La creación de los puntos públicos de navegación por Wi-Fi ha sido en muchos sentidos “la atracción del verano”. Así ha sido descrita incluso en la prensa nacional, aun cuando se trata de una atracción costosa y que más que un entretenimiento resulta una necesidad para cualquier sociedad de este siglo. Especialmente para un país en el que la emigración se traduce en cientos de familias y amigos separados.
Y a eso vamos: ¿qué hacen los usuarios que utilizan este nuevo servicio? Muchas de las personas que vemos sentadas en aceras, escaleras o contenes utilizan este tipo de tecnología desde hace muy poco. Están aprendiendo. Quizás es por eso que para la mayoría de los usuarios consultados, a simple vista incluso (ya que en este caso lo público implica también falta de privacidad), el tiempo pasa en redes sociales y servicios de mensajería. Comunicación, no tanto información; porque información es tiempo, y tiempo es dinero.
No está de más preguntarse cuánto tiempo demorará que los usuarios comiencen a utilizar la web y sus herramientas con una mayor conciencia y autodeterminación, y sobre todo, cuál será el costo de ese aprendizaje. Pero volvamos a la habilidad básica, comunicación: ¿con quién, para qué?
El uso masivo de aplicaciones de chat y videollamadas gratis, como imo y what’s app, indica que los usuarios están intentando satisfacer una necesidad por mucho tiempo pospuesta. Se ve cuando hablan con familiares, cuando la muchacha se conecta unos segundos con el novio en el tramo en el que el taxi pasa por la zona de conectividad, cuando se reúnen varios para saber de los amigos: “mira a quién te traje hoy”, cuando alguien canta felicidades (aparentemente) a la pantalla de un teléfono, o cuando otro en alguna esquina de la acera no puede contener las lágrimas.
Dejando a un lado las quejas e incomodidades que también han crecido con la oportunidad de conexión (las tarifas, fundamentalmente, pero también las pocas condiciones de comodidad o privacidad de estos 35 espacios en todo el país), podría decirse que uno de los saldos positivos de esta medida ha sido la disminución de la brecha familiar y enfriamiento de la socialización que por lo general impone la distancia física y cultural. La minoría que hasta el momento se puede costear el servicio está ahora un poco más cerca de sus seres queridos.
Es un cálculo simple: con 2 cuc usted puede llamar desde un teléfono celular a cualquier país por un precio que oscila entre 1.00 y 1.60 cuc. Es decir, puede hablar menos de dos minutos. Mientras, con el nuevo servicio de ETECSA, usted pude conectarse durante una hora con 2 cuc, y no solo hablar, sino ver con quién conversa (o ríe o canta o llora).
La lógica de los números dice que ETECSA, la única empresa que gestiona las telecomunicaciones en Cuba, está perdiendo bastante dinero, o mejor dicho, está dejando de ganar dinero. Sí, porque 2 cuc por una hora de conexión es ya una tarifa elevada cuando se le compara con el salario promedio (alrededor de 23 cuc).
Según datos que publica IPS, a inicios de año existían en Cuba dos millones 400.000 móviles activos, 507.000 cuentas de correos Nauta que generaron más de un millón de correos diarios, y más de 400.000 consultas de este tipo de correo por vía móvil. Y hasta mayo la empresa había recaudado más de 472 mil cuc en ventas de tarjetas de recarga, cuando todavía costaban 4.5 cuc. No son estas cifras despreciables. Hay ganancias.
Es además, el costo de una mejor y más sistemática comunicación intrafamiliar en un país con más de dos millones de emigrados (aproximadamente un 18% de su población). Y eso tiene costo, como vemos, pero no tiene precio.
Por: Rachel D. Rojas Foto de portada: Carlos Ernesto Escalona Martí (Kako).
Fuente: progresosemanal