Afirmaba Aristóteles que la mejor virtud política es la prudencia. A veces es mejor dar marcha atrás para poder coger carrerilla. Los últimos comicios autonómicos y municipales han obligado al PSOE, con rotundidad y sin contemplaciones, a imponerse a sí mismo la urgente necesidad de no actuar con ligereza en los próximos meses y arbitrar un proceso sereno y pausado de reajuste dentro de su casa y también en relación con la ciudadanía. La comprensible sospecha de que en diez meses sería casi un milagro recuperar la confianza del electorado de izquierda, ha provocado decisiones tan sabias y calculadas como la de la actual Ministra de Defensa, Carme Chacón, de renunciar a presentarse como cabecera de listas en las próximas primarias. Lo contrario, hubiera supuesto agotar un precioso cartucho que bien puede dispararse en posteriores comicios. Chacón representa la renovación, un rostro nuevo, una voz femenina que ha demostrado confianza y determinación de cara a la opinión pública. Rubalcaba, por el contrario, ejemplifica la vieja guardia del césar, taimada y curtida, pero con un cierto agotamiento mediático y profesional. Presentarlo como candidato en marzo de 2012 otorgaría una sensación de continuidad y estabilidad, aunque con un riesgo evidente de cara a las urnas. Rubalcaba recuerda demasiado a Zapatero, pese a que las encuestas le regalen una credibilidad pública más que suficiente. La estrategia está sobre la mesa. Cruzar los dedos en marzo y esperar sabiamente a que el partido reajuste a largo plazo su lugar dentro del panorama político. La tarea que le espera no es pequeña. Debe recuperar la confianza de la ciudadanía, hacer limpieza dentro de casa, buscando el mayor consenso posible, y dar un par de capas de pintura a su biblia ideológica. Nada más y nada menos.
El primer paso, además de inteligente, es honesto. El PSOE ha escuchado a una ciudadanía que le increpa: somos progresistas, pero no vamos a tolerar los excesos de vuestra política económica; o reaccionáis o no os renovaremos la confianza. Desde hoy deberán ponerse manos a la obra para crear un programa creíble y transparente que haga compatible el crecimiento de empleo, la sostenibilidad de los servicios sociales y la creación de nuevos modelos de mercado que devuelvan la confianza no solo a los ciudadanos, sino también a nuestros socios europeos. Por otro lado -y esta demanda es realmente apremiante-, el PSOE debe empezar a entusiasmar a los ciudadanos a través de canales de comunicación que huyan del solipsismo mediático. La gente está harta de los mismos discursos en los mismos centros de información. Necesita sabia nueva e ideas nuevas, que broten no solo de los partidos, sino también de la participación del pueblo en las decisiones que les interesan. En este sentido, los progresistas deberían abanderar un nuevo tipo de relación con los ciudadanos a través de las redes sociales (el nuevo ágora del siglo XXI), pero también recuperando el potencial creativo de asociaciones de vecinos, plataformas ciudadanas, ONGs, asociaciones de empresarios, grupos culturales, etcétera. Reavivar el asamblearismo de los inicios de nuestra democracia, la implicación con una demanda ciudadana que está creciendo lentamente pero con fuerza en Internet y en las calles, que posee un marcado talante reformista y que pide de una vez por todas romper con el autismo y el verticalismo de los partidos y orquestar un sistema electoral más benigno con las minorías parlamentarias.
No va a ser fácil ni inmediato, pero es lo que hay que hacer. De lo contrario, la izquierda no hará sino ahondar aún más en ese centrismo gris que lo emparentará con su oponente conservador.
Ramón Besonías Román