Pero los mismos diseñadores reconocen que el plan tiene dos puntos débiles: el primero es la impresionante fuerza del boicot ciudadano español y sus efectos sobre la moral de los independentistas y la opinión pública catalana, y el segundo es la temida organización y reacción de la parte de la población catalana que rechaza la independencia y quiere seguir vinculada a España.
El boicot es el arma más temida por el independentismo porque actúa secretamente, sin aspavientos, pero causando daños enormes en la economía, provocando la huida de las empresas y lanzando a los ciudadanos, con gran fuerza, el mensaje de que la independencia trae consigo la ruína.
El segundo gran riesgo de la estrategia independentista es la organización y reacción de los catalanes que desean seguir siendo españoles. Si éstos, en lugar de amedrentarse se organizan y salen a las calles, plantando cara a los rebeldes, el mundo interpretará que el catalán es un conflicto entre dos bandos y no una rebelión popular mayoritaria y entenderá que España trate el drama catalán como un asunto interno.
Al gobierno de Rajoy le conviene conocer al dedillo esta estrategia diseñada por el ala dura del independentismo para poder frenarla con inteligencia y eficacia. Debe abandonar la indolencia y los miramientos actuales ante los desafíos catalanistas y asumir con plenitud que el independentismo ha declarado la guerra al Estado español y a los españoles, a los que odia y con los que no quiere compartir su existencia futura.
Francisco Rubiales