Mucho tiempo llevaba yo sin leer nada del señor Bunker. Alguna vez he dicho por aquí que tengo en casa Perro come perro, pero que anímicamente aún no me atrevo con esa novela. Que igual cuando la lea me siento un estúpido por no leerla antes, ojo. El caso es que hace unos días tuve la oportunidad de hacerme con las novelas que me faltaban de Bunker (La fábrica de animales, Stark y Little boy blue) a través de una librera de confianza, y no desaproveché la oportunidad.
Ese mismo día me puse a leer La fábrica de animales, la segunda novela que publicó Bunker. La trama carcelera me apetecía como contrapunto a lo que estoy leyendo últimamente.
Cárceles no faltan en las novelas de Bunker, lo vemos en No hay bestia tan feroz, en Little boy blue, en Perro come perro y en los relatos reunidos en Huida del corredor de la muerte. Salvo en estos últimos relatos, todos centrados en la cárcel, en el resto de sus novelas la prisión está pero no es el eje principal de la trama. Y por supuesto hay cárcel en La fábrica de animales, donde todo ocurre en el interior de San Quintín.
Bunker conocía bien San Quintín, pasó allí encerrado algún tiempo, allí y en Folsom. Así que no sorprende lo bien que describe cada celda, cada pasillo, cada rincón de una de las prisiones más peligrosas de aquella época. La fábrica de animales es mucho más que una historia de presidiarios; es un tratado de supervivencia, una reflexión sobre el odio racial, un anhelo constante de la libertad, una enorme y contundente denuncia al sistema penitenciario y sus reglas.
Bunker divide la novela en dos tramas, en dos personajes; Ron Decker fuera de prisión y Earl Coopen dentro. Al menos así empieza la historia, porque con el paso de las páginas las dos tramas convergen y se convierten en una sola cuando al joven Decker lo metan entre rejas y conozca a Coopen. Ron es joven y guapo, algo peligroso en la cárcel, Earl es un veterano de San Quintín, y un viejo según los cánones de la prisión. Entre los dos hombres se forjara una amistad sincera y no exenta de matices. Para Ron, Earl es un guía, un protector, una figura casi paterna y un amigo donde la vida no vale absolutamente nada. Para Earl, el chico es una motivación, algo que le hace sentirse humano en un mundo de bestias, una vida joven que aún puede salvarse. Pero también es alguien a quien querer y cuidar sin que eso conlleve connotaciones sexuales (no siempre al menos), en las cárceles los sentimientos y los géneros se difuminan y el amor adopta multitud de caras.
Bunker no construye una grandísima trama, La fábrica de animales parece ser más una inmensa reflexión, una pequeña historia cargada de mensaje(s), ganas de contar lo que allí dentro sucede, que sencillamente una novela más. Las novelas de Bunker son todas un poco así. Pero en este caso desde las primeras páginas Bunker no se anda con tonterías y ataca las instituciones penitenciarias con fiereza.
Bunker arremete contra todo, como ya he dicho denuncia sistemáticamente las instituciones penitenciarias, tanto San Quintín como Foslom y Soledad, pero denuncia también el sistema judicial, al que acusa de ineficaz, hipócrita y de simple fachada sin ningún interés en la reinserción de los presos, denuncia el racismo que se promueve en el interior de las cárceles (recordemos, años 70, conflictos raciales en máximo esplendor), denuncia tanto el trato como el estado de los presos en el interior de San Quintín.
-Aquí dentro hay unos cuantos programas muy buenos –dijo el lugarteniente-. Tú mismo, puedes perder el tiempo o aprovecharlo. Aprende un oficio, ve a clase, métete en algún grupo. No estamos aquí para joderte la vida. Si tienes problemas, ven a verme. Yo te ayudaré si puedo.
Ron asintió con la cabeza, como si aceptara realmente el consejo, aunque en realidad le hubiera gustado preguntarles por el tiroteo homicida y sin sentido, y las palizas del patio de abajo. ¿Lo habían hecho para ¨ayudar¨?
Y todo eso lo hace con un estilo limpio y sereno, rico en palabras, matices y alegorías, que no deja de sorprender de un tipo que pasó un puñado de años metido entre rejas y del cual se podría esperar cierto embrutecimiento.
La fábrica de animales destila menos violencia que algunas de sus novelas más conocidas, es una historia escrita desde el resentimiento y con un mensaje quizás menos explícito visualmente pero más implícito en todos y cada uno de sus párrafos. Con unos personajes muy bien construidos, marca de la casa, a los que se llega a querer aun siendo delincuentes y convictos…
En general y vista en perspectiva, quizás sea una novelas más optimistas de Bunker, hay cierto buenismo en los personajes que choca un poco con la realidad de lo que podría ser San Quintín en aquella época. La novela desprende cierta esperanza entorno a la cárcel, parece que después de todo, Bunker quería decirnos que de algo así (y pese a todo) se puede salir. Y buena muestra de ello fue él mismo.
La fábrica de animales
Edward Bunker
Sajalín editores 2011
325 páginas.