivencia de estos hombres a través de su inserción en la sociedad de manera individual. Esta existencia que fluctúa entre la exclusión y la inclusión sólo puede ser explicada por la confianza que depositan en el pícaro los diversos sujetos que lo contratan o benefician, a quienes de una u otra manera aquél traiciona. La novela muestra el lado oculto de estos hombres que están inmersos en la comunidad y que, con su forma de vida, atentan contra el orden. Estos postulados coinciden con la suposición de que los vagabundos no trabajaban porque no deseaban hacerlo ya que preferían esa vida descansada, cuando en realidad no existían plazas laborales para ellos.

La ineficacia de las regulaciones se constata a través de la lectura de las Cortes, en las que se observa la repetición de la normativa propuesta a lo largo del tiempo, así como el aumento de las penas que se aplicarían contra los vagabundos. En segundo término, debemos considerar que si durante los siglos XIV y XV la norma apuntaba a insertar a los marginales en la actividad productiva, durante el siglo XVI la aspiración se reduce a limitar su movilidad así como a alojarlos en hospitales, lo cual es testimonio del fracaso en dar una salida política al problema. Veamos algunas peticiones del siglo XVI:

"V. M. mandó en las cortes de Valladolid que los pobres mendigantes no andoviesen a pedir por Dios fuera de su naturaleza, y los corregidores no lo quieren executar." Cortes de Madrid de 1528, pet. 45, en RAH, Op. cit., T IV, p 469.

"...y que en las ciudades, villas y lugares principales donde se supiese, y ouiese dos hospitales y no mas, vno para las enfermedades contagiosas, y otro para acoger los pobres, y de otras enfermedades." Cortes de Segovia de 1532, pet. 62, en Ibidem, T IV, p 556.

Ver también MARX, C., Op. cit., pp 624 y ss.

Sobre la comparación de las descripciones en el continente ver GEREMEK, B., Op. cit. Sobre la similitud de las imágenes construidas acerca de otros grupos marginados -judíos y leprosos-en comunidades espacial y temporalmente distantes ver GINZBURG, C., Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre, Muchnik. Barcelona, 1991, p 58.

El retrato atemorizador se construye también a partir de la idea de un grupo oculto en el cual se inventan, organizan y comunican los distintos artificios que los pícaros utilizan contra el resto de la población cuando abandonan este espacio y están diseminados en la sociedad . Justamente su incrustación epidérmica en el cuerpo social les permite actuar, ya que no son excluidos absolutos. Este retrato se asienta en la contradicción de los valores aceptados socialmente, se los supone enfermizamente ambiciosos y mezquinos, sujetos que pueden acumular grandes riquezas a partir de la limosna y otras actividades de rapiña sin, a pesar de ello, dejar de practicarlas. Se les imputan aberraciones como lastimar sus cuerpos y los de sus hijos u otros niños para generar compasión . Esta desconfianza nos conduce a la presunción de culpabilidad del mendigo de ser un falso pobre a priori.

Esta imagen que observamos en El Guzmán I se reitera en otras novelas picarescas, cuyos autores también recurren a este tipo de retratos que pretenden atemorizar a la sociedad frente al accionar organizado y oculto de un grupo del cual todos pueden ser víctimas debido a su carácter secreto. La misma imagen es reproducida por otro tipo de textos, como los "avisos" que hemos referido, cuyos casos presentan historias muy similares a las de la picaresca ; por su parte los escolásticos imputan a los mendigos algunas prácticas y vicios que se mencionan en la novela .

Debido a todo lo expuesto nos vemos obligados a cuestionarnos ópticas tan uniformes. La narrativa es una fuente de destacado interés porque plantea la necesidad de deslindar qué descripciones corresponden a la realidad, cuáles son determinadas por los recursos literarios y qué observaciones dependen de la subjetividad del autor -que responde asimismo a la demanda de un público lector y al interés de un mecenas. Si consideramos que la imagen se repite no sólo en la narrativa sino también en otro tipo de escritos, en primera instancia podemos creer que aquello que leemos corresponde fielmente a la realidad. Sin embargo, justamente la similitud de estas imaginaciones, no sólo en las fuentes españolas sino también en las europeas puede sugerir lo contrario. ¿Es posible que las prácticas de los mendigos se repitan casi idénticas en lugares alejados e incluso en tiempos relativamente distantes? Entonces, esta imagen puede haber sido creada por los propios acusadores, basada en parte en prácticas

Encontramos aquí el vínculo entre chivo expiatorio y situaciones de "desorden social". Al respecto, es interesante la relación establecida por S. Clark respecto a las brujas. Ver: CLARK, Op. cit., p 556. Ver también en relación con la crisis social: PO-CHIA-HSIA, R., Social Discipline in the Reformation, Central Europe, 1550-1750, Routledge. Londres, 1992, p 160.

SERRANO GONZÁLEZ, A., Como lobo entre ovejas. Soberanos y marginados en Bodin, Shakespeare, Vives, Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1992.

SANTOLARIA SIERRA, F., El gran debate sobre los pobres en el siglo XVI. Domingo de Soto y Juan de Robles 1545, Ariel. Barcelona, 2003.