La cámara de los horrores (Chamber of horrors)
Director: Hy Averback
1966
Estados Unidos
80 min.
Fotografía: Richard H. Kline
Música: William Lava
Guión: Stephen Kandel y Ray Russell
Reparto: Patrick O’Neal, Cesare Danova, Wilfrid Hyde-White, Laura Devon, Patrice Wymore, Suzy Parker
La cámara de lo horrores se agarra con fuerza y descaro a esa condición de pastiche acogiendo elementos conceptuales y ambientales provenientes de Los crímenes de museo de cera (1953) de André de Toth (hay cierto deje en los asaltos nocturno y, principalmente el detalle de que los protagonistas regenten una galería en la que tiene lugar el clímax final pero las figuras no son más qeu decorado y la escenografía no aporta nada en especial más allá de cierto regusto clásico), trasuntos de los inmortales Holmes y Watson (esa misma pareja forma una altiva dupla de detectives aficionados de inigualables destrezas), iconografía propia de Jack el Destripador o incluso los gimmicks propios de las festivas producciones William Castle en esa llamativa advertencia precréditos que
A esta serie de ideas robadas y/o adaptadas se añaden otras notorias influencias formales/estéticas que tienen su principal fuente en el cine de terror que la Hammer llevaba proponiendo desde finales de los 50 y que se centran en el uso del color y las sombras de la espléndida fotografía
Pero si a algo en particular debe su consideración de oscura joyita de culto es a ese genial personaje, y performance a juego, de un especialmente memorable Patrick O’Neal como psicópata necrofílico -apoteósica secuencia de apertura en la que se casa con su recién asesinada prometida dando lugar a un tortuoso ritual de connotaciones fetichista que en su puesta en escena de la pulsión sexual recuerda a los turbadores numeritos de la obra maestra de Riccardo Freda El horrible secreto del Doctor Hichcock- que tras perder una mano (autoamputada para huir del tren que lo trasporta camino de la ejecución) la remplazará por un muñón multiusos capaz de acoplar cualquier instrumento mortal listo para trocear a
Director: Basil Dearden
Gran Bretaña
1969
110 min.
Fotografía: Geoffrey Unsworth
Música: Ron Grainer
Guión: Wolf Mankowitz y Michael Relph según la novela inconclusa de Jack London The Assassination Bureau, Ltd, completada por Robert L. Fish en 1963
Reparto: Oliver Reed, Diana Rigg, Telly Savalas, Curd Jürgens, Philippe Noiret, Warren Mitchell
La segunda entrada en este programa doble es para un título tres años posterior y más divertido que el de Averback aunque más o menos igual de desaprovechado que tiene el valor de poder verse casi como un steampunk avant la lettre (iconografía juliovernesca, ingenios fantacientíficos retrofuturistas, zeppelines, ambientación eduardiana,…) que adapta un incompleto original de Jack London.
El resultado alegra pero no convence, tanto por la puesta en escena acometida según la moda de la década, por parte del oficinista de la cámara Basil Dearden, firme artesano del cine británico de posguerra (no perderse la estupenda Objetivo: Banco de Inglaterra en 1960 o su aprticipación en la fundamental pieza de sketches Al morir la noche en 1945) ya en la decadencia de su carrera, como por terminar desaprovechando una premisa verdaderamente genial -una intrépida periodista encargará el asesinato de su propio chairman a una secreta liga de asesinos que tiene por regla no rechazar ningún trabajo, lo que provocará que el carismático Ivan Dragomiloff se vea obligado a ejecutar a los restantes socios entre un
Trepidante en cualquier caso y muy bien decorada (riquísima escenografía y vestuario modernistas, unidas a una exquisita fotografía de Geoffrey Unsworth que repetiría una década después en un invento semejante: la bien mediocre El primer gran asalto al tren de Michael Crichton), se beneficia del intachable concepto de la honestidad profesional de su realizador y de un sobresaliente reparto, no solo por la electrizante química entre Oliver Reed (confieso que uno de mis actores británicos favoritos con esa intensidad mal controlada y su brutal masculinidad) y la Doctora Emma Peel o por la presencia de todos los consignados en la ficha (divertidísmo, como solía, Telly Savallas adelantando su inminente incorporación a la saga Bond en 007 Al servicio secreto de su majestad) sino por contar para pequeños roles con secundarios del tronío de Clive Revill, George Coulouris, Kenneth Griffith o la felina Annabella Incontrera. Así y todo no puede evitarse la impresión de que el asunto daba para mucho más y que se escogió el enfoque más coyuntural y el tono distanciado y paródico menos brillante.
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