La evolución del T-800 en la saga Terminator

Publicado el 29 abril 2011 por Cinefagos


 

El ciborg por excelencia, creador por Skynet, se ha convertido por derecho propio en uno de los personajes más emblemáticos del cine (al igual que Alien, Predator, Robocop, etc). No voy a hablar aquí del uso y abuso que se les hace, exprimiendo la leyenda hasta el cansancio más absoluto y casi erosionando lo que en un principio adorábamos. A Arnold Schwarzenegger le vino como anillo al dedo el papel (junto con Conan) que más fama le ha proporcionado. ¿Cómo iba a hacer un mal papel interpretando a una máquina sin sentimientos cuya única tarea es la de matar al futuro salvador de la humanidad por medio del asesinato de su madre? De ahí que el actor austriaco dejase un buen sabor de boca al público y aceptase de buen grado su nueva intervención en la secuela (de nuevo dirigida por James Cameron). Pero no acabó ahí la cosa, si no que lo volvimos a ver de nuevo en ese pseudoremake de T2 titulado Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas. Incluso en la última, hasta el momento, entrega la actual tecnología nos devolvió a un Schwarzenegger rejuvenecido y que nos recordó a su primera aparición en Terminator (cuando aparece desnudo y acaba enfrentándose a unos delincuentes).

Pero el tema que vamos a tocar es el de la evolución técnica, maquillaje incluído en algunos casos, del T-800. Sobre todo porque la cosa se ha alargado hasta cuatro intervenciones (aunque en Terminator Salvation poco lo pudimos ver hasta el final de la misma). 

 Terminator (1984)

Nos encontramos en el año 1984. A lo tonto ya han pasado veintisiete años desde que James Cameron nos ofreció una de las sagas más importantes en cuanto a los viajes temporales. Como todos sabemos -o tendríamos que saber- los efectos digitales todavía no habían hecho acto de presencia, aunque un año después El Secreto de la Pirámide tendría una escena donde un caballero medieval formado de cristales estrenaría dicho efecto (aquí podéis ver una imagen). En aquel entonces Stan Winston jugaba con lo que tenía, de ahí que al mostrar el interior del T-800, más concretamente el ojo que había sufrido desperfectos, optase por una réplica de la cabeza de Arnold. Látex, he ahí la cuestión. Si bien ahora puede parecernos “cutre”, teniendo en mente lo que ahora vemos en las películas actuales, en aquellos tiempos no había lugar a dudas de que el trabajo de Winston era excelente. Ése ojo rojo, propio de una máquina al fin y al cabo, sería el santo y seña de la saga a la hora de mostrar a nuestro villano, reconvertido más tarde en héroe.

Dicho detalle se pudo ver en dos escenas concretas. Cuando el T-800 está intentando arreglarse en un apartamento de los daños sufridos y hacia la recta final de la película (persiguiendo con un camión a Sarah Connor y Kyle Reese).

No fué hasta el final de la película que pudimos disfrutar del endoesqueleto del T-800 en su totalidad (anteriormente sólo habíamos podido disfrutar del mencionado ojo y el arreglo de una de sus manos. Algo que en la segunda entrega se amplió hasta el brazo entero -en una de las escenas más impactantes de la pelicula). Winston optó por darle vida de diferentes maneras. Una de ellas al más puro estilo stop-motion (sobre todo cuando el plano era completo y los movimientos hacían acto de presencia -véase andar-), y otra con piezas reales en los planos cortos (sea la cabeza, brazos o piernas). Su fuerza visual y el impacto que acabó dejando huella en el espectador fué lo que finalmente acabó convirtiéndolo en un personaje mítico de la ciencia-ficción (y por extensión en el cine en general).

Terminator 2: Judgment Day (1992)

Ocho estuvo fuera de juego el bueno del T-800 (hay que recordar que durante la saga se han conocido otros más, como los T-600, T-850, T-1000 -otro bien conocido- o TX), denominado originariamente como “organimo cibernético”. Nos encontramos en 1992 y el director de Aliens demostró algo que en pocas ocasiones se suele hacer. Hay secuelas buenas, e incluso excelentes. Terminator 2 es para muchos bastante superior a la película original, y es que sus virtudes son muchas.

Arnold dejaba aparte su papel de perseguidor, de villano, y se convertía en el protector de John Connor -y de rebote de su progenitora-. Si bien los efectos especiales digitales (de las primeras películas que sacaban el máximo partido -con el tiempo se ha convertido en punto de referencia-) recayeron en su mayoría en el T-1000 (gran labor de Robert Patrick), el T-800 volvía a mostrar lo que era realmente, una vez más a través de su rostro (aunque previamente pudimos ver uno de sus brazos al “descubierto”). Carne, piel (viva y cultivada) y órganos falsos, emulando lo que los humanos tenemos de serie (bueno, él también, pero ya nos entendemos).

