Gaspar Velásquez Morillo.
No fueron tus grados militares en el ejército, ni luego tu condición de Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, es que era “algo” inherente a tu propia razón de ser, quizás todo se deba a tu personalidad, quizás a tus habituales y nocturnales lecturas, quizás a tú origen de la tierra adentro, quizás fueron los caminos de la historia bolivariana que te empeñaste en recorrer, quizás fue Maisanta quien te convocó, o a lo mejor Ezequiel Zamora, o fueron los surcos del rostro y de las manos de Mama Rosa…quizás el rostro de Mama Rosa era el rostro de la patria.En voz baja te leo lo que te escribí y nubes de lágrimas me impiden la lectura clara e ininterrumpida…mejor te escribo aunque sea letra por letra, pero me digo, de cuántas fantasías vivisteis, de cuántas te alimentasteis, por cuál empezaste y acariciaste primero.
A muy temprana edad te desvivía para que te llevaran la Revista Tricolor, quizás…la revista era tu cabalgadura, con tu morral de fantasías y con leerla jineteabas entre nubes y leyendas e historias, las locales y las demás, que quedaban más allá de la inmensidad del llano y quizás las que quedaban detrás… detrás del pie de monte andino.
Alguien notó tu ausencia ante tan importante juego pero nadie sabía que estabas en lo alto de las gradas mirando serio e imperturbable a la distancia, girando tu pelota de béisbol en tu mano izquierda la que mirabas de vez en cuando, cuántas preguntas te estarías haciendo, en qué estarías pensando hasta que bajaste al terreno de juego muy dispuesto a pichar y a ganar un juego más, luego sería con el Glorioso Magallanes hasta llegar a las grandes ligas.
Lo susurraban tus compañeros de verde olivo cuando te veían a la distancia: -es que está montado a caballo en su ejército libertador o es su edecán, nada sale de su boca sin aludirlo y no acepta por ningún motivo que lo omitan.
No importa en cuál cuartel fue, es lo de menos, pero aclaraba el alba aquel día, todos en el patio inquietos y el murmullo colectivo cuestionaba al responsable pero ese día lo habitual podía ser lo inhabitual, es que todos los soldados en formación al que le correspondía en esa oportunidad daba un paso al frente, con voz firme y proyectándola al tiempo, expresaba de memoria un pensamiento del Padre de la Patria, pues resulta que el cuaderno donde tenían anotado vasta cantidad de pensamientos no aparecía y ya el Capitán Chávez se acerca a la formación que con porte marcial le esperaba y en coro le respondieron: Buen día mi Capitán. Acto seguido de la esquina izquierda de la formación como siempre era usual emerge a quien le corresponde dar el pensamiento del día y éste exclamó: – Haaayyyy que cuuuiiiidar las maaataaas. Simóóón Bolííívar!
Después de las informaciones de rigor, el Capitán Chávez pide al vocero del pensamiento del día acompañarlo a su oficina, las murmuraciones de culpas mutuas se regaron por el patio; al rato aparece el soldado de inconfundibles rasgos goajiros sonriendo con un libro de Simón Bolívar y volvió la calma porque ya tenían insumos para unos cuantos amaneceres y por supuesto cambiar la estrategia de copiar varios cuadernos o aprendérselo de memoria.
En San Cristóbal en Barrio Obrero venía al trote el Comandante Chávez en una de sus tantas campañas electorales avanzaba rodeado de una verdadera multitud, un opositor, confesaría años después que un gesto que le hizo cambiar la apreciación sobre Chávez es que el Comandante al verse la trenza de sus botas deportivas suelta y el otrora opositor vio como el mismo Comandante se las anudaba de nuevo con toda la naturalidad del mundo, el señor opositor al que alude esta anécdota, él no se explica el por qué pero desde esa vez se identificó de corazón con Chávez.
En Trujillo cuando siendo ya presidente opta de nuevo por la ratificación como Mandatario nacional, la población de Trujillo capital y de otros municipios aledaños colmaron todos los espacios habidos y por haber, el Comandante Chávez apretaba manos y correspondía con su clásico saludo e imantó con su carisma a todo este pueblo andino quien aglomerado lo quería tocar, abrazar, cuando a duras penas el camión pudo avanzar en medio imposibilidades humanas de que cupiera alguien más y un mar de manos se extendieran hacia la unidad gritando sin cansancio alguno por muchas veces: – Chávez! Chávez! Chávez!- y quien sabe complementada a lo mejor con cualquier otra expresión con alborozo; al persignarse Chávez frente a la Catedral hubo desmayos casi que colectivo, gritos de fervor, de júbilo; lo cierto de todo es que a la seguridad presidencial se la tragó la multitud.
Enrabiado Comandante Chávez te esperamos a tu salida del Hospital Militar de Caracas y te acompañamos hacia la Academia Militar, no descifraba tu decisión de partir y en mi mente te interpelaba a cada rato: Por qué Chávez? Por qué? Mortificado preguntaba y lo que veía a mí alrededor eran baños de lágrimas en hombres, en mujeres, en niños, ví rostros de hombres y mujeres de verde olivo húmedos y no era por la lluvia que más me confundían, que pasos tan pesados para hacerte compañía o para tú no nos dejara solos y es que nos acostumbramos a ti o nos mal acostumbramos a ti.
Eras y eres nuestro héroe, ahora lo entiendo…
Cuando en el Cuartel 4 de Febrero coloquen en la noche de tu cumpleaños encendidos reflectores multicolores apuntado hacia el cielo para que en tu ir y venir nos traigas, fuerza, ánimo y nos calmes la sed para seguir andando y espantando a nuestro paso el cansancio, así como al Imperio y a la oligarquía y a la vacilación, y avancemos hasta el luminoso horizonte donde está la patria y donde tú y Bolívar nos esperan con sus fantasías de una vida mejor.
Feliz cumpleaños mi Comandante Chávez!
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