Como un día normal Gaby había levantado su sonrisa al igual que su falda morada, más que de costumbre podría decirte. Conocía de memoria los 156 pasos que tenía que dar de su casa a la estación del bus, los 3256 pasos que iba a dar durante su día en el mundo, las mil y un miradas que veía a diario pasar en la calle las recordaba.
Su memoria funcionaba tal cual una cámara de momentos, fotografiaba de a cincos los brincos, de a diez los abrazos, de a veinte los besos y de a cien los te amo.
Temía a tan gran palabra, a tan gran significado aún sin conocer. Gaby temía el remplazar el amor por tristezas y contornos abismales de infidelidad. Era lo suficientemente independiente como para cargar con una frase de tan solo 5 letras ella sola.
¿Irónico no? ¿Cómo es qué alguien que se aferra a su memoria puede completar dentro de sus recuerdos el significado de un te amo, un te necesito? Y es que al amor no ha de ser una necesidad dicen los psicó-locos; ha de ser una forma de vida. Aunque Gaby temía a tanta aventura y a tanto albedrío.
Su futuro era matemático, y había entrenado su cerebro para grandes ideas como las de recordar el follaje de una hoja recién caída del otoño, el olor de un niño luego de lagrimear al verse perdido en el parque, el sabor del mango con limón y sal; lo lindo que se ven los tejados abrazados por el sol a tan sólo las 4:00 p.m. Conocía lo que era amar, pero puede que su cerebro nunca haya estado listo para tan gran recuerdo.
El temor de Gaby era mucho más pequeño que su sonrisa, la cual era inigualable. Tal vez y algún día Gaby descubra cómo ha de gustarle el café a su miedo, tomarlo juntos y alistarle maletas.