Tarde o temprano,
muchos lectores nos planteamos el eterno debate entre las novelas de trama y las novelas
de forma, por denominarlas de alguna manera. Con «novelas de trama» me
refiero a aquellas obras en las que la historia narrada, el argumento, es lo
más importante, lo que motiva al lector a seguir leyendo. Casi todas las
publicaciones comerciales encajan en esta definición, pero también hay
creaciones de alto nivel que destacan por una extraordinaria capacidad para
hilvanar sucesos con intriga y emoción (Patricia Highsmith, por ejemplo). En
cambio, las «novelas de forma» son las que sobresalen por el estilo, por la
excelencia en el uso de las palabras; no porque «pasen muchas cosas». Se trata
del tipo de obra que, si solo nos fijáramos en la trama, se quedaría desnuda de
toda su grandeza. Marcel Proust y Gabriel García Márquez me parecen dos buenas muestras
de ello.Evidentemente, soy
consciente de que separar ambas categorías es simplificar (y mucho) las cosas,
porque para las buenas novelas de trama también resulta necesario contar con un
buen uso de la forma; y estoy segura de que la mayoría de lectores
coincidiríamos al preferir un equilibrio entre ambos rasgos: una trama
atractiva contada con una excelente prosa. No obstante, para exponer esta
reflexión me parece útil polarizar el tema: ¿preferís una novela que destaque por la trama o por la forma?
Olvidemos las medias tintas, pensemos en los dos casos como extremos. Lo
interesante no es tanto descubrir por qué nos decantamos —como he dicho,
seguramente sería el término medio—, sino intentar reflexionar un poco sobre
las posibilidades de cada opción, lo que nos aporta cada una, lo que nos gusta
y lo que detestamos.Yo lo tengo claro: soy
una lectora que se fija mucho en la forma. Entre las obras que más me han
marcado hay bastantes novelas que tienen fama de aburridas (como las de los
autores que he citado antes) porque se entretienen más en buscar la maestría de
la narración que en contar una historia con enredos. También he disfrutado de
libros que pueden dejar frío al lector que no va más allá de las aventuras y la
estructura planteamiento-nudo-desenlace, como La niña del faro, de Jeanette Winterson, una novela de lo más
mágica y original, o los relatos de El mes más cruel, de Pilar Adón, muy especiales. De hecho, la mayor parte de
mis lecturas son novelas de ritmo pausado, con tramas tranquilas, generalmente
sobre temas cotidianos e íntimos. Me
gusta fijarme en el uso de las palabras, en los giros de las frases, en lo que
el autor consigue hacer bonito; para
mí, un buen escritor no solo piensa en la historia que quiere contar, sino en
encontrar la mejor forma de plantearla.Esto no quiere decir
que no me deje seducir por una buena trama de acción y pirotecnia, claro
(porque también hay muy buenos novelistas que se dedican a este tipo de obras);
simplemente, si tengo que elegir, me quedo con las novelas de forma. La
experiencia me demuestra que son las que me dejan más huella, las que consiguen
implicarme más. Sé que mucha gente opina que los autores que cultivan este
estilo se hacen pesados e incluso que deberían preocuparse más por la historia,
pero yo no creo que necesiten cambiar de registro ni que les falten ideas. Todo
es cuestión de aprender a apreciar este tipo de literatura, que requiere una
mayor concentración por parte del lector. En cualquier caso, una trama intensa
y movida no es un requisito sine qua non
para escribir; se puede hacer literatura hasta de la escena o el pensamiento
más trivial.Y vosotros, ¿con qué
tipo de novelas os quedáis?