Cualquier ciudadano tiene el derecho de preguntarse ¿Por qué tengo que financiar con mis impuestos a un partido como Podemos, cuando estoy absolutamente convencido de que, si alcanzara el poder, nos llevaría a la ruina? Del mismo modo debe repugnarle financiar por la fuerza a cualquier partido que sea contrario a sus ideas.
La financiación pública de los partidos es una locura, una aberración y una imposición tiránica de la clase política, cuyo comportamiento denota abuso de poder, corrupción y escasa democracia.
Lo lógico y democrático sería que los partidos se financiarán con las cuotas y aportaciones transparentes de sus afiliados y simpatizantes, pero ese sistema, aunque sea el preferido por los ciudadanos y el exigible en democracia, no gusta a los políticos, que han impuesto por la fuerza una costosa financiación con el dinero de los impuestos.
El dinero público abundante hace a los partidos más fuertes y aficionados al lujo y la abundancia, lo que en algunos casos resulta escandaloso. Ese dinero fácil favorece también la corrupción y el abuso de poder, según pensadores políticos y expertos en marketing, como también aleja años partidos de la ciudadanía y los aísla.
La democracia exige partidos políticos muy controlados por la ciudadanía y sometidos a las leyes, pero el dinero abundante los hace más independientes, arrogantes, incontrolados e impunes.
Francisco Rubiales