No soy partidario de exponer y exponerme ante los demás dando opiniones políticas. En este sentido sigo el parecer del futbolista Sergi Busquets cuando ante el follón que monta Piqué con sus manifestaciones sobre España, Cataluña, Cataluña en España, Cataluña fuera de España, y así, dice que él deja sus opiniones políticas para sí mismo. Yo, como Busquets, pienso que a nadie más que a mí importa lo que siento y pienso sobre mi país, su política y sus políticos. Pero dado el momento que vivimos creo que no puede uno ponerse de perfil.
Han pasado los años y el cesto de las competencias transferidas está prácticamente lleno. ¿Qué hacer?, se preguntan los nacionalistas. La respuesta es evidente: “Ara sí que toca!“. Y más todavía si el estado central, a través de sus jueces, empieza a asfixiar a algunos políticos y a formaciones en las que militan con la exigencia de responsabilidades penales por la corrupción que casi cuarenta años de pujolismo han tejido en Catalunya. El antaño honorable en su comparecencia ante el Parlament donde entró cual padrino de la Cossa Nostra siendo adulado por todos los miembros de Convergencia y también por los extremistas de la CUP dijo una frase que conviene no olvidar: «Si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas». Corría el año 2014 y el mensaje era claro: se hacía necesario correr en otro sentido para evitar lo que el Padre había advertido. Y aquí estamos. Sí, ya sé, también ha existido -y existe- mucha corrupción en el resto de España (PP, PSOE y otros) y los jueces también van tras ellos, pero este desgraciado idéntico comportamiento no justifica las acciones que hoy se viven en nuestro país.
Se intenta esconder lo evidente -escapar sin castigo alguno del brazo de la Ley- con toda una estrategia de agitprop que antes realizaban en forma de barricadas en la calle los de la CUP, pero que al entrar en el Parlament y apoyar a los nacionalistas de Junts pel Sí desde 2015, han introducido en las propias instituciones catalanas. Es la hora, han visto, de sacar rédito a los muchos años de ideologización en las aulas. Me sorprendo al escuchar las respuestas que algunos estudiantes jóvenes dan a la pregunta de por qué desean la independencia: ‘Así evitaremos otro Franco’, dicen con ilusionada inocencia, ignorantes de que seguramente sus padres y/o abuelos salieron alegres a recibir al dictador en cuantas visitas hizo a la Comunidad y que en el Referéndum para validar la Constitución actual los catalanes destacaron por una participación de más del 67% y una aprobación del texto de más del 90%, una de las más elevadas de toda España.
Respecto a la educación que ha sido mi campo profesional, la pregunta que se me ocurre es la de ¿quién o quiénes autorizaron esos libros de texto que falsifican la historia común que estudian esos chicos que, quizá por ello, así piensan y de tal manera muestran su ignorancia? Y ¿quién o quiénes han dado el puesto de enseñantes a los que curso tras curso han dictado lecciones de auténtica Formación del Espíritu Nacional, como envoltorio nacionalista de las diversas materias cursadas desde su más tierna infancia, a quienes hoy llenan calles y plazas?
Si desde un principio no muestras quién eres,
nunca podrás después, cuando quisieres.