La frontera más caliente no descansa ni cuando la cierran.

Publicado el 19 junio 2015 por Jmartoranoster

Luisana Colomine

La hora más crítica en San Antonio del Táchira, es esa que bordea el cierre de la frontera con Colombia. Es decir, las 9 y 40 de la noche. Todo se agita en ese sitio. La gente de a pié cruza el puente Simón Bolívar de allá y de acá a paso apurado.
Por estos días el clima en aquel lugar es cálido pero con aires de lluvia. Caminamos hacia la aduana, que nos queda como a tres cuadras del hotel, y la brisa fresca te hace sentir de vacaciones en un pueblito playero. Al llegar al paso fronterizo los militares, fusil al hombro, siguen como en una película repetida, una escena que hemos visto todo el día: requisando gente, autos, motos, sacan cosas de las bolsas; preguntan, increpan, piden documentos, escuchan lamentos. Cuando nos ven se ponen ácidos. Nuestra presencia molesta. Muchos ojos al momento de una requisa pueden provocar cualquier cosa y más si esos ojos son de estudiantes de periodismo que andan en plan de aprender.
– ¿Qué hacen ustedes aquí? esta es una zona de requisa por favor vayan para allá…¡Circulen! Ustedes me están obstaculizando mi trabajo – nos ladró un teniente, alto y joven.
Le explicamos que sólo queremos observar, presenciar, sentir el cierre de la frontera; que son estudiantes de la UBV con su profesora; que no estorbarán…A regañadientes nos permite pasar hasta la mitad del puente.
– A las 9 y 50 pm empieza el proceso de cierre y es el más difícil para nosotros. Tienen que devolverse rápido porque a las 10 en punto se activan las cámaras satelitales. Cuando pongan las barricadas se devuelven en menos de tres minutos porque esas cámaras detectan todo lo que se mueva y después me meten en un peo, gritaba el efectivo militar como cuando le habla a sus subalternos, seguramente. En este momento no recuerdo si era del Ejército o de la GNB.
Vamos casi corriendo, caminando como en una maratón. Entre risas y bromas avanzamos pegaditos por el lado derecho sobre la estrecha acera hasta el sitio indicado. Mucha emoción, nervios y ansiedad. Hay una leve cola de vehículos en el puente. Más carros desde Colombia que desde Venezuela, sorprendidos por la hora. Mucho corneteo “¡Apúrele!”¡ grita alguien. Los chicos se sienten reporteros y quieren vivir algo que sólo han visto en la TV o leído en un decreto oficial. De la nada aparecen tres, no, cuatro hombres uniformados y sonrientes, cargando unas barricadas. Saliendo de San Antonio veo a una mujer que trata de pasar a Cúcuta y lo logra. Va rauda, cargando bolsas que nadie le revisa y con la mirada clavada en el piso.
Colocan las barricadas y todo se pone oscuro pues también cortan las luces. El puente Internacional Simón Bolívar mide algo más de 300 metros. O sea que debemos recorrer en tres minutos 150 metros corriendo detrás de los soldados (para no meter en peos a mi teniente) desde la mitad hacia Venezuela. Llegamos al punto de requisa haciendo un escándalo infantil, lo reconozco, y estaba el mismo teniente gruñón con una señorona colombiana que le rogaba para que la dejara pasar. “Mire que yo soy muy amiga del coronel tal…” No podemos evitar escuchar y husmear cuando el mismo tipo nos grita “¡Salgan de aquí! No pueden estar aquí, por favor colaboren!” Ella conduce una lujosa camioneta Lúmina y está haciendo llamadas desde su celular. Le han decomisado varios colchones y almohadas que ya están fuera del vehículo. Nos alejamos porque el oficial está casi histérico y nos ubicamos como a 200 metros, justo en la primera alcabala, pero pendientes de la suerte de la dama. A los pocos minutos vimos con decepción que la camioneta pasó el puente después de las 10 de la noche…Me imagino que el teniente se metió en un peo..¿O no?
Ya de nuevo en San Antonio pero aún en el área de la aduana, otro guardia nos dice, medio en serio medio en broma, que “ahorita la cosa está cuca (sic)”, es decir, “tranquila”…Es raro sentir esa calma chicha. En el área hay un cajero del Banco del Tesoro con una cola respetable…Un hombre colombiano se le acerca al funcionario con cara de angustia: “Oiga, jefe, tengo a mi mamá muy grave en el carro, por favor déjeme pasar”. El uniformado se muestra inflexible y el otro le replica “Oye pero es mi mamá, ¿acaso tu no quieres a tu mamá?”. “Yo sí quiero a mi mamá, pero a ella tampoco la dejaría pasar. Llévela al CDI”. El otro se retira muy molesto. Pero es cierto: si un colombiano se enferma en San Antonio, va al CDI y allí le atienden y le regalan su tratamiento. Eso no pasa con los venezolanos del otro lado.
Vemos que quedó poca gente “varada”. Algunos andan a pié, La mayoría en moto y unos pocos en lujosos vehículos. Todos con caras largas. Hablan mal de Venezuela, lanzan insultos a los soldados pero éstos no oyen porque están demasiado lejos. El cierre de la frontera es de casi un kilómetro desde dos cuadras antes de la aduana hasta la mitad del Simón Bolívar.
Nos acercamos para conversar. Una señora colombiana me dice que ella más tarde cruzará por el río. Lleva una bolsita donde se puede ver un litro de leche descremada Mi Vaca y unos quesos. Más allá afirman lo mismo. Después de las 10 pm, un grupo de colombianos (parecen una familia), dos adultos tres niños y una joven, se baja de un destartalado taxi con placas colombianas. Llegan con unos maletones y siguen a pié. Se pierden en la recepción de un hotel cercano. Todos estamos viendo…Un motorizado le dice a Héctor Serrano, estudiante de la UBV, que la frontera es más viva cuando está cerrada…
Yo me quedo conversando con la señora…
¿Ah pero entonces sí pueden pasar después de las 10?
– Sí porque por el río no hay cámaras…
¿Y no es peligroso?
– No. Puras piedras y el agua me llega por aquí -dice señalando su pantorrilla- . está seco ahorita y además a esta hora pasa mucha gente…
No escribo lo demás porque no lo confirmé.
Regreso al hotel evocando lo que un día antes nos dijo el Comandante Villamizar: “son 106 Km lineales de frontera” (monte y culebra, pienso) (…) “El día no debería durar 24 horas sino 40 horas para poder hacer todo lo que hay que hacer” (…) el negocio da tanto dinero que ha tocado la fibra de la Fuerza Armada (…) yo pido más conciencia (…) es un problema moral, de conciencia”
Leer artículo original en: https://cotayorosebud.wordpress.com/2015/06/15/la-frontera-mas-caliente-no-descansa-ni-cuando-la-cierran/
Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.
 @LuisanaC16