"Algún día iba a tener todos los libros del mundo, estantes y estantes llenos. Viviría en una torre hecha de libros; me pasaría el día leyendo y comiendo melocotones. Y si algún caballero con armadura se atrevía a acercarse con su blanco corcel y a rogarme que le lanzara mi trenza, lo acribillaría con huesos de melocotón hasta que se marchara."
Pocas frases como ésta definen tan bien a Calpurnia, una niña de once años que vive en Texas en 1899, junto a sus seis hermanos, todos ellos chicos. Sus padres quieren que sea una perfecta ama de casa, que aprenda a cocinar y a bordar, para poder presentarse un día en sociedad, encontrar marido. y tener muchos niños. Sin embargo, a Calpurnia no le interesa nada de eso, ni los chicos, ni las masas de pastel que le salen muy aguadas o como un chicle, ni las labores de bordado que no es capaz de acabar, ni ser una perfecta señorita. Lo único que quiere es descubrir el mundo, investigarlo y encontrar una respuesta a todos los "por qués" que encierra la naturaleza. En esa búsqueda de conocimiento la acompañará su abuelo el Capitán Tate, quien iniciará a su nieta en El Origen de las especies de Darwin y en el método científico, investigando animales y plantas a la búsqueda de nuevas especies. La novela es sencillamente una maravilla, desde el carácter indómito y curioso de Calpurnia, hasta el entrañable abuelo o la pandilla de hermanos y sus ocurrencias. Asistimos además al cambio de siglo, del XIX al XX, con numerosos avances que dejan a todos asombrados, como el teléfono, la Cola-cola o el automóvil. Quizá por ponerle alguna pega, me hubiese gustado saber más de los hermanos de Calpurnia, ya que sus historias son realmente divertidas. Ésta novela me ha recordado mucho a otra que leí de pequeña y se convirtió en una de mis favoritas: Siete chicos australianos de Ethel Turner, donde se narra también la historia de siete hermanos, aunque en éste caso bastante más traviesos que los personajes de Kelly. El personaje de Calpurnia se hace querer desde el principio, y en mi caso concreto más aún, ya que, al igual que la protagonista, siempre he sido bastante negada para las labores de la casa, no sé coser, no sé planchar... Reconforta saber que en nuestro siglo una niña puede soñar libremente con dedicarse a la ciencia e ir a la Universidad, y no tener que conformarse con casarse y tener hijos si no lo desea. Aunque no podemos olvidar que todavía hay en el mundo muchas Calpurnias, a las que se les prohibe cualquier derecho o iniciativa sólo por el hecho de ser mujeres.