Como “nuestros años felices” siempre recuerdo gratamente, el ambiente que rodeaba a aquellas Ferias Internacionales del Libro en Pabexpo.
Cada año, por el mes de febrero, más que el encuentro de los libros celebrábamos el reencuentro de los seres humanos. Hermanos de letras que intentaban lograr ese sueño común de llegar a ser escritores reconocidos por los lectores. En La Habana, como anfitriones, recibíamos a nuestros colegas con la alegría con la que se espera a un “familiar del campo”, y los abrazos dolían mientras la fuerza del abrazo nos obligaba a dejar escapar el aliento, y luego de la embriaguez contábamos los últimos acontecimientos culturales del mundo que se infiltraban al país por la boca de quienes viajaban fuera de la isla y se exponían a contar esa realidad prohibida oficialmente para nosotros, los de adentro, porque en ese entonces no existía el correo electrónico, el celular y mucho menos la Internet, o al menos nosotros, jamás lo habíamos escuchado.
Entonces llegaba el capítulo de confesar los problemas personales, familiares, y hasta de amigos o vecinos que nunca conoceríamos y que, por entonces, nos quitaba el sueño porque ya teníamos la sensibilidad a flor de piel. Luego, sin que pudiéramos evadirlo, se hablaba de la censura, la persecución y asedio de los funcionarios, políticos y segurosos, sobre todo en las provincias lejanas de la capital, abusos institucionales, y entonces recogíamos firmas solidarias para el cese inmediato de esas presiones burocráticas e ideológicas, y lo hacíamos superando el miedo, las consabidas consecuencias por nuestra postura de enfrentamiento al poder, quizás esos fueron nuestros primeros actos de disidencia.
Los actos de abusos que más recuerdo, entre tantos, fueron la golpiza en Jatibonico al escritor Jorge Luis Arzola, cuando luego de salir de un taller literario donde lo habían invitado a leer un cuento e intentaba volver a su pueblo lo apresaron, golpeándolo al resistirse, y como un guardia lo sacó de la celda y volvió a golpearlo hasta dejarlo desmayado, sin importarle su cuerpo menudo de joven, su palabra profunda defendiendo su inocencia; o cuando en Matanzas la Seguridad del Estado hizo entrada a un evento de poetas donde estaba la poeta Carilda Oliver Labra y los golpeó a todos, incluyendo a la respetada creadora, y todo argumentando que en ese espacio cultural se leían poemas en contra del gobierno; o la expulsión de Guillermo Vidal de su puesto de profesor en el pedagógico allá en Las Tunas; o Amir Valle, que tuvo que abandonar su natal Santiago de Cuba, y a mitad de carrera se trasladó hacia La Habana, huyendo del acoso de la policía política a partir que crearon aquel grupo llamado “Los seis del Ochenta”, pensando que al poner aquellos cientos de kilómetro de por medio lo dejarían en paz, y grande fue su desconcierto y su sorpresa cuando aparecieron los segurosos en la Facultad de Periodismo en la Universidad de La Habana e interrumpieron la clase para sacarlo del aula e interrogarlo con preguntas capciosas siempre sobre los otros, sus compañeros de grupo.
Los lectores se preguntaran cómo a pesar de toda esa desgracia podría esa época resultar nostálgica, y es que por ese entonces conocimos la fuerza de mantenernos juntos. Pero hay más….
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Febrero de 2015.