Se asume cierta posición de superioridad moral “yo estoy por encima de naciones y banderas” frente a los cavernícolas que defienden (o defendemos) que hay un cemento que cohesiona y genera los cuerpos sociales. En cierta manera me recuerdan el “la sociedad no existe” de los neoliberales de los años 80.
Es cierto que hay una extraordinaria minoría de verdaderos ciudadanos del mundo, que se sienten identificados con la humanidad en su conjunto sin ninguna preferencia identitaria de ningún tipo. Pero no es la mayoría que se autodenomina “ciudadano del mundo”.
Hay una prueba del nueve para atrapar a un “ciudadano del mundo” de postín. ¿Defiende que la redistribución de los impuestos de, por ejemplo, en Catalunya se haga a cualquier otra región del mundo y no, curiosamente a una región española? ¿Creen que las ayudas europeas han de ir primero a ciudadanos de Europa y luego a los del resto del mundo? ¿creen que los impuestos recaudados en España se han de invertir prioritariamente (99%)… en España?
Las respuestas a estas preguntas nos demostrarán su verdadera “ciudadanía del mundo”. Se puede alegar que desde el punto de vista racional tengamos más solidaridad con los que más cerca geográficamente tenemos (si el pueblo de al lado no es del todo miserable podré hacer negocios mejor y mi vida mejorará), o que desde un punto de vista emocional somos solidarios con aquellos que nos caen más cerca. Esto tiene respuesta fácil, preguntemos si se prefiere aportar impuestos para ayudar a los ciudadanos de las islas Canarias o a los de Tetuán (que nos queda más cerca a la inmensa mayoría de ciudadanos españoles) o a los del deprimido Ariege francés.
Le podemos llamar empatía social con los compatriotas, afinidad con los que nos sentimos más cercanos o identidad nacional. No entro a valorar como hemos conseguido tener más afinidad por un señor que vive a 1000 km. por el mero hecho de que pertenece al mismo estado que por el señor que vive a 300km y que habla portugués o francés o árabe. El hecho es que la mayoría de estos ciudadanos del mundo lo que tienen es un identitarismo republicano un “nacionalismo de lo cotidiano”, aunque existe algo de esa identidad de ciudadanía global es increiblemente más pequeña que la identidad nacional. Incluso cuando esa identidad “global” la limitamos a la de un continente.
Así que no nos dejemos arrastrar a ese juego dialéctico entre “ciudadanos del mundo (modernos, cosmopolitas y de mente abierta)” contra “nacionalistas (con boina y garrota)”. El debate es qué colectividades políticas son las que construyen la identidad, cuáles son útiles y cuáles han de poder tener instituciones y de que tipo donde residir porciones de la soberanía popular. El resto es “bullshit”