La experiencia dramática, por Sergio Chejfec

Publicado el 26 octubre 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Candaya. 171 páginas. 1ª edición argentina de 2012, esta edición española es de 2013.
Hace unos meses fui a la presentación, en la librería-bar Tipos infames de Malasaña, de Modo linterna, el nuevo libro de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956). Estuve también conversando a través de facebook con los editores de Candaya y me enviaron a casa La experiencia dramática, que fue la novela que Chejfec había publicado inmediatamente antes que Modo linterna.
Félix ha quedado a tomar un café y dar un paseo con Rose. Félix es un extranjero en la ciudad de Rose y normalmente le gusta que sea ella quien determine el recorrido de la caminata. Conversan, y las apreciaciones sobre los términos de la conversación constituyen el cuerpo de la novela. Las palabras pronunciadas por uno o por otro generan evocaciones y asociaciones de recuerdos e ideas diferentes en cada uno de ellos. Uno piensa que cuando habla de un tema la reacción de la otra persona se debe a un motivo que extrae de su propia experiencia, pero el lector sabrá –gracias a la información que le suministra el narrador– que la comentada reacción se debe a un motivo diferente al que cree su interlocutor, a un motivo que parte de una experiencia previa que la otra persona desconoce. A lo largo de 170 páginas dos personas pasean por las calles de una ciudad indeterminada y conversan. Pero el lector no conocerá sus diálogos, sino que el narrador le informará de los temas tratados y sobre todo de las características de la recepción y de las evocaciones que las palabras tienen en cada una de las dos personas.
Muchos de los temas tratados en Modo linterna se encuentran también en La experiencia dramática, como por ejemplo el de la relación que establecen las personas con la tecnología en el momento histórico que les toca vivir. Así, en las primeras páginas de esta novela, Félix (uno de los dos personajes principales) recuerda un anécdota: un cura, para explicar, durante su sermón, cuál es la idea que tiene de Dios, recurre a compararlo con Google Maps. “Puede observar desde arriba y desde los costados, es capaz de abarcar con la mirada un continente o enfocarse en una casa, hasta hacer zoom sobre el patio de una casa” (pág. 7). Félix recuerda a menudo esta anécdota y para él pasear por la ciudad se ha convertido en una experiencia nueva, en tanto que antes de caminar por una calle observa el recorrido en Google Maps y su paseo le sirve para corroborar la realidad de la pantalla.
Otro de los temas de Chejfec sería el del urbanismo. El trazado y las características de las calles por las que transitan los personajes de la novela son profusamente descritos. Hacia el final llegarán al barrio de los galpones abandonados, uno de los lugares preferidos de Félix: “Es precisamente este paisaje de desolación embellecida, unido al frío, el motivo de su resistencia, sencillamente porque no siempre tiene ganas de hacer un esfuerzo y descubrir lo bello de lo estropeado, o lo sugestivo en la devastación y el abandono. Muchas veces Rose prefiere caminar simplemente por sitios que no le demanden grandes esfuerzos para agregar, o anular, elementos o atributos al paisaje” (págs. 134-135).
Y por supuesto el gran tema de Chejfec sería el de la percepción de la realidad: cómo lo que vemos nos hace evocar una serie de recuerdos según nuestra experiencia, cómo percibimos al otro que camina a nuestro lado, y cómo el otro nos percibe a nosotros. Las diferencias de análisis, las incomprensiones, la incapacidad de saber qué es exactamente lo que provocan nuestras palabras en el otro durante una conversación. Y éste sería el misterio o el tema central de La experiencia dramática. Además de Félix y Rose, un tercer personaje aparece en este libro: el marido de Rose, cada vez más aislado del mundo.
Rose es actriz y en unas semanas tendrá que exponer en una clase de interpretación la que considera que ha sido la experiencia dramática de su vida, esa experiencia determinante por la que ha sido marcada. Gran parte de la conversación que tiene lugar en la novela versará sobre qué considera cada uno una experiencia dramática. “En general, sólo después de haber pasado por ella, a veces mucho después, es posible señalarla como experiencia dramática y reconstruir el momento previo, el que ha servido de antesala o escenario –hasta entonces toda la historia es una línea insegura de puntos–” (pág. 71).
