Al clásico debate sobre los límites de la libertad de expresión le ha surgido un apéndice en los últimos años: el de cómo abordar la desinformación. Este fenómeno ni es reciente ni está vinculado solo a las injerencia de actores extranjeros. Pero las operaciones de injerencia rusa en Occidente o la infodemia de la covid-19 han vuelto a probar que la manipulación informativa puede constituir una amenaza tanto para la democracia como para la salud de sus ciudadanos.
Por ello, organismos especializados, think tanks y organizaciones internacionales como la Unesco, Naciones Unidas, la OSCE o la OEA avalan que los Gobiernos implementen políticas específicas contra la desinformación. No obstante, estas no solo deben ir en consonancia con los derechos humanos y la integridad democrática, sino que han de contribuir a preservarlos. Este es también el enfoque que la Unión Europea lleva adoptando desde hace cinco años, aunque el camino está siendo muy espinoso.
La estrategia de la Unión Europea contra la desinformación
La UE se está mostrando resuelta a combatir la desinformación, haciendo hincapié en la injerencia extranjera y los discursos de odio. Desde 2015, esp...
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