La estrella de david

Publicado el 03 diciembre 2012 por Francescbon @francescbon
John Self deja de ser un nick y debajo aflora un señor. Siempre había pensado que, en realidad se trataba de Scarlett Johansson, una vez mal digerido el disco donde versioneaba a Tom Waits. Pero qué hacía chica tan delicada al lado de canciones que chorrean garrafón, pero no garrafón porque no haya cuartos, garrafón porque el alcohol bueno se ha agotado en la taberna, si es que Tom, avisa cuando vayas a venir con tanta gente.Debajo de John surge Tuli Marquez, en plataforma Wordpress (me da qué pensar, pero no) con cosas diferentes y con como una especie de intención de ser el mismo sátrapa de siempre pero con cara de tipo serio. Yo estoy metido en una de esas lecturas que justifican una especie de reseña in progress, lo cual es cómodo que te cagas. Pues si los americanos dicen, con las mismas palabras, un 30% más (hay un error matemático implícito en esta operación, pero no voy a aburrir a las ovejas desvelándolo), pues yo voy y me aprovecho y uso un libro no para uno, sino para hasta tres posts. David Foster Wallace no sólo tiene nombre que me evoca cerveza australiana de bastante leve textura, y apellido compuesto o nombre compuesto (como Scott Fitzgerald, como Madox Ford) que vuelve loco a uno en los estantes de la biblioteca (a veces los veinte metros que hay entre la F y la W son una auténtica frontera mental). También se suicidó, y sobre su suicidio versa un reciente libro de ensayos de Jonathan Franzen (el círculo se cierra, pues es otro que me ha permitido dos o más posts cuando he leído sus maravillosas novelas). O sea, los ensayos de Foster Wallace en Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer son escandalosamente generosos en información de todos los niveles sobre la cultura americana. Son amenos, no son banales, son profusos en ramificaciones y notas al pie (descomunales, marca de la casa), y me empujan a llorar y llorar a moco tendido, a pensar que un gilipollas como El Arrebato debería guardar respeto a quien fue oficialmente el único tipo en el planeta que llevaba un pañuelo en la cabeza con dignidad, y a seguir llorando. El teclado puede ser atacado si los lacrimales tienen sustancia ácida. No estoy seguro de ello, mejor dejo de escribir.

El  auténtico genio de la lámpara