John Williams, que hace poco más de un mes celebró su 80 cumpleaños, siempre estará ligado al cine de aventuras, a Spielberg o a La Guerra de las Galaxias. Le conocemos por sus maravillosas bandas sonoras, pero ha dedicado mucho tiempo a otros trabajos sinfónicos que le sitúan entre los mejores compositores del último medio siglo. Comenzó su carrera colaborando con grandes como Waxman, Herrmann y Steiner. Es evidente que dejaron poso en su manera de orquestar, aunque Williams haya ido sobresaliendo con sus fraseos inconfundibles y su timbre característico. Ahora es él quien impregna de sus clichés la música de otros creadores.
Ayer, dentro de la gira que lleva a la FSO por toda España durante este mes, se produjeron varios momentos mágicos. Por mi parte, volví a sentir esa indescriptible sensación de irrealidad que me invade durante estos grandes espectáculos.
En Las cenizas de Ángela consiguieron momentos de una emotividad y profundidad fantásticas, y el piano brilló con toda la languidez y elegancia del tema principal. El clarinete solista de La Terminal transmitió la ingenuidad y el desamparo de Viktor Navorski, arropado por la asistencia ajustada de la orquesta. La lista de Schindler y su complejidad melódica encontraron en la interpretación de Remembrances un espejo en el cual podrían verse reflejados el mismísimo Itzhak Perlman y The Boston Symphony Orchestra. ¿Qué decir de Tiburón? Vibrante, sobrecogedora, de sincronía esmerada, con una labor soberbia de la percusión, contrabajos y metales. Esos metales (trompas, trombones, trompetas) se exhibieron brillantísimos en Superman y en tantas otras piezas. Sin duda, son esenciales en la música de Williams.
Espero que Martínez-Orts, también dedicado a la composición, logre que la FSO comience a grabar las magníficas composiciones que se están haciendo para el cine en este país. Ahora los autores suelen marcharse a Praga, Bratislava, a Kiev... para registrar la música que acompañará a las películas. Sin embargo, siempre que se les ofrezca buena calidad y precios ajustados, existirá la posibilidad de que lo hagan aquí. Ahí está el reto.
Mientras escribo esto, escucho Memorias de una Geisha, otro de los mejores trabajos de John Williams y, al parecer, el único para el que llegó a ofrecer sus servicios (lo habitual ha sido siempre que lo reclamen a él).