Centrándonos en el modelo T-800, que es el fin de este artículo, nos encontramos con que Arnold Schwarzenegger tenía 45 años en su haber (mientras que en la anterior película poseía 37). El tiempo se va notando y parece ser que Skynet no le hace ascos a que su matón articulado vaya avanzando en edad, por lo menos en cuanto a físico se refiere. Si bien es cierto que eso no llega a ser, ni de lejos, algo negativo.

Una vez más los tiempos, y el presupuesto, avanzan. Nuestro modelo preferido nos obsequia con no pocos momentos espectaculares y haciendo frente a un modelo, de nombre T-1000, que le pondrá las cosas difíciles hasta el último momento. Escenas como cuando nuestro héroe tiene que convencer a Miles Dyson de que viene del futuro y que no es precisamente humano (arrancándose la piel del brazo y dejando al descubierto su endoesqueleto) o de nuevo hacia el final de la película, sufriendo innumerables daños por parte del T-1000 (destrozándole parte de la cara por medio de unas vigas de hierro), dejan bien claro que algunas cosas siguen estando ahí como punto referente.

Arnold llevará una prótesis en media cara que dejará de lado lo que se vio en la primera entrega. Se prescindirá de ese doble de látex (más concretamente la cabeza) para insuflar más realismo y que el espectador pueda creer que lo que está viendo podría vivirlo en sus propias carnes. Mención aparte merece el sacrificio de Arnold al final de la película, con un dramatismo (me pongo como ejemplo) que pudo provocar más de una lagrimilla.

Terminator 3: Rise of The Machines (2003)

Llegamos a la tercera y horrible entrega (sólo se salvan algunos pequeños momentos), levemente mejorada por la que protagonizó Christian Bale (y eso que no es para tirar cohetes en líneas generales). El ex-presidente de California contaba en esta ocasión con 56 años, y si comparamos las imágenes que hay en este especial comprobaremos el cambio físico que se produjo en él (sobre todo en su rostro). Incluso al principio de la película, cuando de nuevo viaja en el tiempo para -nuevamente- proteger a John Connor, su cuerpo sufrió alguna que otra modificación por medio de la actual tecnología (vamos, que le aplicaron un poco de chapa y pintura con el efecto digital de rigor).

Una vez más la lucha es encarnizada entre el T-850 (se cambió la numeración, pero realmente no hay muchas diferencias tanto externa como internamente) y el nuevo -y mejorado- modelo que quiere acabar con la raza humana, el T-X (interpretado por Kristanna Locken). Los desperfectos se van sucediendo y en esta ocasión, aparte del famoso ojo rojo y parte de la cara, podemos ver como un trozo de barbilla metálica es ofrecida a los aficionados de la saga.

Ésta sería la tercera y última aparición de Arnold Schwarzenegger encarnando al ciborg futurista. Aunque su estela era tan alargada que, como vamos a poder ver a continuación, era casi inevitable su intervención (por otros medios) en la película dirigida por McG.

Terminator Salvation (2009)

Si bien el impresionante físico de Arnold ya está prácticamente por los suelos (la edad no perdona a nadie, tengas el estatus que tengas), siempre hay otros medios y fórmulas para que renazca de sus cenizas. Un poco de efecto digital por aquí y otro poco de efecto digital por allá, y acabamos teniendo a un T-800 con energías renovadas. Uno que le pone las cosas difíciles, bien difíciles, a John Connor (Chrisitan Bale) y Marcus Wright (Sam Whortington). Posiblemente, al no estar del lado de los “buenos”, acabe recuperando esa energía y en cierta forma el terror que se pudo ver en 1984. No hizo falta que el T-800 pudiese modificar su cuerpo (como hacían el T-1000 y el T-X -también conocida como Terminatrix), simplemente el cuerpo fornido y la cara de pocos amigos bastó para que Connor y Wright no tuviesen muy clara su supervivencia.

Si bien el endoesqueleto había sido visto de nuevo al principio de Terminator 2 (con un John Connor ya dirigiendo a la resistencia), no fué hasta esta entrega que pudimos disfrutar de más de un modelo en plena faena. Si bien hay que recordar que Synet creó al T-800 para infiltrarse en los nidos humanos y destruirlos. Modelos anteriores eran descubiertos casi al instante, pero el que todos conocemos había conseguido una mimetización perfecta, y hasta el último segundo -cuando ya estaba cumpliendo su misión destructiva- los humanos no sabían con quien se la estaban jugando. ¿Para qué iba a querer una máquina imitar el aspecto humano -piel, tejidos, etc- si no era por una causa analizada? De ahí que algunos endoesqueletos (los que dirigían a los humanos como ganado) sean los “antepasados” del T-800 pero con diferencias destacables (maniobravilidad limitada por poner un ejemplo).

El cuerpo digital de Arnold acaba desapareciendo, como tenía que ser, dejando al descubierto esa máquina de eliminación masiva. Ahora, libre de las limitaciones de 1984, la era digital nos ofrece un T-800 con una movilidad excelente que a más de uno pudo dejar con la boca abierta.