La Europa insolidaria

Publicado el 29 marzo 2020 por Abel Ros

El otro día, recibí un correo de Lorenzo, un periodista de las tripas italianas. Me comentaba que estaba inmerso en un reportaje sobre economía y coronavirus. Me envío el borrador para que lo leyera e hiciese algún, que otro, comentario. Le pregunté por los suyos. Me dijo que Piero, un compañero de la redacción, estaba ingresado por el bicho. Y que su primo Luciano se hallaba muy enfermo en un hospital de Lombardía. "Son malos tiempos para la especie", me dijo. Imprimí su texto, cogí un subrayador y leí atentamente sus ideas. A través de él, Lorenzo hacía un paralelismo entre la crisis del 2008 y lo que supondrá la catástrofe económica postcoronavirus. En el artículo, abría el debate sobre la ruptura, o no, de la Unión Europea. Una Europa - decía en su texto - insolidaria y desequilibrada. Me comentaba que no interesaba navegar en un barco dividido entre calderas y violines.

Si no hubiese sido por la Troika, los hombres de negro y todo ese establishment de burócratas económicos, hoy otro gallo cantaría en los corrales de Europa. El viraje de Zapatero, por los dictámenes de Merkel, supuso el kilómetro cero del desmantelamiento del Estado del Bienestar. Un desmantelamiento, sin escrúpulos, que alcanzó, como saben, la cúspide con las políticas de Rajoy. Durante cuatro años, el neoliberalismo europeo ninguneó a los estados en favor de los mercados. Recortes que sufrimos los de abajo y que enfermaron, al borde la muerte, a la clase media española. Y todo para que la Europa, a dos velocidades, siguiera en pie de cara a la galería. Fueron tiempos de castigos, y amenazas, a quienes se encontraban moribundos en medio de la cuneta. Así de duro, sin remordimientos - y todo por alimentar el ego de los gigantes - España, Italia, Grecia y Portugal fueron, como saben, los patitos feos de un contrato entre partes desiguales, llamado Unión Europea.

Hoy, con una nueva crisis económica encima de la mesa, afloran las debilidades y vergüenzas del ayer. Una vez más, Alemania y Holanda - los fuertes del chiringuito - no están por la labor de allanar el camino a los más necesitados. Y, una vez más, el estribillo de los recortes y sanciones vuelve a sonar con fuerza en los aposentos de Bruselas. Llegados a este punto: ¿merece la pena que sigamos la partida? Merece la pena que continuemos en Europa. En una Europa - sin Gran Bretaña - donde China más que un enemigo se convierte en aliado. La crisis del coronavirus ha puesto en valor el tablero global. Un tablero donde China se proclama como un socio preferente para España. Un socio que vela porque nuestra economía salga a flote a diferencia de Alemania y Holanda, por ejemplo. Cada día que pasa, la Unión Europea carece de sentido. Y carece porque de nada sirve hacer sacrificios en beneficio de unos pocos. En un tablero internacional donde China y Estados Unidos necesita fortalecer alianzas económicas con ciertos países de Europa, no tiene sentido perder autonomía ante una unión insolidaria.