La fábrica del precipicio

Por Juancarlos53

No soy partidario de exponer y exponerme ante los demás dando opiniones políticas. En este sentido sigo el parecer del futbolista Sergi Busquets cuando ante el follón que monta Piqué con sus manifestaciones sobre España, Cataluña, Cataluña en España, Cataluña fuera de España, y así, dice que él deja sus opiniones políticas para sí mismo. Yo, como Busquets, pienso que a nadie más que a mí importa lo que siento y pienso sobre mi país, su política y sus políticos. Pero dado el momento que vivimos creo que no puede uno ponerse de perfil.

Los últimos años han venido a convulsionar la estabilidad socio-política española basada en la Constitución de 1978; los que ya tenemos una edad pensábamos que el edificio estaba construido sobre sólidos cimientos. Pero otros había que desde hace ya mucho, mucho, tiempo estaban edificando su particular proyecto político (“Ara no toca“, decía quien fuera Honorable cuando se le preguntaba por la independencia, meta última de su catalanismo nacionalista). Nos han engañado a todos, especialmente a los ávidos políticos de los sucesivos gobiernos monclovitas que con tal de sentar sus reales allí dieron competencias varias a los nacionalismos periféricos pensando que tales concesiones eran bagatelas. En definitiva, -decían para sí demostrando su inmensa ignorancia-, ¿qué piden estos chicos: dirigir la educación, cambiar de color el uniforme de su policía, controlar algo más de dinero…? Todo era poco si a cambio uno de los dos mayoritarios partidos nacionales presidía el gobierno de la Nación.  Despreciaron los dirigentes de estas dos formaciones (PSOE y PP) que la educación es la base sobre la que se construye el futuro de una sociedad y que los garantes del orden si se ideologizan dejan al pairo la libertad de al menos una parte del pueblo al que dicen proteger.

Han pasado los años y el cesto de las competencias transferidas está prácticamente lleno. ¿Qué hacer?, se preguntan los nacionalistas. La respuesta es evidente: “Ara sí que toca!. Y más todavía si el estado central, a través de sus jueces, empieza a asfixiar a algunos políticos y a formaciones en las que militan con la exigencia de responsabilidades penales por la corrupción que casi cuarenta años de pujolismo han tejido en Catalunya.  El antaño honorable en su comparecencia ante el Parlament donde entró cual padrino de la Cossa Nostra siendo adulado por todos los miembros de Convergencia y también por los extremistas de la CUP dijo una frase que conviene no olvidar: «Si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas». Corría el año 2014 y el mensaje era claro: se hacía necesario correr en otro sentido para evitar lo que el Padre había advertido. Y aquí estamos. Sí, ya sé, también ha existido -y existe- mucha corrupción en el resto de España (PP, PSOE y otros) y los jueces también van tras ellos, pero este desgraciado idéntico comportamiento no justifica las acciones que hoy se viven en nuestro país.

Se intenta esconder lo evidente -escapar sin castigo alguno del brazo de la Ley- con toda una estrategia de agitprop que antes realizaban en forma de barricadas en la calle los de la CUP, pero que al entrar en el Parlament y apoyar a los nacionalistas de Junts pel Sí desde 2015, han introducido en las propias instituciones catalanas. Es la hora, han visto, de sacar rédito a los muchos años de ideologización en las aulas. Me sorprendo al escuchar las respuestas que algunos estudiantes jóvenes dan a la pregunta de por qué desean la independencia: ‘Así evitaremos otro Franco’, dicen con ilusionada inocencia, ignorantes de que seguramente sus padres y/o abuelos salieron alegres a recibir al dictador en cuantas visitas hizo a la Comunidad y que en el Referéndum para validar la Constitución actual los catalanes destacaron por una participación de más del 67% y una aprobación del texto de más del 90%, una de las más elevadas de toda España.

Respecto a la educación que ha sido mi campo profesional, la pregunta que se me ocurre es la de ¿quién o quiénes autorizaron esos libros de texto que falsifican la historia común que estudian esos chicos que, quizá por ello, así piensan y de tal manera muestran su ignorancia? Y ¿quién o quiénes han dado el puesto de enseñantes a los que curso tras curso han dictado lecciones de auténtica Formación del Espíritu Nacional, como envoltorio nacionalista de las diversas materias cursadas desde su más tierna infancia, a quienes hoy llenan calles y plazas?

Concluyo esta reflexión convencido de que el Estado español ha hecho durante esta etapa de la Democracia renuncia de sus obligaciones y, con tal de no chocar con el reaccionarismo nacionalista, ha obviado su responsabilidad desde el principio, -hacer efectivo el cumplimiento de las leyes-, a fin de que los gobiernos respectivos, apoyados cínicamente por los que siempre han dicho estar contra el Estado central, no cayesen. Patética y deleznable actitud, pues, la que durante 40 años de democracia han mostrado los que se dicen constitucionalistas al ignorar la behaviorista verdad que reza: “Quién no demuestra su legítima autoridad, acaba perdiéndola”. O dicho en palabras del clásico autor Don Juan Manuel tomadas de su cuento de “El Conde Lucanor” titulado ‘Lo que sucedió a un mancebo que casó con una muchacha muy rebelde’:

Si desde un principio no muestras quién eres,
nunca podrás después, cuando quisieres.