El estudio de los lapsus es el estudio de la psicología de los errores cotidianos, cuando realizamos cosas sencillas, automáticamente cometemos pequeños errores que suelen ser fáciles de descubrir. Son el resultado de nuestra falta de atención en la acción que realizamos, estos lapsus no suelen producirse cuando estamos aprendiendo algo nuevo, ya que nuestra atención está muy centrada en la tarea.
En general, la gente sólo puede hacer una cosa de forma consciente al mismo tiempo, pero hablamos mientras andamos, conducimos mientras escuchamos la radio… esto es posible porque la mayor parte de las cosas que realizamos son automáticas no requieren nuestra atención consciente.
Los lapsus se pueden clasificar en:
- Errores de captación: “Una vez estaba utilizando una fotocopiadora y contando las páginas. Conté como sigue: 1,2,3,4,5,6,7, sota , caballo y rey. Hacía poco que había estado jugando a las cartas.”
En este caso una actividad que realizamos frecuentemente sustituye la acción que queríamos realizar.
- Errores de descripción: Cuando sacamos la leche de la nevera y al guardarla la metemos en la despensa.
Los errores de descripción llevan a realizar la acción correcta con el objeto incorrecto.
- Errores por activación asociativa: Aquí se englobarían muchos de los lapsus de Mariano Rajoy como el descrito anteriormente.
Una idea que no queríamos expresar, se asocia a lo que si queremos decir y acabamos diciendo lo que no queríamos. O dos ideas se mezclan y se descolocan como en el caso del “Somos sentimientos y tenemos seres humanos". Mi consejo para Mariano Rajoy es que debe prestar mayor atención a lo que dice en cada momento en vez de estar anticipandose mentalmente a lo que va a decir a continuación.
- Errores por pérdida de activación: Cuántas veces no os habrá pasado ir muy seguros a la cocina a hacer algo y al llegar pensar: “¿qué venía a hacer yo aquí?”.
Es uno de los lapsus más frecuentes, consiste en olvidar algo que se ha de hacer. Lo curioso de este lapsus es que olvidamos el acto pero la acción continua sin dificultad, olvidamos que teníamos que hacer pero no que íbamos a hacer algo y dónde queríamos hacerlo.
Como hemos señalado los lapsus por suerte son fáciles de detectar aunque la sensación que nos generan es de cierta estupidez, como cuando vas al coche intentas abrir y la puerta no se abre, pruebas a meter la llave y la puerta sigue sin abrirse. Luego intentas tirar de la puerta no sea que cuele y se abra, después llegas a la conclusión de que esa puerta debe estar mal cerrada y te diriges a la puerta del copiloto, momento en el que te das cuenta de que no es tu coche, te invade entonces un sentimiento de vegüenza y muy disimuladamente compruebas que nadie haya sido testigo de tamaña gilipollez. Si te vuelve a pasar piensa que no estas sólo, los lapsus son una estupidez compartida por la especie humana.
Para evitar que los lapsus generen problemas importantes de pérdida de información relevante, los creadores de ordenadores han implementado varios sistemas de seguridad . El primero de ellos es la confirmación de que se ejecute la orden, especialmente cuando el acto puede destruir una parte de la memoria. Lo malo de esa petición de confirmación es que se produce en el momento más inadecuado, justo después de que la persona haya iniciado la acción y mientras todavía está contentísima con la opción escogida.
La secuencia sería:
Usuario: Eliminar “ mi obra más importante”.
Ordenador: ¿Estas seguro de eliminar “mi obra más importante”?
Usuario: Si.
Ordenador: ¿Estas seguro?.
Usuario: Si, claro.
Ordenador: Queda eliminada “mi obra más importante”.
Usuario: ¡Coño, mierda!.
Por suerte, los creadores de ordenadores son conscientes de nuestra escasa capacidad de concentración y contamos con otro sistema de seguridad más permanente que es la papelera de reciclaje.
Las equivocaciones por el contrario, son resultado de deliberaciones conscientes. Muchas equivocaciones son producto de nuestra confianza en las experiencias previas, tendiendo de esta forma a generalizar. La generalización es muy útil en la mayoría de las situaciones que afrontamos diariamente pero ante situaciones nuevas puede ser objeto de graves equivocaciones: Oímos un ruido parecido a un disparo y racionalizamos generalizando “Será el tubo de escape”. Seguro que tendremos razón porque siempre ha sido así, pero el día que no la tenemos nuestras explicaciones nos parecen estúpidas y difíciles de justificar.
Aunque según parece los principios de la racionalidad se violan con tanta frecuencia como se cumplen, seguimos aferrándonos a la idea de que el pensamiento humano debería ser racional, lógico y ordenado.
Fuente: La psicología de los objetos cotidianos. Bilbao. Nerea 1990.