El pasado 6 de octubre, Mariano Tovar tuvo a bien publicar en su blog Zona Roja del diario As, un artículo sobre los San Francisco 49ers que un servidor escribió para su sección Tribuna Libre. Le agradezco sinceramente los elogios recibidos. A pesar de la trabajada victoria de los 49ers durante este último fin de semana, la situación apenas ha variado.
Decía el tango de Gardel que "veinte años no es nada", aunque apostaría, doble contra sencillo, a que ningún fan de los 49ers piensa lo mismo. Los seguidores del equipo de San Francisco llevan esperando, con una mal llevada tranquilidad, más de quince inviernos y, a estas alturas, es más que probable que muchos estuvieran de acuerdo en cumplir ese plazo siempre y cuando se les garantizara que para esa fecha tendrían un equipo consolidado. Y es que una mayoría creciente de sus incondicionales apenas pueden recordar cuando fue la última vez que su equipo les dio una alegría. Si estuviéramos hablando de equipos que jamás han destacado, el suceso pasaría por mera rutina, pero tratándose de una de las franquicias más aclamadas de la NFL, ganadora de cinco Super Bowls -únicamente superados por los seis de los Steelers-, es difícil explicar por qué el rendimiento de los 49ers apenas ha sido el de un equipo vulgar, anodino, del montón y, lo que es peor, acomodado en la derrota.
Los memorables años ochenta supusieron para los niners la época dorada de sus franquicia. En ese periodo consiguieron cuatro de sus cinco títulos y en toda la década solo faltaron a los playoffs en dos ocasiones. Disfrutaron, disfrutamos, de los Joe Montana, Ronnie Loft, Steve Young o Jerry Rice y, bajo la dirección de Bill Walsh dejaron grabada en la historia de la NFL con letras de oro aquella brillante West Coast Offense (WCO), jamás superada por ningún otro equipo. Con estos mimbres, a nadie extrañará que, al margen de otras preferencias, los the Red and Gold, ocupen un lugar imborrable en el corazón de los que por entonces nos aficionamos a esto del fútbol americano. Pero tarde o temprano, los tiempos de las vacas flacas siempre acaban por llegar y San Francisco no ha sido una excepción. Exceptuando la última Super Bowl conquistada por 49 a 26 contra los San Diego Chargers en el Joe Robbie Stadium de Miami (1995) en lo que ahora podemos considerar el último canto del cisne, el deambular de los bay bombers por la competición ha sido francamente decepcionante. Desde esa fecha, únicamente en dos ocasiones el equipo ha superado la regular season para caer eliminados a las primeras de cambio (contra Green Bay en el 2001 y un año después a manos de los Tampa Bay), más allá, el desierto. Y como acostumbra a suceder cada vez que un gigante se desploma, aficionados, técnicos, directivos y comentaristas aún no pueden hallar una explicación lógica a tanto desatino cometido.
Hoy la historia vuelve a repetirse. Una afición emocionada, una pretemporada ilusionante, un roster que transmitía solidez, un cuerpo técnico liderado por Mike Singletary, un exprofesional con toda la experiencia que el proyecto requería, un quarterback definido, un cuerpo de receptores compensado, unos running backs capaces de penetrar las defensas rivales con garantías y... un inicio de 0-4, decepcionantemente habitual. Las primeras cabezas ya han empezado a rodar y la de Jimmy Raye, excoordinador defensivo, lo hizo con soltura, sin apenas entender por qué razón ha corrido dicha suerte. Para todos aquellos que seguimos con el rabillo del ojo a los 49ers, todo esto es un película ya vista anteriormente pero no por ello dejamos de sentir la decepción que desde la bella ciudad de San Francisco nos llega.