Consuelo Madrigal ocupa desde enero de 2015 el cargo de fiscal general del Estado y así se refieren a ella la mayor parte de los medios de ámbito nacional, tanto en papel como en Internet. El Diario, en cambio, se decanta por el aún más femenino "fiscala".
Lo de aún más pretende recalcar que el sustantivo fiscal es un nombre común en cuanto al género, por lo que no resta ni un ápice de feminismo llamar a una mujer la fiscal. El artículo la ya deja claro de qué sexo es la persona aludida.
Aunque la RAE acepta el término fiscala, suena muy forzado llamar así a las damas que ejercen el ministerio público en los tribunales. Y el caso concreto de la fiscal general no sólo no resulta discriminatorio, sino que además rima, no como el disonante fiscala general.
Las terminaciones en -a o en -o suelen indicar el género de que se trate, femenino y masculino respectivamente. Suelen. Porque hay decenas de nombres de género común que acaban en -a: artista, pianista, guitarrista, flautista, novelista, albacea, centrocampista, guardameta, tenista, atleta, ebanista, geodesta, trapecista, cosmopolita, internauta, etc., y los varones que se encuadren en esas categorías no se sienten discriminados por una terminación que puede sonar más femenina que masculina.
Llamar fiscala a Consuelo Madrigal tiene tanto sentido como llamar periodisto a Matías Prats, astronauto a Pedro Duque, gimnasto a Gervasio Deferr, alpinisto a Juanito Oiarzabal o ajedrecisto a Miguel Illescas: ninguno. Como tampoco lo tiene decir lingüisto a Ignacio Bosque, autor del informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, de recomendable lectura.
Es cierto que el idioma español tiene connotaciones machistas: el significado de expresiones y palabras como hombre público y zorro es positivo, pero ocurre todo lo contrario si se cambia el sexo de la persona aludida. Sin embargo, no se va a combatir de forma más eficaz la discriminación contra la mujer por llamar fiscalas a Consuelo Madrigal y sus compañeras de profesión.