Revista Ciencia

La falta de compasión o la no aceptación del dolor del otro

Por Davidsaparicio @Psyciencia
La falta de compasión o la no aceptación del dolor del otroImagen: Tampabay

En la película Inside-Out hay una curiosa escena en la que el personaje de la Tristeza, que siempre lo estropea todo, se acerca al amigo invisible de la protagonista, que se siente muy triste. Los personajes no pueden continuar su camino porque el amigo invisible se niega a caminar. Entonces, la Alegría se acerca corriendo para separarles, ya que está acostumbrada a que la Tristeza lo estropee todo. Sin embargo se produce algo sorprendente. La Alegría ve cómo la Tristeza ayuda al amigo invisible a sentirse mejor, y observa asombrada que se recupera lo suficiente como para seguir adelante.

La Tristeza ha sido necesaria para continuar con la marcha.

Una gran lección para los pequeños.

Esa persona necesita precisamente que le reconozcan, cuando se muestra ante el otro

Pensamos que no es necesario decir nada cuando tenemos delante a alguien que siente un gran dolor en el corazón. Pensamos que no es buena idea darle un abrazo, o incluso simplemente una mirada de comprensión o compasión. Que asumir que una persona está dolida es algo que sólo servirá para “recordarle” su dolor. Como si “no recordárselo” hiciera que ya no le doliera más.

Esa persona necesita precisamente que le reconozcan, cuando se muestra ante el otro. Busca un abrazo o una aceptación de su dolor de algún modo. Si no, ese dolor se va enterrando, y el proceso sigue, pero más lento, y en cierto modo más doloroso. La persona necesita esa muestra de afecto para poder pasar al siguiente nivel y seguir librando batallas y disfrutando de su presente. Si no es así, se queda estancada, como si le faltara algo del otro.  

Y es que, como dicen las leyes de la Física, tiene que haber un observador para que haya movimiento. No es necesario que la persona tenga a otro enfrente para caminar por ese sufrimiento, (¿o quizás sí?) pero sí es necesario que el que esté delante le acepte como tal. Con todo su dolor. Es su descanso emocional.

Supongamos dos casos:

  1. La persona dolida se encuentra con el “otro” que no le consuela pero sí acepta su sufrimiento y le reconoce. La persona se sentirá apreciada.
  2. La persona dolida se encuentra con su amigo, o familiar, que no acepta ese sufrimiento pero que sí “intenta” mostrarle aprecio. La persona no se sentirá apreciada.

Hasta este punto llega la necesidad de la persona de apreciación y compasión. De reconocimiento de sí misma. En el caso “b” el otro no está aceptándole, por más que “intente” proporcionarle su aprecio. Aceptar y apreciar van de la mano.

El otro y su falta de compasión 

Y aquí entra el problema que tiene el “otro”. Aquel que no brinda el consuelo esperado. Donde todos hemos estado alguna vez o incluso seguimos estando.

Los motivos de este fallo en el otro a la hora de aportar esa empatía pueden ir desde la falta real de aprecio, hasta la imposibilidad de asumir un sufrimiento oculto similar, ya que liberaría también su propio dolor escondido. Son personas que en situaciones similares no siempre son capaces de asumir su propio dolor, y que no se compadecen tampoco de sí mismas.

que no se nos enseñe a desarrollar la compasión no es lo peor, lo peor es que se nos enseña precisamente a lo contrario

Se piensa que la fortaleza es la negación de esa compasión. Pensamos que somos fuertes por negar la debilidad. Pero el dolor no es debilidad. Y no es fortaleza la negación del dolor.

Si el “otro” está acostumbrado a enterrar esos sentimientos de dolor, entonces ante su incapacidad de ver el dolor de otra persona habrá sentimientos de culpa, sentimientos que también serán enterrados. No asumirá ante nadie que es incapaz de verle, de compadecerle, ni siquiera lo admitirá ante él mismo.

Sin embargo, que no se nos enseñe a desarrollar la compasión no es lo peor, lo peor es que se nos enseña precisamente a lo contrario, a intentar ser más fuertes.

Un gesto de comprensión, de empatía, de compasión puede ser mucho más consolador que tratar de que una persona ya no se sienta triste o no muestre su tristeza. Tal vez eso es lo que debemos enseñarles a nuestros niños.


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