En el marco del proceso de acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, la Secretaria de Comercio de este último país visitó la isla hace unos pocos días, pero los resultados no fueron los que la administración norteamericana esperaba. Los responsables de que esto sucediera fueron los cubanos, quienes se plantaron, con toda la dignidad que les caracteriza, ante la prepotencia que exhiben sus vecinos del norte.
En primer lugar, dejaron claro que el principal obstáculo para que las relaciones entre los dos países progresen, en todos los niveles, inclusive el del comercio, es el levantamiento del bloqueo.
No son posibles relaciones respetuosas entre las naciones si una agrede a la otra de cualquier manera, y el bloqueo es una agresión de los Estados Unidos hacia Cuba. Como bien indica la parte cubana, en la isla tienen muy claro lo complicado que es remover la legislación que se ha establecido al respecto en el Congreso norteamericano. Pero también es cierto que el presidente Obama puede hacer más y, si no lo hace, es porque no quiere.
¿Por qué no habría de querer Barak Obama que avanzara un proceso de distención en el que él mismo es un protagonista estelar? Muy sencillo: porque Obama quiere tener el bloqueo en la mano como en su tiempo tuvo el garrote Theodore Roosevelt: si no haces lo que yo quiero, garrote; es decir, no levanto el bloqueo.
¿Qué quiere Obama para levantar el bloqueo? Desde el inicio lo ha dicho abiertamente y sin ningún tapujo: lograr lo que en más de 50 años no logró por las malas, es decir, que Cuba renuncie a su modelo de desarrollo y abandone el socialismo.
Como no podía ser de otra forma, la Secretaria de Comercio norteamericana hizo planteamientos a los cubanos que van en esa línea. A ellos, dijo en La Habana, lo que les interesa es que la cooperación y las inversiones fluyan hacia Cuba pero no a donde el gobierno soberano de la isla lo decida, sino a donde a ellos les interesa, es decir, hacia el sector social que quieren fortalecer para crear una alternativa política opositora: al incipiente sector privado, el del “cuentapropismo”. Es decir, la de empoderar sectores sociales que podrían apoyar un cambio político interno.
La estrategia norteamericana en este sentido tiene muchas aristas. Una es la que aquí reseñamos, pero otras han sido ya claramente planteadas: ganar a los cubanos por la cultura, por la seducción de las industrias culturales y propalar a través suyo los valores de la sociedad de consumo. Confían en que dicha estrategia ha tenido éxito en Europa del Este y piensan repetir aquí.
Es, ciertamente, un reto formidable para la sociedad cubana, y ellos mismos lo admiten, sobre todo en una sociedad en la que se ha vivido tan ascéticamente durante tanto tiempo. Los jóvenes son los principales destinatarios de tales políticas.
Se están moviendo mucho los norteamericanos en distintas direcciones. El ámbito del periodismo es otro. Promueven jornadas de adiestramiento sobre lo que han dado en llamar el periodismo de barrio, al que invitan y acuden jóvenes interesados en utilizar las redes sociales con fines políticos. Buscan encontrar sustitutos de quienes se han desgastado y perdido relumbrón, como la bloguera Yoani Sánchez. En Alemania reunieron a un grupo de muchachos recientemente con estos fines.
Ya lo había dicho Obama: “…no podemos continuar usando las mismas formas de hacer política y esperar que haya resultados diferentes”.
La misma política de inicios del siglo XX: la zanahoria y el garrote. No cambian nada estos norteamericanos.
*Rafael Cuevas Molina. Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas.
Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.
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