La más famosa de aquellas fontanas fue, sin duda, la Font del Gat.
Fueron escenario imprescincible de los momentos de diversión de muchos ciudadanos. Los domingos y días festivos, familias, parejas y grupos de amigos subían a la montaña a hacer la tradicional fontada (merienda junto a la fuente), a celebrar comidas campestres y verbenas populares, a jugar, charlar o hacerse arrumacos furtivos. En las más ajardinadas se festejaban bodas, bautizos y comuniones. Las más ocultas por la espesura se convirtieron, en los primeros años del franquismo, en lugar de encuentro para reuniones clandestinas de disidentes.
A través de fotos e ilustraciones, textos y efectos sonoros, la exposición propone un viaje sensorial a ese pasado no tan lejano. Las fotos son de pioneros del fotoperiodismo como Josep Brangulí, Frederic Ballell, Carlos Pérez de Rozas, Lucien Roisin y Pau-Lluís Torrents. Los dibujos, de Lola Anglada y Pau Febrés Yll.
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