La falacia de la experiencia
Publicado el 04 octubre 2015 por Nicolau Ballester Ferrer @ColauBallesterCuando de alguien no puede citarse otra virtud que su experiencia, se le está suponiendo un nivel intelectual no superior al del hombre de cromañón. Esto viene a colación por la apología de la nada que hace Rajoy cuando apela a votar su experiencia en las elecciones generales de diciembre. Me gustaría dejar en su sitio lo que es y qué significa tener esta cualidad.
La experiencia solo puede ser adquirida en un aspecto de la vida, y es aquel en el que privan las leyes físicas, que se repiten una y otra vez independientemente del momento, de la oportunidad y del estado anímico del individuo. Por ejemplo, si ponemos en la ensalada una hierba de inmejorable aspecto nacida, pero no sembrada, en el huerto, y a causa de su ingestión se nos despliega una horda de síntomas gastrointestinales, la experiencia nos permitirá valorar en su justa medida a esta hierba, bien para no volverla a comer, bien para que en pequeñas dosis pueda ser utilizada como laxante.
En cualquier otro aspecto de la vida humana la experiencia es un bluf. La que se le otorga gratuitamente al anciano, la que se autoconcede en amores aquel que se divorciado cuatro veces, la del político que cree en la falacia extendida de que el tiempo en un cargo es sinónimo de infalibilidad; la experiencia en el trabajo será útil si nos referimos a un trabajo mecánico, carpintero, herrero, fontanero, electricista, es decir, aquellos que saben que pillarse el dedo con un martillo o tocar dos cables que llevan corriente de 220v es, en todos los casos, desagradable. Pero en todo aquello que tenga que ver el intelecto y la razón la experiencia es vacua.
Cualquier acción suele ser precedida por una determinación y esta, por un estado de ánimo, por unas circunstancias y por un momento en el tiempo y en el espacio. Ningún resultado surgido de una acción de hace veinticinco años, lleva adherida la certeza, ni tan siquiera la probabilidad de que realizando la misma acción, con los mismos personajes y escenario los resultados resulten siquiera parecidos.
En política, resulta evidente que cualquier decisión, ley o acuerdo, puesto que vienen determinados por condiciones de tal complejidad que jamás volverán a darse, por lo que de poco sirve la experiencia del mandatario que actuó de esa manera en su momento.
En la Bolsa ocurre lo mismo, si sirviera la experiencia todos los jugadores serían multimillonarios, pero sucede que, por distintas circunstancias, lo que en un momento y en unas condiciones llevó a la subida de un valor, en otro momento, con aparentes circunstancias similares, sucede todo lo contrario.
En el amor, ni que decir tiene que los sentimientos cambian y se regeneran tanto como nuestras células, y que los aciertos y errores cometidos en una relación, indefectiblemente pueden ser cometidos nuevamente, precisamente porque las circunstancias, ni siquiera nuestros principios suelen ser los mismos en todo momento. Con el paso del tiempo, lo único que queda de aquella persona que reconocemos como a nosotros mismos es el carné de identidad y algunas fotos con cierto parecido. Nada más.
El pobre hombre, o mujer, al que sus amigos y la sociedad en general solo le otorgan el valor de la experiencia, en realidad no le están haciendo ningún regalo. Cualquier situación vivida por esta persona anciana a lo largo de su vida, de repetirse en la actualidad, el riego de equivocarse es exactamente el mismo que cuando se produjo su momento. A esta edad, la única experiencia que se tiene es la de los fenómenos físicos, que por observación —porque los estudios pueden escasear— han quedado grabados en la mente de alguien y que le concedemos el valor que le corresponde, pero caemos en el grave error de extrapolar esta natural experiencia física y confundirla con la prudencia de saber que de nada sirve para el resto de circunstancias vitales.
Señor Rajoy, si la experiencia existiera como principio de sabiduría, los recuerdos sobre su capacidad de mando nos harían votar sin duda en su contra, pero tiene la suerte de que, precisamente por no existir lo que usted pregona, tiene la oportunidad de hacer todo lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora, y empezar a comportarse con el respeto que nos merecemos los que tomamos cada instante como único e irrepetible.
Colau04/10/2015