El ejemplo paradigmático de todos los deportistas que han desfilado por estas Olimpiadas es el de la jugadora de balonmano Carolina Marín. Viéndola jugar, uno se deja impresionar por la férrea voluntad de hierro que la chica dispone para ganar un partido frente a su rival. La joven onubense pone todos los medios a su alcance para la consecución de sus fines, lo que coloquialmente llamamos "ir a por todas".
Se dice que por ejemplo uno cuando se presenta a a un examen de cualquier tipo sin haber estudiado casi nada, y tiene la conciencia de que va a suspender por ello, suspende, y que si va con la determinación de que va a intentarlo, o mejor aún, de que lo va a aprobar, aprueba, porque ha puesto los medios para conseguir ese objetivo. Luego entran factores y circunstancias externas que uno mismo no puede controlar ni mensurar a priori, pero con su pensamiento positivo ya va preparado para conseguir lo que se propone. Ese es el caso sin duda alguna de Marín, que sabiendo en la final de balonmano que se iba a enfrentar a una rival de altura, la india Pusarla Venkata Sindhu, puso todos los medios a su alcance para conquistar el cotizado oro olímpico. Lo tenía claro: "vengo a por el oro". Nada la amedrentó o la hizo vacilar para conseguirlo. Para ello la ayudaron su actitud ante el partido y su firmísima preparación (tanto física como psíquica). A esa dedicación con la que venía entrenada desde casa, le sumó educación (o disciplina), y por encima de todo, motivación, que en su caso parece ser la facultad que se encuentra en primer lugar en su DREAM particular.
Porque la motivación de la jugadora de balonmano parece no tener límites. La incansable andaluza está motivada desde el minuto uno de partido hasta el último. Mucho se ha hablado de sus polémicos gritos o chillidos cuando anota un tanto, celebrándolo con aguerrida fiereza, lo que, según ella misma asegura, le hace sacar pecho y engrandecerse ante sus rivales extranjeras, y más concretamente orientales. Su idea es la de no achantarse ante ellas, y por ello esgrime su grito de victoria, al que acompaña un fiero gesto de su expresiva faz sudorosa y un agitado movimiento de su brazo coronado en puño. Su modelo es el manacorí Rafael Nadal en tenis, ya lo ha dicho, y no duda en morder la medalla de oro para la sesión de fotos en la entrega de galardones.
Las demás jugadoras femeninas que han conseguido diversas medallas para nuestro país (que superan en número a los jugadores masculinos que las han obtenido, lo que hace pensar sobre el mérito de las mujeres en su continuo ascenso en el mundo deportivo) también dan ejemplos de firme determinación y capacidad guerrera. La poderosa nadadora Mireia Belmonte, la fuerte jugadora de halterofilia Lidia Valentín, la ágil atleta Ruth Beitia o las coordinadísimas chicas de gimnasia rítmica, por citar solo a algunas, dan claras muestras de que la fiereza de las que son de por sí guerreras, consiguen objetivos.