La familia: duelo después de un suicidio

Publicado el 20 abril 2019 por Carlosgu82

LA FAMILIA: DUELO DESPUÉS DE UN SUICIDIO

Existen diferentes tipos de familias: nuclear o clásica donde ambos padres están presentes en el hogar y participan en la crianza de sus hijos; monoparentales, formada por uno solo de los padres junto con sus hijos; y la familia extendida, en la que participan parientes junto con la presencia de los padres e hijos.

La convivencia en cada núcleo familiar es retro-alimentada por las experiencias que acontecen durante todo el ciclo de vida de sus integrantes. Las reuniones de celebración, los cumpleaños, bautizos, fiestas populares y demás festejos, son algunas de las actividades que suelen alimentar los buenos recuerdos y aportar anécdotas que entre todos los miembros comparten cada época, asimismo como los nacimientos de nuevos integrantes. Los niños representan mayormente el centro de felicidad para los padres, abuelos y tíos.

Qué sucede cuando acontece una muerte? La familia en algunos casos esta de cierta forma preparada para un fallecimiento, por ejemplo cuando hay un enfermo de gravedad. Pero, cuando la oscura sombra de la muerte aparece de manera inesperada, por un accidente u otro hecho fortuito, ninguno está preparado para afrontar las consecuencias emocionales. Pero aún más trágicas reacciones se presentan cuando la muerte es producto de un suicidio.

El duelo es un proceso que en cualquier familia tendrá un espacio, post shock emocional por la pérdida, se supone que vendrá la adaptación. Cuando es el suicidio la causa de dicha pérdida, el supuesto proceso de adaptación se perturba más de lo usual. Aunque no existe un patrón a seguir en el duelo, cada ser humano reacciona de diversas maneras a un mismo evento. Hay quienes se reponen con mayor fortaleza espiritual, otros que sucumben por lapsos más prolongados. Pero lo que sí es agobiante y persistente, es el sufrimiento familiar posterior al suicidio de un miembro del hogar.

En lo personal, soy sobreviviente del suicidio de un hermano. Y digo sobreviviente, porque algunas personas sucumben de tal manera que parecieran morir junto a ese ser querido que toma una trágica decisión como lo es el suicidio. Hay padres que jamás se reponen e incluso se enferman, y mueren posteriormente. Hermanos que sufren traumas con secuelas notorias durante el resto de sus vidas.

He sobrevivido, pues también pase por el crudo rigor del duelo en los primeros años después que mi hermano de tan solo diecisiete años de edad tomara la decisión de quitarse la vida. En esa época del primer año, el dolor parece acentuarse en vez de atenuarse. Los cambios en el comportamiento del grupo familiar son más que  notorios y las secuelas hacen mella en las emociones, conducta y personalidad de cada integrante de la familia.

La familia después del suicidio de uno de sus miembros, cambia drásticamente. Algunas para mejorar y unirse, otras para desmoronarse hasta la separación. Padres que se divorcian, hijos que se van de casa de forma prematura, abuelos que se desconsuelan e incluso fallecen agobiados por la tristeza. Cada familia reacciona diversamente, pero el factor común es: el Duelo. Es la tramitación que cada ser humano le da a esa sensación de ausencia del ser amado, y su duración va a depender de la fortaleza interna de cada uno, pero puede ser más llevadero y menos impactante si la familia se mantiene unida y se consuelan entre sí, reforzando lazos y apoyando a los más afligidos. La clave del éxito en esa tarea titánica: el amor familiar; mismo factor que origino la existencia del grupo familiar. El amor entre una pareja originaria que dio como fruto el nacimiento de los hijos y de los hilos entrelazados entre todos para unirse y crecer, consolidando el hogar.

El amor siempre ha de ser el ingrediente principal. Existirán variantes que producirán efectos confortantes, tales como los rituales religiosos, las visitas de otros parientes y amistades, los momentos para rememorar las anécdotas felices que se compartieron con aquel ser querido que se ha ido. Pero en todo el proceso de adaptación, el duelo habrá de ser acompañado de reacciones importantes para consolidar la unión familiar, si reaccionan en armonía con el deseo de amarse más que nunca, podrán sobrevivir, para futuramente vivir, y digamos vivir una nueva etapa de sus vidas.

Si por el contrario, en vez de amarse entre todos, permiten que se desarrollen emociones adversas y negativas tales como el odio, la culpa, el juzgarse y acusarse entre sí; sobrevendrán graves problemas que podrán llevar a todos por el caudal del rio cruel que desembocará en el mar de la separación. Y asemejo dichas circunstancias con un rio, porque son los diversos brazos de los ríos que entre varios al unir sus aguas al mar, transforman la esencia dulce de sus aguas en el salado e inmenso mar que se adentra en los océanos para perderse en el horizonte. Es una metáfora perfecta para que podamos entender que si no superamos como familia esas situaciones contrarias que se presentaran, no podremos sobrevivir para luego vivir nuevamente. Sino que por permitir que bifurque en separaciones, la familia fallezca simultáneamente a la pérdida del suicida.

En psicología, los expertos sugieren que el duelo siempre se queda adentro de la persona. Pero ya que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana, necesitamos concebir la muerte como una parte importante que integra la vida. La decisión del suicidio puede ser diversa, pero lo que siempre es notorio e imperante en el suicida es la falla del amor propio. Ya es más que doloroso saber que un ser amado de nuestra familia proceso angustiantes emociones que le cegaron para ver su amor interno a la vida, como para también martirizarnos entre los miembros restantes del grupo familiar y desvanecer matando el amor fraternal que nos une.

No es un deber amarse, no es un deber u obligación adaptarse. El amor es una decisión, que se toma con conciencia y voluntad. La vida misma también es una decisión. Una vez que se nos otorga la vida, pasa a ser un valioso tesoro para cuidar, y la mayor expresión de amor por nuestra familia, es reforzarnos en momentos de debilidad, problemas y pérdidas. El duelo es un proceso familiar, es egoísta pensar individualmente. La adaptación no es una regla a seguir, en lo particular creo que no existe adaptación en estos casos, más bien se trata de sobrevivir entre todos unidos al ciclo de la muerte para adentrarse nuevamente al ciclo de la vida. Vida post a la ausencia de ese ser que deja una sensación de vacío, que solo puede ser matizado por una gama de nuevos colores en la familia. La manera en que entre todos se apoyen, se refuercen, consoliden lazos, construyan nuevas etapas, será la rotunda diferencia para iniciar una nueva vida familiar. Y el duelo quedara conformado en un santuario para rememorar con madurez espiritual a ese ser. Verán entre todos los miembros del grupo familiar con una nueva visión los acontecimientos del pasado y se darán cuenta que entre sus pertenencias espirituales ahora contaran con solidez emocional para enfrentar los subsiguientes retos que la vida traiga en su devenir.

Tania Jiménez