La fotografía recoge uno de los objetos que el número once de Podemos en la candidatura por Gijón, conservaba como coleccionista de militaria y aviación de todos los países. Refiere que trataba de escribir un libro cuando se descubrió la cantidad de material que conservaba al respecto y del que quien suscribe solo tuvo noticias a través de la prensa local. Fue invitado a presentar su inmedianta dimisión.
Una de las críticas al político emergente fue su proximidad (ideológica, formal o de imagen, uno no acierta a saberlo) a formaciones como la Falange Española, algo que no debe extrañar porque quien suscribe, recuerda la presencia de papeletas de esta formación (u otro nombre similar) en las mesas electorales; tratándose de un partido que se presenta a unas elecciones, admitiremos que entra dentro del juego democrático común a todos ellos, como Bildu, sin ir más lejos.
En segundo lugar, tratándose el nuevo partido de una formación transversal, a nadie debe sorprender que recoja adeptos de las más variopintas y dispersas ideologías políticas. Entiendo que debería acoger con los brazos abiertos a ciudadanos procedentes de otras ideas que pretendan integrarse en el proyecto político de Podemos, defendiendo a la “gente” y alejándose de la “casta”.
Finalmente, tengo la sensación de que el término “Falange” está demonizado por la historia reciente; quiero recordar que resultó fagocitada por el régimen franquista, que precisaba un partido adscrito al mismo y se decantó por uno ya existente. Tirarse de los pelos porque se presente a unas elecciones un partido próximo a la derecha extrema es la hipocresía de quienes aplauden la irrpución de otras formaciones de extrema izquierda que venden el marchamo de la libertad y democracia inexistente en países en los que alcanzaron cuotas de poder.