Debería apuntar ya que La experiencia dramática está escrita como un homenaje a Juan José Saer, escritor del que Chejfec se considera gran admirador; y más concretamente este libro es un homenaje directo a la novela Glosa de Saer. En Glosa dos personas pasean también por una ciudad y conversan sobre lo que aconteció en una fiesta a la que ninguno de los dos pudo asistir: la interpretación de lo que les contaron, lo que imaginan que sucedió… Sin embargo, en Glosa hay un componente político que no existe en La experiencia dramática y Chejfec desarrolla en su novela dos temas que de los que no se ocupa (la tecnología y el urbanismo). La filiación entre una obra y otra es clara: cuál es nuestra percepción del otro, de sus palabras, en qué pensamos al mirar, qué nos evoca lo que vemos, lo que escuchamos… En este sentido los planteamientos estéticos tanto de Saer como de Chejfec son bastante filosóficos.
Me ha llamado la atención en La experiencia dramática que al principio no tenía clara cuál era el tipo de relación que existía entre Félix y Rose. Es alcanzada ya la página 138 –de una novela de 171– cuando el lector descubre que son amantes, que mantienen relaciones sexuales de forma habitual en ese barrio de los galpones, entrando en uno de sus edificios abandonado. Y éste es un tema tratado de forma extraña en el libro, de una forma llamativamente elusiva: “Al fin y al cabo, dado que allí las cosas se presentan como más permanentes, cualquier cosa que hagan con sus cuerpos les parecerá extremadamente pasajero y por tanto de una naturaleza que bordea lo furtivo. Más tarde, cuando Félix se retira de Rose tiene la sensación de que el acto, lejos de acercarlos, acaba de separarlos un poco” (pág. 138). De nuevo, el narrador nos describe las percepciones de los protagonistas del entorno urbano, de su distancia entre ellos, y no hay ninguna consideración sobre los cuerpos o sobre el deseo. Esto ya lo había pensado antes: durante un gran número de páginas Félix y Rose caminan por la ciudad, y el narrador nos informa sobre las distintas percepciones que tiene cada uno de las palabras y los gestos del otro, pero en estas apreciaciones no hay ninguna consideración sexual, cuando yo apuntaría que en la realidad la consideración sexual del otro (de forma consciente o inconsciente) define en gran parte el modo de percibirle, y más cuando la conversación transcurre entre amantes. Esta última apreciación hace, en gran parte, que La experiencia dramática se lea como una narración fría, muy cerebral. Chejfec es un escritor inteligente, de prosa elegante y algunas de sus reflexiones en la narración sobre los cambios en la percepción de las personas que supone la tecnología o el espacio físico son muy originales, fascinantes –como la comentada sobre Google Maps–, pero en algunos casos otras apreciaciones sobre el peso de los recuerdos, por ejemplo, se leen como digresiones extrañas, imprevisibles. Ha habido páginas de La experiencia dramática que me han fascinado y otras en las que he llegado a aburrirme. La experiencia dramática no es, en cualquier caso, un libro muy recomendable para leer a pequeños intervalos –metro, colas de espera, etc.–, pues requiere de un lector atento, que lea con todos los sentidos concentrados en el texto propuesto; ni será del agrado tampoco de aquellos lectores que busquen fuertes emociones narrativas (ya he comentado que ésta es una narración muy fría y cerebral), porque casi no hay hechos en esta novela; agradará a aquellos lectores dispuestos a reflexionar sobre lo real, sobre la percepción del otro o del entorno, con paciencia, de un modo moroso. Aunque la filiación con Saer es muy grande, Chejfec me parece un escritor con un interesante mundo propio; con una escritura, como ya he apuntado, inteligente y elegante, que me fascina con sus hallazgos, pero que también llega a irritarme por su obsesión por los detalles nimios y las digresiones interminables.
Es posible que vuelva con Chejfec. Es un autor que plantea desafíos y que no me deja indiferente.