Por romper un poco la “futbolitis” que tenemos ahora por el mundial, os traigo una historia que sucedió hace un par de meses, que me llamó la atención cuando la escuché, y que me sobrecogió cuando profundice en ella. El pasado 29 de abril murió descendiendo el Annapurna el montañero español Tolo Calafat. El mallorquín llevaba cuatro “ochomiles” a sus espaldas, tras coronar el Sisha Pangma en septiembre de 2009, cuando recibió una propuesta para subir el mítico pico nepalí, cuyos 8.091m de altura le convierten en la décima cumbre más elevada de la Tierra, pero que es considerada, junto con el K2, una de las más peligrosas. La expedición estaba compuesta por el al vasco Juanito Oiarzabal y al zaragozano Carlos Pauner.
El martes 27 de abril los tres montañeros consiguieron la hazaña de pisar la cima, pero no pudieron disfrutar mucho de su proeza, ya que sin perder un minuto tuvieron que emprender el descenso, para tratar de evitar que les pillara la noche antes de llegar al Campo 4 (situado a 7.100m). Previendo esta situación durante la subida colocaron una cuerda en una de las zonas más complicadas para bajar más rápido, pero cuando llegaron a ese punto surgió el primer problema ¡la cuerda no estaba! Al parecer la expedición de la coreana Miss Oh les había quitado la cuerda. La surcoreana se encontraba en plena carrera con la española Edurne Pasabán por ser la primera mujer en subir los catorce “ochomiles”, reto que logró al coronar el Annapurna aquel día. En palabras de Carlos Pauner “un día de cima, no se quitan cuerdas aunque sean tuyas. Pero quitar una cuerda que han puesto otros antes de que la empleen, no lo había visto nunca”. Por su parte la coreana lo niega, y echa balones fuera diciendo que aquel día, además de ella y los españoles, hubo otras personas que hicieron cumbre y que pudo ser cualquiera de ellas quien quitó la cuerda.
Esto les ralentizó y les hizo pasar serios apuros, destrepando con prisas y como podían Carlos se cayó y casi pierde la vida pero logró salvarse al clavar su piolet, quedando así suspendido en el vacio. Pasaron la zona difícil y llegaron a la ladera donde ya no había pérdida para llegar el Campo 4. En ese tipo de zona el grupo se abre, yendo cada uno a su ritmo pero sin perder el contacto visual. La noche les cayó encima, y el grupo se rompió. Juanito, Carlos y su sherpa Dawa pararon a esperar a Tolo y al sherpa Soman, pero tras dos horas y media, sin poder contactar con ellos por radio, deciden continuar el descenso porque Carlos iba casi ciego al haber perdido sus gafas de ventisca y Juanito empezaba a tener síntomas de congelación en los pies.
Tolo consiguió contactar con el Campo Base, con la doctora María Antonia Nerín, experta en medicina de montaña, y le pide que suban a por él porque es incapaz de dar un paso más (Aquí tenéis una larga entrevista con ella donde cuenta como se vivió desde allí). María Antonia y el resto de su equipo trataron de animarle a que siguiera bajando porque estaba muy arriba, no había nadie que pudiera ayudarle en aquel momento y además el rescate tan arriba es muy difícil. Pero Calafat dice que no se puede poner en pie, que no tiene fuerzas, y manda a su sherpa Soman que baje porque empezaba a estar muy mal también, salvando así su vida.
Cuando Oirazabal y Carlos llegan al Campo 4 y conocer la situación de su compañero, se movilizan para montar una partida que suba a ayudar a Tolo, ya que tan sólo necesitaba para poder sobrevivir que le subieran oxígeno, comida y algo de agua para hidratar. Pero los españoles estaban en una situación muy mala, Juanito medio cojo y Carlos ciego, y le piden ayuda a la expedición coreana.
Miss Oh dice que sus sherpas están muy cansados y que no pueden ayudar a nadie. Entonces Juanito habla con los sherpas de refresco que la coreana tenía en el Campo 3, 600m más abajo, para que suban oxígeno, agua y comida para poder subirle a Tolo. Los coreanos se negaron a ayudarles porque no formaban parte de su grupo. Oiarzabal llegó a ofrecerles 6.000€ a cada uno por subir esos 600m con los víveres, pero la respuesta fue la misma: “Lo siento, no es mi grupo”. El sherpa Dawa al ver la situación, siendo el único que podía escalar, a pesar de llevar más de 20 horas haciéndolo, se embarca en un ascenso suicida para tratar de subir a Tolo el poco agua que quedaba, pero desgraciadamente no logró encontrarle.
Oiarzarbal decía en tras el desgraciado incidente “Se ha perdido la solidaridad en la montaña”. Y yo me pregunto ¿También en el deporte? No sé quizás ha sido por mi experiencia o por mi entorno, pero para mí los valores son algo fundamental. Son el motor de un equipo, de una organización. Los valores, o en su defecto la ausencia de ellos, conformar el adn de cada persona, porque son la razón última de nuestros comportamientos. Para mí hay algunos que son irrenunciables como la lealtad o el compromiso, que dan sentido a todo lo que conozco, profesional o personal. En cambio en nuestra sociedad, en algún momento decidimos que los valores no servían, que no nos aportaban. En algún momento el egoísmo y el consumismo se apoderaron del foco relegando todo lo demás. Probablemente esta crisis tenga mucho más que ver con esto que con temas meramente financieros.
Me asusta cuando se producen casos como el de Tolo, porque veo que esta terrible enfermedad empieza a afectar también al mundo del deporte. Espero que en algún momento nos demos cuenta de la necesidad de volver a los valores, de recuperar su esencia, para poder lograr entre todos reencontrar el camino.