Todo esto no quiere decir que nos encontremos ante una gran película, porque La fiel infantería es, en conjunto, un film mediocre y tedioso, pero reviste cierto interés por el retrato, inédito hasta el momento de la guerra. Una batalla sigue siendo un lugar en el cubrirse de gloria, pero ahora se puede mostrar sin remilgos lo que significa conquistar una mera colina: las decenas de muertos que provoca, el derramamiento de sangre inútil que realizan unos jóvenes que parecen tener una ideología sana, es decir que, en la lógica franquista, saben por qué combaten. A pesar de todo, estos soldados están hastiados de luchar y, en el fondo, lo que más anhelan es volver a su vida cotidiana y abandonar un deber que encuentran demasiado gravoso.
Precisamente el núcleo de la película está dedicado a mostrar los días de descanso de los miembros de un batallón en un pueblo cercano al frente. De pronto, todo se transforma en una especie de comedia costumbrista en la que los soldados son héroes cotidianos y sus novias (permanentes u ocasionales) son jóvenes virginales y sacrificadas en pos de un esfuerzo bélico doloroso pero necesario. Pero, a diferencia de otros filmes anteriores, aquí apenas hay referencias al enemigo ni a su ideología. Es más, en la última secuencia, que es bastante dura para los canones de la época, es retratado casi en pie de igualdad a los miembros del bando nacional. Parece que la película quiere ser reconciliatoria, en la medida de lo posible, y reconocer los sacrificios de ambas partes. De hecho, al final hay un mensaje nada ambiguo, de homenaje a todos los españoles que hicieron la guerra. Claro que también es posible que los rojos no fueran reconocidos como españoles por los dirigentes de la época.
En cualquier caso, La fiel infantería contiene algo del espíritu de una época en la que España empezaba tímidamente a abrirse al exterior y no exalta la guerra como una actividad viril y heroica, sino que pone levemente los pies en la tierra y la retrata como algo duro y no deseable. Por una vez nuestra contienda civil, retratada por el bando franquista, tiene más de escabechina que de cruzada.