La Felicidad no es Psicológica

Por Pilag6 @pilag6

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla". Gabriel García Marquez.

UNA VEZ FUI AL PSICÓLOGO. Fue allá por principios del año 2011. Yo le tenía muy poca fe a ésta disciplina, pero me encontraba desbordado por una situación que hacía tiempo que no podía solucionar. El problema en cuestión que me tenía " a mal traer " era mi insatisfacción constante de las cosas. Me aburría rápido de las actividades que realizaba y me ponía a buscar nuevos intereses en otras actividades, abandonando lo que estaba haciendo. Desde chico que me pasa. No me conformo con nada. Siempre estaba en la búsqueda de ese algo más, que nunca descubría que era.

Lo que había hecho explotar esto fue que durante ese último año (marzo 2010-febrero 2011) había renunciado a dos trabajos por esta insatisfacción de las que les hablo. ¡Dos renuncias en un año! En dos empresas muy importantes en mi ciudad, de las mejores que hay en el rubro de servicios. No me completaban las tareas que realizaba. Me aburrían y no les encontraba sentido, y entonces decidía renunciar antes de seguir.

Después de mucho meditar y reflexionar, y de hablarlo con los tres pilares fundamentales de mi vida: mi hermano, mi novia Laura y mis amigos, finalmente decidí visitar a un psicólogo.

Me dirigí hasta mi obra social, OSDE, que casualmente era uno de estos trabajos que había renunciado meses atrás, y pedí que me dieran un turno. Primero tuve que ir a una especie de entrevista de admisión con una psicóloga que me derivaría a otro profesional. Llegué puntual a esta entrevista. Estaba un poco nervioso, pero dispuesto a abrir mi mente para que encontraran la solución a mi problema. Nos presentamos y luego me invitó a sentarme en una silla frente a su escritorio (yo me esperaba un diván. Ufa!)

- ¿Qué le anda pasando González? -dijo ojeando una planilla mientras corroboraba mi apellido.

Estuve a punto de responderle que si llegaba a saber que me pasaba no estaría sentado allí como un boludo, pero me imaginé que lo preguntaba con buenas intenciones, con el motivo de que le describiera mi malestar. Así que le empecé a hablar de mi situación.

Mientras le iba contando percibo que tenía sobre su escritorio un cuadernito negro, y que cada tanto, la psicóloga, escribía en él algunas palabras y sonreía. Me hizo algunas preguntas a las cuales fui respondiendo, y otra vez anotaba en su cuadernito, y otra vez sonreía. Parecía contenta, feliz. Supuse que ya había encontrado a la persona ideal para que atendiera mi caso, por eso esa sonrisa en su rostro, y que estaba saboreando su triunfo interno, aunque me seguía haciendo preguntas, sólo para cancherear la cosa. Yo le seguí el juego.

Luego de aproximadamente unos cuarenta minutos me dice que me va a derivar a una muy buena licenciada de la ciudad (ahora no recuerdo su nombre). Que era la persona más apta para trabajar sobre mi caso. Ahí mismo llamó a esta licenciada y me reservó un turno para la otra semana. Me dio un papelito con la dirección, el día y el horario que yo comenzaría con mis sesiones de psicología y me despidió.

- Mucha suerte -pausa para reojear la planilla y corroborar mi difícil y fácil de olvidar apellido- González.

A la semana me encontraba en una situación parecida. Yo presentándome con la nueva psicóloga y ésta invitándome a sentar en un sillón de dos cuerpos (seguía esperando el diván). Ella se sentó en otro sillón en frente mío, y también sacó un cuadernito que apoyo en su regazo.

- Bueno Ezequiel -dijo mientras escribía mi nombre-, contáme un poco que es lo que te anda preocupando. ¿Por qué estás acá?

Vuelvo a relatar mi problema como lo hiciera la semana anterior con la otra psicóloga. Le hablo de mi insatisfacción, de mis continuas renuncias, de mis dudas, de la charla con mis pilares, y le suelto todo el drama que tengo adentro.

En un momento me pregunta por mi familia y cómo estaba compuesta. Le dije que mi madre había muerto hacía cuatro años y medio, y que yo vivía con mi único hermano. Quise continuar hablando pero me interrumpió preguntándome cómo era la relación con ellos. Dicha esta pregunta, escribió algo en su cuaderno y percibo que se le dibuja en su rostro un gesto de picardía. Me imaginé que detrás de esa mueca, ella estaba pensando: ‹‹Acá lo agarré. Complejo de Edipo y chau asunto››.

Yo inflé el pecho, y el orgullo, y empecé diciendo que mi madre había sido para mí el ser más maravilloso que hubo sobre la tierra. Pura bondad y cariño. Que junto a mi hermano eran las personas más importantes de mi vida. Continué diciéndole que todo el mundo la quería. La amaban. Mis vecinos, mis amigos, todos. Siempre se preocupaba por ellos y los ayudaba como podía. Pero lo más importante para mí había sido el amor y el afecto que me brindaron siempre, y que estaba súper feliz de haberlos tenido a mi lado en todo momento. También le dije que extrañaba muchísimo a mi mamá, pero que no estaba triste, sino que me ponía muy feliz recordarla, ya que le había hecho una promesa de que trataría de no bajar nunca los brazos, porque ella lo hubiera querido así, y que la recordaría por todo lo que fue para mí, en lugar de entristecerme porque me faltaba. Terminé diciéndole que hasta ahora venía cumpliendo ésta promesa. Cada vez que me estaba por poner mal pensaba en ella y me inundaba una energía que me hacía seguir adelante y reponerme de cualquier adversidad.

También le hablé de mi hermano, el Zurdo. Le dije que él había sido siempre mi ídolo, y lo seguía siendo. Que me sentía muy orgulloso de él, y que todo lo que hacía era para que él esté orgulloso de mí. Que estaba muy agradecido por todo el apoyo que me dio siempre, con todas mis locuras incluidas, y que era mi espejo, mi modelo a seguir. Concluí diciéndole que, saber que estaba y estuvo siempre a mi lado, era lo mejor que podía tener en esta vida.

¡Uf! Tomo aire y sigo.

Mientras me descargaba de esta manera, la psicóloga fue escribiendo en su cuadernito algunos pasajes de mi relato que creía importante, supongo que para analizarlos con detenimiento más tarde.

Dimos por terminada la sesión y salí de su consultorio bastante desahogado, pero continuaba con los mismos problemas con los que llegué.

Me dio turno para la próxima semana.

Continuará...

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