Cierto día le preguntaron a Albert Einstein cual era el secreto del éxito. Y, para rizar el rizo, le pidió el "interpelador" que condensara la respuesta en una fórmula matemática:
- seguro que le resulta muy sencillo a tan eminente sabio- añadió.
Al parecer, Einstein, que se dio cuenta de que debía deshacerse urgentemente de este insidioso encuestador, escribió una fórmula en un trozo de papel y se lo entregó.
A = X + Y + Z
- ¡Magnífico! - exclamó admirado el preguntón inoportuno.
Como quiera que después de leer el papel no fue capaz de descifrar el verdadero alcance de esos símbolos, volvió a preguntar interesado:
- Y esta fórmula… ¿qué significa?
Einstein se apresuró a sacar de dudas a su interlocutor.
- A es el éxito; X el trabajo; Y la suerte.
- ¿Y la Z?
- Z es el silencio.
Quiero imaginarme a D. Albert poniendo alguna de estos dos caras después de responder:
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La anécdota, que quizá sea apócrifa, por la cantidad de "literatura" que rodea a los genios, sean o no los protagonistas, (se non è vero è ben trovato) la cuenta Gregorio Doval en su "Anecdotario universal de cabecera". Ediciones del Prado. Madrid. 2003.