Érase una vez un joven desgarbado que creció escuchando rock, que plasmaba, como todos, en su aspecto su actitud. Lucía ropas desgastadas, como caídas de un quinto, en lugar de vestidas, y cada vez que podía, dejaba crecer melena y los cuatro pelos que llamaba barba. Por aquel entonces, jamás se hubiera planteado usar una máquina de cortar el pelo Panasonic ni para la cara ni para la cabeza, lo primero porque sería un chiste por su escasez, lo segundo porque presumía de melenón de puntas abiertas.
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